domingo, 12 de marzo de 2017

Ricardo Castillo

Ricardo Castillo (foto de Tere Tenorio)
Ricardo Castillo (Guadalajra, 1954) marcó la poesía mexicana desde su primer libro: El pobrecito señor X (1976). Hace cuarenta años ya se advertía la revolución formal, pero también temática, que se desarrolla en libros más recientes como Borrar los nombres (1983) y Nicolás el Camaleón (1989); disponibles, ambos, en el Archivo de Poesía Mexa que venimos siguiendo últimamente para acercarnos a poetas y poemarios de los últimos cincuenta años en México.
            En 1980 Castillo recibe el Premio Nacional de Poesía Carlos Pellicer por El pobrecito señor X. La oruga, una actualización del libro por el que aún hoy todos lo recordamos. Sin embargo, aquí nos centraremos en dos obras posteriores por estar disponibles en internet, y facilitar así su lectura, y porque, obviamente, son menos estudiadas. Apenas hay artículos o comentarios al respecto. Destaca un par de entrevistas de Luis Rico Chávez en Argos y de Luis Vicente de Aguinaga en Periódico de Poesía de la UNAM. En esta última reconoce que Borrar los nombres surgió sin pensar en su posterior adaptación al escenario.
            Borrar los nombres es, como se apunta en la nota al pie del poemario, el testimonio de alguien que corre desnudo en el ritual de la Borrada, que coincidiendo con la Semana Santa llevan a cabo los guerreros Coras: el grupo indígena que mayor resistencia opuso al imperio español. A través de breves poemas en prosa o en verso libre, Castillo reivindica esta tradición:

5

[...]
Hay que resistir entonces el vértigo de no entender
pero sentir que la carrera no es sobre las piedras
y que la tarde suena como piedras de oro que jamás serán monedas

Son habituales en el jalisciense las referencias explícitas al tabú (sexual o erótico, recordemos que corren desnudos). Los paralelismos y las imágenes claras (con un doble sentido moral en el fondo) conectan directamente con quien lee y escucha un tono cercano y coloquial. El lirismo se logra a partir de la concisión con la que se narra (no sin erratas) pequeñas historias conectadas en un poema con finales certeros.
            Nicolás el Camaleón recibió el Premio de Poesía de la Universidad de Querétaro en 1991, dos años después de su publicación en 1989, año en que se funda el FONCA del que el poeta también formó parte. Otra de las características de su generación (recordemos que nació el mismo año que Quirarte) es la ligazón con la academia. Como investigador, obtuvo el apoyo de CONACYT en el año 2000 con La máquina del instante de formulación poética (publicado en dos versiones, libro-CD con juego interactivo, y libro juego de mesa). Actualmente trabaja en el Departamento de Estudios Literarios de la Universidad de Guadalajara. Como ocurría en Borrar los nombres, Nicolás el Camaleón comienza aclarando que se trata de un poemario y no de un guion para una futura y más que posible interpretación. La obra se divide en dos actos, con segmentos narrativos numerados: «A cada número le corresponde un texto en prosa con las imágenes de la secuencia, lo que el “ojo-cámara” del lector está viendo. Más abajo aparece un texto escrito en verso, entiéndase, los parlamentos de los personajes, lo que está oyendo el lector una vez que su “ojo-cámara” ha mirado». La prosa y el verso se complementan nuevamente. Todo se ambienta en la Ciudad de México, en los años ochenta. He aquí un ejemplo, la secuencia 24 de la segunda parte, ya con el personaje de Guadalupe llenando de misterio el encuentro:

Los tenis finalizan un giro y se detienen sobre la barda. Nicolás e [sic] lleva una mano a la frente y luego señala la luna redonda y palpitante. Vemos otra vez volar los dados en cámara lenta. Inmóvil Nicolás prolonga su ademán hacia la luna, dice:

Pienso en ti
y es la imaginación la que se rompe,
la que sangra hacia un amor que existiría
aunque yo mismo no hubiera nacido.
Pienso en ti
y ruedan los dados y creo en la buena suerte…. (14-15)

La puesta en escena de la poesía de Castillo puede entenderse mejor este video que muestra su último trabajo, Il re Lámpago (2009), en la Casa del Poeta Ramón López Velarde:


            Círculo de Poesía, cómo no, reúne algunos poemas de ese libro que tanto impactó en el panorama literario: El pobrecito señor X; por partir de intereses populares para criticar, parodiar y representar, al cabo, la dimensión social que engloba al peatón de una ciudad sucia y suicida. Además, en el ya citado Archivo de Poesía Mexa encontramos nueve textos sonoros de Ricardo Castillo, donde destacan el ritmo narrativo, la paranoia y el eco que definen su evolución poética, cercana a la labor que por ejemplo, vimos, realiza Rocío Cerón. Terminamos, una vez más, con la voz del poeta recogida por La Otra.

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