La luz dentro del ojo (Universidad de Guadalajara, 2018)
es uno de los recientes ensayos del activo poeta y académico Luis Vicente de Aguinaga (Guadalajara, 1971). No se basa únicamente en la poesía
mexicana, sino en una amplia tradición literaria hispana que no abandona en
ningún momento el fino ojo crítico (de raigambre, entre otras, francesa) que
caracteriza al tapatío. Por la base que supone para conocer parte de la lírica
que estudiamos en este espacio, compartimos a continuación unas breves notas.
Sorprende
la cantidad de ensayos que publica el poeta (al menos en
mi contexto, en España; claro, ante la dificultad de conseguir muchos
materiales sobre el tema que nos ocupa). No obstante, si lo seguimos en Academia.edu
tenemos acceso a buena parte del inagotable y genuino trabajo que conecta numerosas
referencias: desde Rubén Darío, Mallarmé, Borges, Efraín Huerta, Carlos
Martínez Rivas o Roberto Juarroz. El libro termina con un ensayo sobre Luis
Goytisolo, hermano de su objeto de estudio al doctorarse en Montpellier.
La
limpidez, el rigor y la redondez de su trabajo me llevó a los versos iniciales
de Luz de la materia (2010), de Malva Flores: «Una línea punteada ‒azul
/ que se dibuja en resplandor de vidrio / cuando el ojo desprende de su aurora
boreal / el pestañeo y la mañana empieza». Me veo a mí mismo (parafraseando a
Goytisolo), entonces, ante la cubierta de La luz dentro del ojo. Literatura,
tradición y conciencia estética, con una fotografía de Dánae Kótsiras. Ese
título, debido a Jaime Sabines, invita a escudriñar el que podría ser el hilo
conductor de esta reunión de ensayos, incluido en el subtítulo: la conciencia (si
cabe, en torno a la estética).
Y
dicha relación entre la obra de arte y la capacidad de quien la crea para
observar y reflejar en el texto lo que ve ver e imaginar, conecta de algún modo
con un ensayo reciente suyo, De la intimidad: Emociones privadas y
experiencias públicas en la poesía mexicana (2016), donde lo íntimo se
construía a través de lo colectivo; y viceversa, el espacio público, por ejemplo,
ocupaba el poema, el sujeto poético, a través de una singularidad que se
reconocía y con la que nos identificábamos.
Si
con Alí Calderón en Piedras para una refundación (2017) veíamos cómo a Darío se le debe en cierta
medida el vaivén que didácticamente se ha establecido para lo coloquial y lo dificultista
en el siglo XX, Luis Vicente de Aguinaga parte también del nicaragüense para
estudiar el modo imperativo en poemas que, de manera particular, ofrecen la
poética. Y lo hace con las relaciones (algunas inesperadas) del admirable corpus
que domina.
Posteriormente
destaca en Mallarmé tradiciones que influyen en la lírica reciente del país con
más hispanohablantes. Mucho se habla del peso que Un coup de dés jamais
n'abolira le hasard (1897) del francés tuvo en Blanco (1967) de Octavio
Paz; mas, es más: «En el campo de la poesía mexicana posterior a 1968, algunas
de las razones que suelen aducirse para explicar la poesía de Mallarmé se podrían
repetir para referirse a Gerardo Deniz. La invencible dificultad, la oscuridad intencional, el maligno
hermetismo» (46). El crítico extrae la luz con extrema precisión.
En
cuanto al desdoblamiento que vimos con Aníbal Egea y Vicente Quirarte o Anne-Marie Bianco y Cristina Rivera Garza, de distintas formas, sirve para acercarse a Menard y Bustos
Domecq a través de Jorge Luis Borges (y, en menor medida, por este último, Adolfo
Bioy Casares).
Su
ensayo sobre el creador del poemínimo y referente para las variantes de
expresiones populares, tan seguidas por Maricela Guerrero, por ejemplo, «Efraín Huerta y el “sentido humano” de la poesía», se
incluyó en Artes poéticas mexicanas (de los Contemporáneos a la actualidad) (2015),
coordinadas por Carmen Alemany Bay.
Finalmente,
los tiempos verbales del nicaragüense Carlos Martínez Rivas dan paso a una
referencia para la ecocrítica, Roberto Juarroz, ante el que apenas desarrollaron
estudios como el de Niall Binns en ¿Callejón sin salida? La
crisis ecológica en la poesía hispanoamericana (2004).
Y, cual nexos intravenosos, la ecología (137) vuelve a mencionarse a propósito
de Luis Goytisolo a la vez que su Diario de 360º evidencia el pasado, al
presente y el futuro que advertíamos con el nicaragüense.
Leer
a Luis Vicente de Aguinaga, como poeta o sobre poesía, conlleva acercarnos al poeta
doctus que reivindica David Huerta cuando de Aguinaga, el año pasado, mereció
la medalla Wikaraáme. Acepten el reto: parte de su poesía está disponible en el archivo de Poesía Mexa. La revisión que hace del pasado, en el presente, invita a leer y
pensar en el futuro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario