domingo, 14 de mayo de 2017

León Plascencia Ñol

Toda mirada contiene una pregunta.
León Plascencia Ñol

León Plascencia Ñol (Ameca, Jalisco, 1968) es un poeta que ha estudiado teatro y cine, es un artista visual. Dirige la editorial filodecaballos y, entre otros muchos libros, ha publicado los poemarios que comentaremos gracias a su disponibilidad en el Archivo de Poesía Mexa: Zoom (Aldus, 2006), Revólver rojo (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes / Bonobos / Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, 2011) y El lenguaje privado (filodecaballos, 2014). Dichas versiones no son las finales, por lo que la paginación no coincidirá con el libro físico.
            Publicó su primer poemario en 1989: El desorden de tu nombre, título homónimo (posterior al de Plascencia) de la novela de Juan José Millás, de 1997. Obtuvo el Premio Iberoamericano de Poesía Jaime Sabines para obra publicada 2010 por Satori. Está traducido parcialmente al francés, inglés, coreano y portugués. Es miembro del Sistema de Creadores de Arte de México y realizó con Rocío Cerón y Julián Herbert la antología El decir y el vértigo. Panorama de poesía Hispanoamérica 1965-1979 (filodecaballos, 2005). En su blog encontramos algunos de los textos que también aparecen en Letras Libres, Luvina, Las afinidades electivas / Las elecciones afectivas o Transtierros. Como es habitual en la poesía mexicana, no proliferan los estudios, críticas o reseñas sobre León Plascencia.
            Zoom (2006) también se editó en Ángeles de Hierro, República Dominicana, en 2010, e IVEC, en 2013. Está dividido en cuatro partes («uno: entre los restos de café», «dos: la velocidad», «tres: historias contadas» y «cuatro: escritura que llega un poco tarde»), además del exquisito prólogo (de Eduardo Chirinos) y del epílogo panóptico (de Eduardo Milán, Julio Trujillo y Ángel Ortuño). Este poemario focaliza el instante a ojos del poeta que ve e imagina más allá de lo aparente. Estamos, pues, ante la «Ahoridad de aquí» (7). Pero no solo el presente es el tiempo que goza de ubicuidad y dromomanía. Retroceder al pasado explica el devenir y confiere un valor a la tradición que integra las artes que confluyen en la poesía: la música, el cine o la pintura, principalmente. Veamos el lirismo de Plascencia. Así termina «A la carta»: «Una botella, sin agua; un jarrón, sin flores; unas sábanas, / con ella estirándose y tú me adamabas» (48). El desdoblamiento, la duda, los espacios (Roma, Granada, Praga, Nueva York...) nos hacen replantearnos, al cabo, una poética del recorrido que bebe de Gerardo Deniz a Eduardo Milán y de la plástica que conformará los dos siguientes libros que comentaremos.
            Revólver rojo (2011) está formado por siete partes cuyos títulos ya aluden a los temas que veíamos anteriormente, las marcas del viaje que evidenciamos con el idioma: «Cruce de caminos», «Guijarros», «El secreto del lenguaje», «Poetry (estudio visual para una sintaxis perdida)», «Zona minada», «Anotaciones sobre papel de arroz», «Seúl 5:30 A.M.» y «Adenda». Más allá de los poemas breves y los versos que dialogan con otras culturas y lecturas, lo que más me sorprende de Plascencia es su capacidad para desmenuzar el lenguaje a través de imágenes que, desde la tercera parte, «Poetry (estudio visual para una sintaxis perdida)», añade y multiplica en distintos tamaños. Por ejemplo, las letras de Poetry llenan la página casi por completo. El pie de foto, podríamos decir, explica desde esa letra lo que significa la poesía. Seguidamente se reflexiona sobre la poesía desde la poesía, como veíamos en Artes poéticas mexicanas, pero ahora el poema objeto permite una compenetración artística que acelera las interpretaciones. El autor de Revólver rojo se atreve a disparar contra el artefacto que fue el antipoema de Parra y lo enriquece con un humor más elegante. La bala es muda pero provoca infinitas partes que descomponen la imagen de unas páginas logradas también por la fantástica edición de Bonobos. Los géneros literarios permiten entonces que un poema esté formado por un extracto de una entrevista al poeta peruano Luis Hernández por Alex Zisman (104).
            El lenguaje privado (2014), por último, viene con «Paisajes sin habitaciones blancas y un jabalí asustado», «Jeong-won Señales de una carretera con rastros de follaje», «Escenas movidas de algo llamado patria y una sensación difusa de melancolía», «El alfabeto de una lengua extranjera» y la habitual «Adenda» que explica la influencia de la precisión oriental en la experiencia poético-visual de Plascencia. La primera parte destaca por el uso de la tachadura que también ha estudiado Higashi y el tono más claro en algunos términos que permiten llenar de sentidos y significados partes presentes u ocultas (a elección de quien lee). Los versos se convierten cada vez más en largas tiradas de imágenes o prosas que protagonizan los animales que en un primer momento parecían simplemente símbolos o metáforas. Nos referimos, cómo no, a las hormigas. Se esparcen en el texto como las letras que analiza el poeta desde imágenes yuxtapuestas. Las enumeraciones o desgloses discursivos coinciden en «Bandada nerviosa de papagayos» con las letras del alfabeto (99-102). Me quedo con el poema «Fotografía saturada de color»:

Caminamos en futuro.

El lenguaje es una huella de arenas movedizas.
El árbol que vimos es una representación o un
pequeño trazo hecho con movimientos leves.
El poema, dices, es un urogallo asustado, tu
cuerpo en la bañera, tu boca detenida en un
objeto y el agua hirviendo.
¿Recuerdas los colores estridentes de la
iglesia, los mayordomos con chalecos de
pelibuey, los cohetes minúsculos de los niños
minúsculos?

Hay esperanza y óxido en el abrazo.


            La poesía mexicana contemporánea gana mucho con Plascencia Ñol. Los tres poemarios podrían estar vinculados por la fijación en la anécdota doméstica. La poesía inyecta el color a la realidad gris, átona. El poeta explota las posibilidades editoriales hasta el punto de ofrecer su trabajo en su filodecaballos. Su labor va más allá de los límites del verso o la estrofa o la página para recuperar la plasticidad de Contemporáneos y dialogar con artistas que obviamente ya sobrepasan los límites de naciones o generaciones.



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