domingo, 1 de noviembre de 2015

Mirándola dormir

–Para las mujeres –me dijo Berenice− la muerte es masculina, transparente y vendada. Algún día todas llevaremos gafas, y saludaremos a nuestros amantes con gestos asesinos
Homero Aridjis (2015: 35)

La poesía no es lo que se dice,
la poesía es lo que sucede
Aníbal Salazar Anglada

Mirándola dormir (FCE, 2015) es el poemario que le valió a Homero Aridjis (Contepec, Michoacán, 1940) el premio Xavier Villaurrutia (1964). Hace unas semanas, en el Museo de la Ciudad de México como marco de la XV Feria Internacional del Libro en el Zócalo de la Ciudad de México, presentó la nueva edición que el Fondo de Cultura Económica ha publicado con motivo de los cincuenta años del libro y de los setenta y cinco del poeta. 
            Dos días después de que el michoacano presentara El silencio de Orlando y María la Monarca, ambos de la editorial Castillo, regresó al centro de la antigua Tenochtitlan para el homenaje que le rindieron desde la Secretaría de Cultura. José María Espinasa, Joaquín Díez-Canedo y Adriana Konzevik explicaron por qué es importante sentir a Homero Aridjis y Mirándola dormir.
De izquierda a derecha: José María Espinasa, Adriana
Konzevik, Homero Aridjis y Joaquín Díez-Canedo
            El protagonista del acto agradeció a la juventud la creación de tal descripción (de la belleza) humana. Solo cuando uno está empezando puede sobrecogerse. La sorpresa y el impacto que provocan el sexo y sus opuestos originaron un poema por el que le otorgaron el premio (entonces) más importante del país. Fue el más joven. Otro gran poeta, a quien no nombraremos, aún le recrimina que escribiera lo que este anónimo siempre anheló.
            Ahora el texto vuelve a reeditarse, conmemorando no solo al autor, sino también al poemario: ese librito que cabe en cualquier sitio y que puede leerse y releerse fácilmente (según decía Odette Alonso al presentar Bailando a oscuras el mes pasado). Esta vez «Mirándola dormir» viene acompañada por «Pavana por la amada presente», «Pavana por la amada difunta» y «La tumba de Filidor». La prosa es parte de la poesía, la fealdad es parte de la belleza:
            En «Mirándola dormir» un hombre retrata a una mujer «Con las manos tensas y el mentón altivo; los ojos un poco inclinados hacia dentro, un poco de soslayo, un poco a la manera del que mira sin mirar» (13); y, por tanto, el autor se dibuja a sí mismo. Los ojos de otro mirar (que darían título a su recopilación poética) reflejan igualmente las razones y pasiones del que escribe lo que mira. «Su vientre crece y crece y la decrece» (17), también su verso. Como harían Francisco Hernández o George Trakl en Cuaderno de Borneo, la mariposa monarca se ennegrece en el centro y a los lados: «[…] y en vano se apunta mi mejor cuerpo hacia tu atmósfera, hacia el corazón de tu sexo: rosa negra» (35). Este canto que es Mirándola dormir se despega de los tópicos y las falsas alabanzas y llega a la crítica y a la alternancia del sujeto poético. El monólogo desaparece. Aflora la naturaleza: «[…] pero no, sólo es incomodidad, se te duermen los muslos, hay un peso excesivo en el brazo izquierdo, tienes la mejilla lastimada, sudas y sudas, y desconfías de ti misma; […]» (56). La realidad y la idealización se balancean en un cuerpo donde lo escatológico es, finalmente, la razón de ser.
            Por otra parte, los poemarios que acompañan el texto clásico que ya es Mirándola dormir continúan esa línea descriptiva y reflexiva sobre los temas universales (el amor y la muerte) sin caer en el lugar común. El canto, al fin y al cabo, es un lamento.
            En «Pavana por la amada presente» el mejor de los sentidos nos acerca lo imaginado: «Mirándola venir entre los espejos que infinitan su imagen, la aproximan con un pecho suyo en su mano derecha: a diez centímetros, a dos metros, a lo que separa un aliento de otro aliento; a un millón de kilómetros, de soles: aproximándose, infinitándose» (71). El juego del lenguaje y las lenguas recorren el cuerpo «en sus manos que miran y no miran» (87).
            «Pavana por la amada difunta» nombra nuestras peculiaridades, tanto externas como internas: «Con la cabeza caída hacia atrás,/ como desnucada pero no desnucada:/ como si el universo se hubiera inclinado en sentido contrario un poco,/ como si el miedo de todas las veces que trataron de asesinarla se hubiera refugiado ahí» (95). El temor y el amor riman tristemente.
            Por último, en «La tumba de Filidor» «−Lo que ahora te es extraño, te será familiar; y lo que te es familiar, te será extraño. Este uso y desuso. Siempre. Estoy cansado y me es más transparente» (105-106). Aridjis personaliza lo urbanamente tapatío: «Mientras tanto Juan, sigue hablando de Guadalajara:/ Es una ciudad en la que se pierde la gravedad. Hay una lentitud, un no poderse situar. Camina uno desplazado, fuera de sí, y sin estar en los otros ni en las casas. Quieres pensar, ocuparte de algo, y no puedes. Atmósfera, color, gentes, influyen. Como que tienes necesidad de conquistar. Y señaló Foffeen: pero no sabes qué, estás ante lo informe» (121-122). La unión de tales poemarios encaja hasta resolver o desterrar la idea estética y ética de mirar y de dormir: «−¿Qué es la belleza? –me preguntaron./ Tú respondiste, inopinadamente:/ −Quitarte los zapatos y caminar por los charcos» (149). Ha llovido. ¿Por qué no nos quitamos los zapatos y pisamos sin prisa? «La última puta se apaga con un fósforo./ Comparsa pasa. Peón blanco come dama» (154). Lo que Aridjis no sabe es que si llegamos al final del tablero, de Mirándola dormir, podemos recuperar esa dama negra, ese cisne al que, desde hace cincuenta años, nosotros interrogamos.

Homero Aridjis firma libros en el Museo de la Ciudad de México
            Homero Aridjis, pese a las críticas de muchos poetas y estudiosos mexicanos, es uno de los escritores (también de cuento, novela o ensayo) más necesarios para entender esa cultura en la que oscila México. Sus descripciones son inmejorables cuando recurren a la brevedad, a la reiteración siempre distinta, al ser humano. Además, su compromiso por el medio ambiente (donde prima la mariposa Monarca) bien merece el portal de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes que mañana presenta en la Universidad de Alicante y su Centro de Estudios Iberoamericanos Mario Benedetti.
            Felicidades, maestro.






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