Hechos diversos |
El golpeteo del teclado al volcar el universo en la
página.
Hechos diversos
(Acapulco, 2014), de Mónica Nepote (Guadalajara, 1970) es un poemario que
describe grandes momentos en pocas líneas, completando (¿sin embargo?) la parte
menos transitada del mundo. Y de la poesía.
Llevaba mucho tiempo encontrándome con
el nombre de Mónica Nepote, especialmente en las actividades que tienen que ver
con las nuevas formas del género literario que nos ocupa y ocupamos. Ejemplo de
ello es el Laboratorio de literaturas extendidas y otras materialidades (LLEOM). En la librería de la Casa Refugio Citlaltépetl conseguí su libro Hechos diversos,
publicado por Acapulco en 2014, aunque es una reedición de 2012, tal como
apunta Roberto Cruz en la Revista Crítica.
El trabajo de la editorial Acapulco
ofrece un libro-objeto (con perdón) compuesto por cuatro cuadernillos (I.
Prodigios; II. Ventanas; III. Hechos diversos; y IV. Hotel Partenope): el
primero va configurando el espacio en el que nos moveremos entre fuego y agua,
herencias de la tierra. Seguidamente el texto se encaja en un rectángulo azul,
una ventana por la cual leer (en todas sus variantes). En tercer lugar, el
apartado que da nombre al libro acompaña los poemas con una leyenda que explica
la intrahistoria. El último de estos poemarios se despliega como una lista que
cualquier viandante debería de llevar para guiarse (y ojalá comprenderse).
La textura y el color del papel
coinciden con la prosa y la poesía de Nepote. Su mensaje es suave, delimitado
(que no limitado), claro, reflexivo. La tinta parece que estuvo ahí antes que
la página, es decir, que el oficio de la poeta sea ir cincelando la negritud
que nos inunda para entrever resquicios que signifiquen algo. Aquí y ahora.
Desde la forma (pa-labras precisas,
únicas, insustituibles, memorables) se expresa un punto de vista que se fija en
«Imagen del pez»:
Pende el pez y su mirada cristalina sabe imperios
turbios, sagacidad, escape. Dice también de su extinción, de la frágil
naturaleza. Dice más el pez en lo que no dice, en su lenguaje cifrado que
remite a un tiempo antes de toda ciudad, cuando simples en la bañera mirábamos,
boqueando, la grandeza de dios (15).
Estos Hechos diversos van de lo natural a lo divino (si es que no son lo
mismo). Nepote observa y es capaz, a la vez, de verse en su mirada; nos ofrece
una reinterpretación de los temas clásicos desde una posición que terminamos
considerando objetiva. «Espejismo» deshila el mito de Penélope, por ejemplo.
Porque ahí quizá esté la necesidad de la poesía: interpretar hechos diversos de
un lenguaje (¿infinito?).
Desde el «Incidente Roswell» a la
prisión iraquí en «Abu Ghraib» encontramos complejidades humanas. Mónica Nepote
habla del conflicto desde las posibilidades del lenguaje.
El último texto, «Las muchachas
bailan», pregunta por las más de ochocientas mujeres asesinadas en Ciudad
Juárez durante los últimos diez años. Al final del poema en prosa, en negro (donde la
palabra más repetida es «dónde»), viene la nota al pie en azul
(¿cielo?). Esta «leyenda» concluye con dos frases y entonces la cenefa que nos acompaña
durante la lectura se difumina, quedando una especie de llave, o de mapa (¿de
la República?) de México, o de pata de pollo… o de cualquier cosa, pero no
nada.
Terminamos pues con dichos octosílabos:
«Tan sólo por ser mujeres. Nada más qué agregar» (46). Nada más que agregar,
pero sí mucho que decir.
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