El 23 de
septiembre de 2015 en el Café-Bar Las Hormigas (casa del poeta de México, Ramón
López Velarde), Evodio Escalante, Leda Rendón y el autor, Armando Alanís,
presentaron Narciso, el masoquista (Cuadrivio,
2015): minificciones que situamos entre la estrecha brecha que une la poesía
del aforismo y la narrativa breve.
Armando Alanís (Saltillo, 1956) es
autor de las novelas Alma sin dueño, La vitrina mágica y Las lágrimas del Centauro y de los relatos y minificciones La mirada de las vacas y Fosa común. Además, es profesor en la
UACM, imparte talleres literarios y publica cada sábado en el suplemento Laberinto su espacio “Alfileres” en el
diario Milenio.
Narciso,
el masoquista es presentado del siguiente modo: “No se gustaba, pero no
podía dejar de mirarse al espejo”. Eso parece hacer Armando Alanís en este
libro. A nosotros sí nos gusta. La dificultad de crear un mundo autónomo en
pocas líneas o palabras se consigue en la mayoría de estas “ficciones súbitas”
que buscan huir del lugar común y plasmar una realidad que no siempre se cumple,
pero que es posible.
La “Entrevista al boxeador retirado”
roza el chiste: “−¿Cuál fue su rival más duro?/ −Mi exmujer” (14); más aún con
la dedicatoria a Isaí Moreno. La ficción es parte de la realidad (si es que
esta existe), y “Breve historia de amor entre escritores” lo narra poéticamente
con dedicatoria a Ana Clavel: “Fue más cuento que novela” (15).
El genio de Mario Benedetti
sobrepasa las “Fobias” del mexicano. “Su amor no era sencillo”, del uruguayo,
es un ejemplo de lo que persiguen y consiguen muchas veces los aforismos de
Alanís: “Los detuvieron por atentado al pudor. Y nadie les creyó cuando el
hombre y la mujer trataron de explicarse. En realidad, su amor no era sencillo.
Él padecía claustrofobia, y ella, agorafobia. Era sólo por eso que fornicaban
en los umbrales”.
Si lees “Enigma en el metro” de
regreso a casa, en el metro, una presencia intangible te acompaña: “El metro,
repleto de gente, llegó vacío a la siguiente estación. Se desconoce hasta ahora
el paradero de los pasajeros” (21). La nostalgia viene con “Dirección Garibaldi”.
Presentación de Narciso, el masoquista |
“El hombre invisible” vive en las
veinte últimas páginas de Narciso, el
masoquista. Si una editorial te dedica una cuartilla entera para catorce
palabras, confía en ti: “El hombre invisible y la mujer invisible se
enamoraron. Fue un amor nunca visto” (51).
Alanís se mira en un espejo que nos
refleja. Narciso narra la poesía del instante.
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