en la corteza de la historia
María Baranda (Ávido Mundo: 37-38)
Ávido mundo (Cuadrivio, 2015) es un libro de
María Baranda (Ciudad de México, 1962) que publicó Ediciones Sin Nombre en 2005 y que ahora
hace lo propio la editorial Cuadrivio.
Aquí se pone en la piel de alguien que vive actualmente. Parece algo sencillo,
que no requisiera siquiera un poemario...; pero al leerla entendemos muchas
cosas que están a nuestro alrededor y que no sabemos.
María Baranda –Premio Nacional de
Poesía Aguascalientes (2003) o Premio Sabines-Gatien Lapointe (2015), entre
otros− es famosa, sobre todo, por el poema que le dedica a los 43 desaparecidos. Como María Rivera, en cada concentración al respecto se recitan los versos que describen cómo eran
o cómo son (aún no lo sabemos) estos estudiantes de Ayotzinapa. Muchos critican
la utilización de «la tragedia para hacer grandes poemas». Creemos, no
obstante, que recordar las desapariciones no supone más que una palabra
igualmente maltratada: la justicia. En el I Encuentro Internacional de Poesía de la Ciudad de México,
María Baranda lo recitó:
Una vez destacada esta utilidad
poética (la de concentrar y concienciar a la gente ante el conflicto),
comentamos el contexto en el que creamos, sin creer y, a veces, sin querer.
Ávido
mundo se compone de
veinticinco poemas. Entre ellos hay otros en cursiva, como dos voces: una más
rígida y otra que se inclina hacia abajo y a la izquierda.
Destaca de María Baranda la
precisión lingüística. Ellas (las palabras), ella (la poeta) y esta (la poesía)
se unen en la imaginación, en la imagen de una nación que habitan «dioses
desdeñables en la imaginación/ del cuerdo. Cuerdas que cuelgan/ de un árbol y
otro y otro» (23). El ansia y la codicia nos lleva a desear: término que divide el revés de sed y el verbo iniciático ser,
interrumpido por la primera de las letras. Hasta tres veces se repite en Ávido mundo lo que podríamos considerar
tesis del poemario (la sed de ser): «la
sed de ser/ la voz de un petirrojo» (26); «tu ordenada sed/ de ser el paraíso»
(41); y «como espanto y lejanía y sed de ser/ sombra celeste huyendo de qué
cosas» (48). El agua anhelada se estanca «como una urbe marina/ […] ánimo de ti
que me conturba» (46) y es estaca: «ahógandome como si fuera/ la furia de tu
llanto en tus vapores» (49).
En contraste con los versos breves,
encontramos una cadencia que siguen las hormigas, el insecto de la poesía
mexicana. Veamos estos alejandrinos asonantes:
Y un género de hormigas con alas en la noche
invoca a los rabinos del ánimo y la dicha.
Una sutil imagen de un loco sin camisa
recorre con estrépito tus sueños más remotos (24).
Lo surreal es necesario para lo
real. El mundo de María Baranda es el nuestro, pero también el de las hormigas
que vuelan mientras dormimos y un excuerdo te recuerda lo lejano mediante
preguntas retór(ác)icas: «¿Cómo escribir de ti/ sin que resulte insoportable?/
[...] ¿Cómo beber tus/ sílabas abiertas?» (25). La poesía de Baranda discurre
entre peñascos pequeños que se repiten en nuestra existencia, esencia de las
cosas que nos rodean. El haiku es lo que le falta al vaso de cerveza pasado ese
primer instante: «Espuma hubo. Fue terrible,/ ¿quién si yo
gritara...?/ Etcétera»
(28). Un poema que acaba en etcétera
nos invita a pensar en otra cosa, pero no podemos. Nos arde la cabeza. Continua
mente. Somos «hidrocálidos» (29);
es decir, de Aguascalientes. Sin hervir, «nadan» (30), otro palíndromo que voltea
imágenes poético-narrativas.
En definitiva, Ávido mundo es un poemario y un poema río, cuyo cauce está manchado
y agitado por la ciudad selvática de lo posible y lo imprevisto. El que en mi
opinión es su mejor poema, el XXIV, ejemplifica esta brevedad, breve edad,
punzante y rítmica, como unos pasos sin freno y sin camino:
De lo lleno y lo oscuro,
de lo que escribo y oculto,
donde nombro y fulmino
y jadeo de pronto
en un parpadeo y otro y otro,
en la orilla cantando,
en el comienzo indecible,
[…] (57)
Según Armando González Torres a
propósito de Ávido mundo, «la voz
poética devuelve al mundo sus voces y hay una naturaleza elocuente donde seres
animados e inanimados se acoplan y desacoplan en un mismo rumor o un mismo
grito». Ese rumor o ese grito superan la tragedia. La expresión impresiona de
tal modo que lo mundano es mundial.
Si queremos saber más de María
Baranda, podemos visitar sus publicaciones en Letras Libres o los trabajos que Círculo de Poesía le ha dedicado. Acaba de publicar en España Teoría de las niñas.
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