Ínfimo
Alí Calderón
Las correspondencias (Visor, 2015) es el último libro de Alí Calderón
(Ciudad de México, 1982): un mapa versal de los temas clásicos, de la tradición yuxtapuesta.
Javier Lorenzo Candel destaca, en el
reseñario de poesía La estantería, tres características de Las correspondencias de
Alí Calderón: el lenguaje, el espacio y el muralismo. Tales rasgos propios de
la poesía y de México confluyen en el siglo xxi.
Los puentes de los que habla Lorenzo permiten una lectura universal, a veces
electrizante. Por su parte, Noelia Martínez marca en Literariedad la virtud del poeta para conectar Interior y
Exterior: partes del todo.
Creo que habría que leer Las correspondencias en la calle, en
cualquier avenida o plaza donde haya gente y se sienta el frío. De este modo
podríamos contrastar con otros el duelo intelectual e individual al que nos
enfrentamos. Igualmente la temperatura en ascenso de la lectura se equilibraría,
aumentando el contacto de público y lectores. Con esto quiero decir que la obra
de Calderón merece varios acercamientos. Solo así, en mi opinión, y con un
pizarrón donde desplegar las rutas y guiños, la poesía se expandiría en
provecho de su dimensión in crescendo.
Si estas opciones no fueran
posibles, la cama o el sofá son buen lugar también para dibujar mentalmente
estas conexiones poéticas. Desde la época latina a la posmodernidad (con
perdón), el poeta advierte un mismo gozo: la pasión poética.
Las erupciones parten de una
estilográfica volteada. Lo negro se derrama uniendo palabras que difícilmente se
habían imaginado juntas. Los términos son el inicio de la interpretación, desde
el instante poético a la melodía de la prosa, desde el haikú al collage parlamentario, Calderón, pese
a su juventud, logra una pole position que augura una carrera rítmica. Así
empieza uno de los textos de «Obscurum per obscurius»: «Ahora que la noche es
una flor carnívora de sombra» (33).
Al igual que otras muchas
referencias espaciales, temporales y artísticas, Casablanca se siente en los
últimos versos de Calderón: «Ahora/ tócala otra vez» (45). Sam somos nosotros.
¿Lo leemos de nuevo?
El poemario «Heimarmene» presenta tres
versos como compás del tránsito entre el tiempo y el espacio: «Yo: delación./
Refracto en cada sitio/ sombra, pasado» (63).
«Piedra de sacrificio» es el texto
que cierra Las correspondencias. Tal
como lo explica Marco Antonio Campos en la contracubierta, «combina admirable y
terriblemente un cuadro de los rituales sangrientos de los mexicas y la
lacerante situación del México que desde hace años vivimos». Esta última parte
permite entender y unir trazos que durante los versos cortos acaban por formar
un tapiz de distintos colores con un mismo hilo.
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