domingo, 20 de marzo de 2016

Glosar rupestre

Tengo un pasado, pero todos tenemos uno.
Tengo un presente, y eso no todos lo tienen.
Jorge Aguilera («Reflexiones antes de los 30»)

Glosar rupestre (Verso destierrO, 2014) es obra de Jorge Aguilera López (Ciudad de México, 1979). Mediante una imagen vertical, el poeta rasca y descubre la teoría que nos rodea, poniéndola en práctica.

            Glosar rupestre forma parte de la Colección Inteligente de la editorial de Adriana Tafoya, entre otras voces también poéticas. La cubierta de este libro viene ilustrada por Marco Lozano. En ella la pupila de un ojo aguanta un párpado desubicado. Se levanta el telón, otra perspectiva. Según Hiram Barrios en la contratapa: «Más que un homenaje a la coloquialidad, la irreverencia y la antisolemnidad de lo rupestre, este glosar es una reinterpretación, una añadidura que profundiza, cuestiona y, sobre todo, reinventa […]». El mismo Barrios reseña este poemario en el blog «Ring [Semanario Deportivo de Poesía]». Por su parte, Abraham Sánchez Guevara publica un comentario al respecto en «Contrasistemauagh».
            Tras esta reglamentaria toma de contacto, abrimos el libro de Jorge Aguilera y nos encontramos con tres partes: «Canciones que una ciudad me gritó» −un canto urbano, invisible, escalonado, santo, tragicómico, cívico−; «Historia de amor en ocho cursigramas» −grafiteados en calles olorosas, labiales, mi(ni)nas, interrogantes y delictivas que llevan al lado oscuro del corazón nocturno, a una Eva que es antónimo de nada−; y «Ya me curé de la literatura» −como rehabilitación a tiempo de enfrentar a gatas un puzle de piezas cristalinas y negativas−. En dicha estructura destaca la brevedad, la ironía, el knockout cortazariano (cfr. 50) y las reflexiones de quien además de poeta es crítico, así como el dominio de un lenguaje que es «tiro de(s)gracia del poema» (5).
            Los interrogantes cotidianos explican la realidad: «¿A quién le importa,/ de verdad a quién le importa/ que el rallador/ sea un pelapapa(nata)s» (9). La paronomasia y la aliteración sirven de respuesta: «Pero nada será eterno:/ llagada la vida/ la conciencia morirá/ la sorna será sarna/ el sueño señuelo/ la mierda mierda es» (22). Las correspondencias son naturales y básicas en Glosar rupestre: «Somos marxistas, de la tendencia Groucho» (62). El aforismo y la sátira son una.
            Aguilera se vale de este humor −característico de la poesía él mismo que crea y estudia en el Seminario de Investigación en Poesía Mexicana Contemporánea, del que es miembro− para dialogar con Sabines (cfr. 27) o Neruda (cfr. 45). La presencia de un sustantivo como «luz» evita una patada «tibia» (46). Estamos ante un poeta que demuestra la relación entre literatura y lucha libre (como ocurría con Daniel Téllez). El propio Aguilera lo explicita: «no puedo con Octavio Paz: soy fan de la lucha libre» (52).



            Los cinco últimos versos de este poemario son una lección que debería iniciar cualquier crítica literaria:

Definitivamente, éste no será nunca
el mejor libro de Roque Dalton,
porque los hombres que mueren así,
tan callados, no escriben libros,
escriben la Historia (76).

            Jorge Aguilera es parte de la poesía mexicana como creador y como crítico, cualidades comunes en México. Glosar rupestre es un ejemplo de que el ser humano no ha cambiado. Somos nosotros los distintos.

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