ni certeza, la acompaña el olvido
Rosa Gaytán («Círculo», pág.
27)
Práctica de caza
(Textofilia/ UNAM, 2014) es un poemario de Rosa Gaytán (Oaxaca, México, 1955) donde la precisión es el arma más poética. Sus poemas
breves y lúcidos desarrollan el arte poética mediante un juicio, más ético que
estético, en la apertura y cerrazón de inquietudes comunes y constantes.
Una de las pocas lecturas sobre Práctica de caza que aparecen en la red
es «Poetas Siglo XXI – Antología de poesía mundial + 18.700 poetas», editado por Fernando Sabido Sánchez. Mediante el mismo lenguaje diáfano de
Gaytán, Sabido explica que estos «poemas están hechos en gran medida del deseo
de comunicar eso que nos pasa por dentro pero que no se puede enunciar
trivialmente o completamente y hay que encontrar las palabras para poder
cazarlo o capturarlo».
Damos a continuación algunas pistas
de este libro por si alguien quiere apuntarlo. Fabio Morábito lo prologa con la
expresión natural y la inteligencia sensible propias de Carmen Alemany. Es
decir, explica el proceso creador de Gaytán durante las primeras horas de la
mañana y en un cuaderno en blanco. Este soporte espontáneo recuerda a Emily
Dickinson, y por ello a Cámara nupcial
de Jorge Esquinca; donde podría establecerse una relación entre los personajes
desdoblados, comunes en la poesía mexicana contemporánea.
Práctica
de caza se estructura en siete partes: «Cazar frases» matiza los lugares
comunes que se camuflan entre nuestras inquietudes; «Del desasoiego» testimonia
el hormiguero memorable en el que se ha convertido la sociedad; «Una granada en
Agosto» son instantáneas frescas de la felicidad; «De visita» muestra los
contrastes entre lo conocido y los desconocido; «Paisaje» irrumpe en las
tradiciones descreídas; «Pararse de otro modo» conjetura de forma furtiva; y «Cacería»
concluye actualizando el tópico homo
homini lupus. Al acabar de leer a Gaytán se nos viene una frase a la cabeza
(la poesía es escribir lo indescifrable con un lenguaje común y único), pero no
la cazamos.
¿Qué es escribir? «rascar la tierra/
como el perro que procura/ un lugar fresco para echarse/ y olfatear el mundo»
(13). Entre los animales que reflejan a los humanos se encuentra el tigre,
símbolo doméstico de Eduardo Lizalde (cfr. 14). Y es que, la herencia poética
es renovada en «Legado» por Gaytán, para quien «Domesticar supone una
violencia/ y el domador existe/ para que su tigrillo/ aprenda a caminar por la
banqueta» (45). En mi opinión, el mejor poema de Práctica de caza es «Portales», pues señala las miras con las que
trabaja, por ejemplo, Daniela Sol. Y no daremos más pistas para que las busquen
y las lean.
Solo terminamos con los tres versos
finales de «Descampado»:
Aquí mis oídos, mis ojos
y la conciencia de estar
en el paisaje (92).
Tal como Mark
Strand, «En el campo soy la ausencia del campo», o Vicente Quirarte, en «Cuerpo
ya del paisaje/ que seguirá viviendo sin nosotros», Rosa Gaytán se mimetiza con
su entorno y su tradición. Persigue, exitosa, el lugar común (que es la poesía)
de un modo peculiar, sin caer en él. Aquí va una muestra sonora sobre esta poeta poco conocida, de momento.
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