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Feli
Dávalos
Feli Dávalos (Ciudad de
México, 1982) es poeta, rapero, locutor y editor de Noisey.
Dos de sus poemarios están presentes en el Archivo de Poesía Mexa: Morir mejor
(Aldus / Mantarraya Ediciones, 2010) y Mongolia
(Bonobos / Mantarraya Ediciones, 2015).
La puesta en escena del género
lírico y su oralidad, la tan olvidada rima en la poesía mexicana o la performance son cultivadas por Dávalos,
tal como lo registran algunas notas al respecto en Bonobos,
Vice, Círculo de Poesía o Tierra Adentro,
donde consonantemente concluye que «si la poesía es la actualización de una
herencia cultural, es el rap la tradición que la encarna de modo más cabal».
Morir
mejor (2010) es el segundo poemario de Feli Dávalos, después de Mientras menos hagas (2009). Arranca con
el prólogo de otro indispensable poeta de México, Luis Felipe Fabre; quien
habla de «El loco Feli contra las momias». Así se titula el texto que presenta
o avala a la rara avis que si va arar, ala tras ala, desde la
tierra al mandala (2015: 79). El poeta encierra el ciclo de la palabra que nos
lega la tierra para perseguir y abrir el cielo. De él dice Fabre: «su gesto
político es un ajuste de cuentas retórico: lirismos oficiales, sensibleras
metáforas gubernamentales» (7); destacando la consciencia y la muestra de que «los
poemas mutaron». Tras este verso breve y minúsculo, Dávalos piensa en el
prolífico José Kozer –«ni siquiera kozer / que todos los días / con la primera
caca / también se limpia / un poema fechado» (22)– para inspirar, intuimos, el
libro que sobre Novo acaba de publicar Fabre: Escribir con caca (Sexto Piso, 2017). La poesía ocupa de otra manera el
desastre, desencripta el lenguaje que veíamos en PM / XXI / 360º de Higashi.
La cita de Clint Eastwood que abre
el libro nos confirma el cambio de paradigma que propone el poeta: «If you want
a guarantee, buy a toaster» (11). Las expectativas son otras. Así termina el
primer poema: «mírame bien, / escondidos, / siempre detrás / de este catalejo /
con garantía expirada / desde el siglo pasado» (26).
Recordemos
a qué se refiere el título del poemario de Dávalos. En CabezasUnderground entrevistan al poeta y rapero que fundó un programa de radio sobre
hip-hop en la Universidad Iberoamericana: Scratchamama. Al ser preguntado
por Morir mejor Dávalos responde:
Es como un aullido. O pertenece a la tradición poética
de los aullidos. El título es un juego de sentido con el slogan que tenía el
gobierno federal de Felipe Calderón, ese súper desafortunado de «Vivir Mejor».
Por eso se llama así el libro. Y se publicó en 2010, el año del bicenterario de
la independencia de México, porque el segundo poema se llama así, «Bicentenario»
y es un poema súper barroco y medio delirante, un himno a la realidad nacional.
Y así dice parte
de este poema, «Bicentenario», que recuerda al ruido animal que emiten los
perros amarillos de Ramón Martínez Ocaranza, los cuerpos de Max Rojas o los sonoros
semas del citado Gerardo Deniz:
¿Cuáles son los nombres francos de su majestad divisa
y de la férrea y crónica carnicería guarura
que en gatuperio cómplices patrullan las distancias
que con dolo actuario determinaron esta hilarante
realidad poco velada y criminal, puesta en coma,
trasegada —que nos rebasa categórica—,
con parodia periodística de medicina alópata? (31)
El siguiente poema
es «Soteriología», la doctrina religiosa de la salvación. Definitivamente nos
aclara que aquí la poesía no nos encumbrará a los dioses, sino que nos guiará a
las internas capas líricas del chisme como motivo versal. Dicho «homenaje» que
defiende Dávalos por México contrasta con la serie de textos que dedica a su
verga, literalmente. Ambos, sin embargo, salvaguardan lo propio, una identidad.
El poeta reivindica el rock urbano en México, pilar básico para la cultura (sin
necesidad de que a esta le acompañe la palabra «popular»). La poesía política
que estudia Jorge Aguilera López llega al espacio y al conflicto públicos de un México como
nación que une mitos y lemas a destiempo.
El clásico tema del amor también se
reescribe en una lectura muy davalosa que merece la voz alta con trabajo: «también
snoopy escribió poemas de amor» (73-85). A este fantástico cierre que resume la
poética de Feli Dávalos, le sigue un «aterrizaje forzoso» que sitúa en boca de Julián Herbert y del recientemente fallecido Sergio González Rodríguez los
méritos, sin duda, de «un crack de la nueva poesía mexicana» (89), «piedra
angular de la poesía mexicana del siglo XXI»
(90), respectivamente. La caricatura creada por Charles Schulz en 1950 se tumba
sobre el colofón (93), que es casa para el perro.
Después del ya inconseguible Déjate Caer (2011), llega Mongolia (2015) con siente partes o
cantos de talentosa rima en defensa de la poesía urbana: oficio que construye y
habita. Para Juventino Montelongo, en Más por más, este libro «circulando
escenas de la Ciudad de México y su caótico tráfico, muertos enterrados en
la desesperación más que en la memoria». En cambio, para Mixar López en Operación Marte, el
que define como «Luis de Góngora sincrónico […] es un referente de la soledad,
el hastío en Internet, la importancia en la distribución de los libros, la
indiferencia en las redes sociales y su inmediatez, la música como poesía, el
cine visto a través de una mirada perdida, el canibalismo de la información y
la figura del poeta frente a un vendedor de BonIce» el refrescante dulce
mexicano.
Las artes poéticas mexicanas incluyen ahora el chiste: «¿cuál es el colmo de un
poeta? / tener una novia que se llame Carmen / y no poder corregirla» (15). Asimismo,
reactualiza la estrofa clásica en «Soneto Harcor»:
En el barrio le dicen Nudillos de Thor,
güerito piel Chupa Chups con Almon•Ris,
diente de oro, en el ojo una cicatriz,
Bíceps de Cocaína Santa del Señor.
Los brazaletes de champú causan rubor,
el fantasma raviolo que hace feliz
a mujeres con vocación de meretriz
en las noches que se venden por rencor.
Se paga el precio de la vida loca
con aguja y filo y punta de puñal,
cacho de karma arrancado de la boca
y transformista la psicosis mental,
un brócoli el cerebro por la coca
y el corazón como metrosexual (19).
Las rimas
imposibles, la parodia de las redes, el postureo cultural stalkea a Benedetti en meme enmimismado. Cabe destacar los poemas a
dos columnas que permiten diversas lecturas, cesuras; o mejor, la «Historia
abreviada del cine contemporáneo»: «La inexpresiva sonrisa de Ryan Gosling»
(43). Es el «Carpe fuckin diem» (63). ¿Adelante?
Pacheco logró con «Alta traición» un
sentimiento de patria que actualizó Maricela Guerrero en País de sombra y fuego
(2010: 53) y Feli Dávalos en «Alta traición (revisited, yet again)» (69-72), «de este país de broncas, / drogas
y sombras» (75). La paronomasia nos conecta, pues «sanos anos damos a los amos»
(82). El poema que da nombre al libro y un padre nuestro nihilista cierran una
obra que en parte también se debe a Mauricio Díaz Escalona. Escuchemos a
Dávalos:
Feli Dávalos demuestra que la
poesía aún puede ser oral, comprometida e irreverente, al estilo, por ejemplo, de
Ángel Ortuño, o como referente para el diálogo intertextual que se genera en los
torneos de Poesía en el cuadrilátero.
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