Es una página en blanco.
Una página en blanco mira igual que la muerte.
Francisco
Hernández, Cuaderno de Borneo
El martes 13 se
presentó el Cuaderno de Borneo
(Cuadrivio, 2015) de Francisco Hernández (San Andrés Tuxtla, 1946) en el
Palacio de Bellas Artes. La exploración del poeta mexicano profundiza en el
negror de los tabúes y la soledad.
Jocelyn Martínez y Christian Peña
acompañaron al autor y a Alejandro Baca, representante de Cuadrivio, una
editorial que, junto con Malpaís, Almadía o Verso Destierro, más está apostando
por la poesía en México.
Jocelyn se abrió ante el objeto de
su tesis doctoral, se desnudó. Siguiendo la misma estructura de diario o de cuaderno, nos
compartió un texto muy limpio que recupera y actualiza una obra que se reedita
después de veintiún años. Por su parte, el poeta Christin Peña reflexionó en
torno a la trilogía de la que Cuaderno de
Borneo formó parte en Moneda de tres
caras. Christian destacó la música de la poesía hernandina como el verdadero
canto de esta moneda, aún lejos de devaluarse.
Alejandro Baca, Francisco Hernández, Jocelyn Martínez y Christian Peña |
Francisco Hernández se parece
físicamente al poeta Georg Trakl. No sé cómo era este, pero seguro que coincidirían
en camisa a cuadros y sombrero silvestre, con el mismo tono inglés de los
zapatos. Su voz es la única que puede explorar realmente esos poemas en prosa
que, de mayo a abril, dibujan la isla de quien se enamora de su mitad.
Heráclito también naufragó en la
misma laguna: “Hoy me he bañado dos veces en el mismo río. Bajo el agua me
llené la boca de piedras y pude contemplar la orfebrería de mi respiración”. La
plasticidad y la crueldad de las imágenes desatan el nudo de una sociedad que
contrasta en geografía pero no en instintos. Así empieza “Junio”:
A la sombra de un helecho gigante, una mujer sin
dientes quita piojos a una niña con los ojos llenos de nubes. Dos niños esperan
su turno. Me siento junto a ellos y aguardo las manos de la espulgadora.
No tengo piojos, pero no se puede viajar hacia la
muerte sin caricias (23).
La desazón no se
explica. La poesía tampoco. Por eso las palabras de Francisco Hernández bastan.
Ellas son suficientes para acercarnos a Borneo, al menos a su orilla.
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