Xochitlajtoli / Pájaros azules canten mi memoria. Poesía contemporánea en lenguas originarias de México (Círculo de Poesía, 2019) es una antología
que selecciona y prologa Martín Tonalmeyotl (Atzacoaloya, Chilapa de Álvarez, Guerrero, 1983) para dar
cuenta de dieciséis lenguas de México mediante treinta y dos poetas, con la
traducción al español de sus propios autores y autoras.
En
Puebla radica una de las referencias de la poesía mexicana en lenguas
originarias. Tonalmeyotl estudia el Doctorado en la BUAP. Hace un año entendí
lo difícil que resultaba compaginar su labor como escritor, investigador y, en
este caso, recopilador de una importante muestra de la lírica que se está
publicando en México y que empecé a conocer desde España con la antología Sombra roja. Diecisiete poetas mexicanas (1964-1985) (Vaso Roto, 2016) –que
incluye a las zapotecas que también aparecen en Xochitlajtoli, Natalia
Toledo e Irma Pineda–, con el trabajo de Diana del Ángel y Mariana Ortiz en el
artículo «Panorama de la poesía mexicana contemporánea escrita en lenguas originarias» o en la
segunda serie del Archivo Negro de la Poesía Mexicana (Malpaís, 2018) con Na´anjie´e tii-ni / Huellas del nagual del poeta tuun ñuu savi (mixteco) Kalu Tatyisavi (Tlaxiaco,
Oaxaca, 1960), ausente en la recopilación que nos ocupa.
Este
proyecto de Tonalmeyotl parte de la columna Xochitlajtoli de
poesía en lenguas originarias que el guerrerense comparte en Círculo de Poesía desde 2017. En el
prólogo
del libro que comentamos explica el motivo de esta publicación al tiempo que
detalla las lenguas que la estructuran:
La
ONU ha proclamado 2019 como el Año Internacional de Lenguas Indígenas, ello nos
ha motivado a unirnos de manera independiente para dar a conocer la palabra y
el pensamiento de treinta y dos poetas mexicanos en dieciséis idiomas
distintos. Estos poetas comparten algunos poemas de su obra y son ellos mismos
sus propios traductores. En el listado de idiomas participantes en esta
antología aparacen el náhuatl, totonaco, tsotsil, maya, mazahua, zoque, otomí,
mixe, tlapaneco, zapoteco, mixteco, tseltal, ch’ol, chontla de Tabasco,
chinanteco y mazateco (8).
Con detenimiento, Reyna Torres Juárez, reseña la obra en El Independiente de Hidalgo, con ideas
como la siguiente: «Las mismas lenguas que no solo nombran al aire, al fuego o
al viento, imaginarios cercanos al abordar la literatura escrita en lenguas
originarias de México. Sino también otras naturalezas humanas: el deseo y el
erotismo». Esa convivencia entre la naturaleza externa e interna del ser humano
resulta uno de los rasgos que tienen en común tales poetas.
Xochitlajtoli –palabra
«compuesta por dos raíces morfológicas de la lengua náhuatl: xochitl
‘flor’ y tlajtoli ‘palabra’, término contemporáneo usado por los
hacedores de la bella palabra» (9)–. La lengua náhuatl abre la antología
precisamente con quien realiza la selección (algo que nos hace pensar en Homero Aridjis y la antología Poesía en movimiento). Aunque,
como veremos, no es el más joven, sí refuerza quizá la idea de la vigencia de
textos que se escriben y se difunden en el siglo xxi a partir, en muchos de los casos, de la construcción de
una identidad en contacto con numerosos símbolos y elementos propios de la
naturaleza, como herencia y renovación de las formas breves que
tradicionalmente se han compartido de manera oral y no han sido recogidas,
hasta los últimos años, por proyectos nacionales e internacionales.
El resto de poetas que
integran Xochitlajtoli son (van enlazados quienes aparecen en la Enciclopedia de la literatura en México; y
entre corchetes, la información que añadimos): Juan Hernández Ramírez (Colatlán,
Ixhuatlán de Madero, Veracruz, 1951), Sixto Cabrera González (Rancho
Nuevo, Soledad Atzompa, Veracruz, 1974) y Simón Cotijo Villanueva (Zitlala,
Guerrero, 1956) en náhuatl; Manuel Espinosa Sainos (Ixtepec, Puebla, 1972) en totonaco; Enriqueta Lunez (San Juan
Chamula, Chiapas, 1981), Alberto Gómez Pérez (Huitiapan, Chiapas, 1966) y Ruperta Bautista Vázquez (San
Cristóbal de las Casas, Chiapas, 1975), en tsotsil; Isaac Esau Carrilo Can (Peto,
Yucatán, 1983-2017), Pedro Uc Be (Yucatán, 1963), Feliciano Sánchez Chan (Xaya,
Tekax, Yucatán, 1960) y Wildernain Villegas Carrillo [Mérida, Yucatán, 1981] en maya; Francisco Antonio León Cuervo
([Santa Ana Nichi, San Felipe del Progreso, Estado de México] 1987) en mazahua;
Mikeas Sánchez ([Tujsübajk]
Chapultenango, Chiapas [1980]) en zoque; Margarita León ([Valle del Mezquital]
Hidalgo), Xiko Jaén (Pachuca, Hidalgo, 1973) y Rosa Maqueda Vicente (Valle del
Mezquital, Hidalgo) en otomí; Juventino Gutiérrez Gómez (Santa María Tlahuitoltepec, Oaxaca, 1985) en mixe; Hubert Matiúwàa (Zilacayota,
Acatepec, Guerrero, 1986) en mè´pahàà; Natalia Toledo (Juchitán,
Oaxaca, 1967), Elvis Guerra
(Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, 1993), Irma Pineda (Juchitán, Oaxaca,
1974), Esteban Ríos Crus (Asunción
Ixtaltepec, Oaxaca [1962]) y Víctor Terán (Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, 1958) en zapoteco; Florentino Solano (Metlatónoc,
Guerrero, 1982), Celerina Sánchez (Mesón de Guadalupe, San Juan Mixtepec Distrito de Santiago
Juxtlahuaca, Oaxaca, 1967) y Nadia López García (Tlaxiaco, Oaxaca [1992]) en mixteco; Adriana López [Ocosingo,
Chiapas, 1982] en tseltal; Juana Karen (Ejido Emiliano Zapata, Tumbalá, Chiapas, 1979) en ch´ol; Eleuterio Xagaat García (Temextitlán,
Ixtlán, Oaxaca [1974]) en chinanteco; Domingo Alejandro Luciano (Tapotzingo,
Nacajuca, Tabasco [1978]) en chontal de Tabasco; y Juan Gregorio Regino (San Miguel
Soyaltepec, Oaxaca, 1962) en mazateco. Tales poetas (veintiún hombres y once mujeres), que nacen en la segunda mitad del siglo xx, presentan una media de seis poemas, como decimos, en edición bilingüe.
Estamos ante figuras cada
vez más reconocidas (como es el caso de Mikeas Sánchez, por ejemplo) pero con
premios y merecimientos particularmente destinados a las lenguas originarias
como son el Premio Nezahualcóyotl, Cenzontle o Premio de Literaturas Indígenas
de América (PLIA). Trabajos como este evidencian y difunden riquísimas culturas
que, quién sabe, en un futuro pueden obtener (ya desde 2018), pongamos por caso,
el Premio Aguascalientes (pese a estar condicionado todavía a su traducción al español).
Además de la procedencia,
que no se detalla en algunos casos, se echa en falta la referencia de los
libros a los que pertenecen los poemas (apenas presente con Mikeas Sánchez, por
ejemplo); pues considero que esa debe ser una de las finalidades de las antologías
que tan bien estudia el propio Tonalmeyotl: facilitar textos que den pie a posibles
lecturas que se desarrollen y amplíen recurriendo al texto original. De tal manera
se localizarían textos posiblemente difíciles de distribuir en la actualidad,
fomentando el propósito de la flor de la palabra.
El náhuatl (y su relación
con el mar) que vimos en Maram
presenta como primera lengua anáforas y ritmos que se respetan, obviamente, mucho
mejor en las lenguas originarias; incluso con rima en los versos pares del
final del poema «Tesiuitl» (34), gracias a la habitual terminación en «atl».
Destaca el último poema de Martín Tonalmeyotl, «Ome sempouajle iuan yeye /
Cuarenta y tres» (24-25), pues seguramente ha pasado desapercibido en las
numerosas muestras sobre Ayotzinapa. Si las hormigas son también en las lenguas
originarias un símbolo de la dimensión cívica, la encontramos de distintos
modos en náhuatl: «tsikatsintle» (16) o «chilaskamej» (42), quizá por la
diferenciación que sí existe en esta lengua entre las negras y las rojas, amén
de una mayor preocupación por la entomología.
La reivindicación de una
identidad se aprecia en totonaco con Manuel Espinosa Sainos (62-63) o en
zapoteco con Irma Pineda (248-251). Asimismo, el homenaje a María Sabina (348-349)
viene precedido por composiciones poéticas que evidencian, de algún modo, la
posible influencia de tradiciones orientales cercanas al haiku o italianas para
el también zapoteco Esteban Ríos Cruz, que parte de Petrarca (262-263) en
versos sáficos (261). Detengámonos para acabar en la poeta otomí Rosa Maqueda
Vicente y su último poema que, como decimos, transmite las tres sensaciones de
la descripción, del instante y de la acción en lo que hemos llamado arte menor:
RÄ
Y´E
Da
ja ndunthi rä y´e
hindí
ha rä ntini
ya
dí handí yä njoya.
LLUVIA
NOCTURNA
Llueve
fino,
silencioso.
Destellos
de esperanza (200-201).
Si conociéramos mínimamente la riqueza de
las lenguas originarias podríamos plantearnos por qué, entre otras particularidades,
el tema del silencio (tan presente en la lírica) se expresa en otomí (en el Valle del Mezquital también la denominan hñähñú) con una estructura
compleja («hindí ha rä ntini») ya llega en español con un, aparente, simple
adjetivo («silencioso»). Quizá esta imagen pueda extenderse al injusto tratamiento
que reconocemos que le estamos dando a las lenguas originarias en la poesía
mexicana contemporánea.
El excelente trabajo de
Martín Tonalmeyotl nos hace repensar tanto la poesía mexicana a la luz de las
lenguas originarias como la capacidad que tiene una antología para difundir y
mostrarnos poetas que, tristemente, de otro modo todavía no llegan a alguien
que lee lejos de México. La reivindicación de tal espacio desde los mismos
poemas, especialmente por las poetas (en ocasiones feministas), a partir de
temas y mitemas también originarios, evidencia algunas claves para desarrollar
el proyecto CORPYCEM de la Universidad de Alicante «Construcción / reconstrucción del mundo precolombino y colonial en la escritura de mujeres en México (siglos XIX-XXI)».
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