El Archivo Negro de la Poesía Mexicana (Malpaís,
2015) es una colección de diez poetas o poemarios teóricamente fundamentales en
el siglo xx pero prácticamente
desconocidos en la actualidad. El Seminario de Investigación en Poesía Mexicana Contemporánea (SIPMC) reúne así una «constelación» literaria, unos «astros», en palabras de
Evodio Escalante.
El Archivo Negro está formado por: Sangre roja: versos libertarios (1924), de Carlos Gutiérrez Cruz (1897-1930); Radio: Poema inalámbrico en trece mensajes
(1924), de Kyn Taniya (1900-1980); Poema nuevo (1955), de Alfredo Cardona Peña (1917-1995); El Retorno y otros poemas (1956), de Miguel Guardia (1924-1982); Maquinaciones (1975), de Carlos Isla
(1945-1986); Patología del ser
(1981), de Ramón Martínez Ocaranza (1915-1982); Los danzantes espacios estatuarios (1982), de Raúl Garduño
(1945-1980); La oración del ogro
(1984), de Jaime Reyes (1947-1999); Híkuri
(1987), de José Vicente Anaya (1947); y Morada del colibrí. Poemurales (2004), de Roberto López Moreno (1942); poetas cuya
obra pasó desapercibida en su día y tuvo una difícil distribución. Cada uno de
los poemarios viene prologado respectivamente (algunos repiten o lo hacen de
forma conjunta) por especialistas en poesía mexicana contemporánea: Jorge
Aguilera López, Alejandro Palma Castro, Roberto Cruz Arzabal, Jocelyn Martínez
Elizalde, Manuel Iris, Israel Ramírez, Alejandro Higashi, Eva Castañeda,
Alejandro Palma Castro y Gustavo Osorio de Ita, y Jorge Aguilera López. El SIPMC
de la
Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, la UAM y la BUAP, entre otras instituciones,
desarrollan el proyecto que edita Malpaís Ediciones:
se trata de uno de los pocos trabajos sobre poesía mexicana reciente que
rescata textos al margen o periféricos, mediante una edición crítica llevada a
cabo por especialistas.
Veamos qué se ha dicho del Archivo Negro durante estos meses que se
viene presentando de la mano de Iván Cruz Osorio, entre los otros editores:
Gabriela Astorga, Benjamín E. Morales, Santiago Robles y Santiago Solís.
Rodrigo Bazán critica directamente el
conjunto de los diez poemarios en Nota al Pie:
«me gustan el diseño y las ilustraciones, siento cómoda la mano al sostener un
libro del tamaño de un teléfono grande y las cajas tipográficas dejan espacio
suficiente para que empiece a hacer notas en cuanto pueda sentarme a leerlos
todos; en cuanto termine de contar esto». Carlos Ferráez también se hace eco en
Cultura Colectiva de la presentación que llevaron a cabo el 14 de abril de 2015 en la UNAM. Por
su parte, Ignacio M. Sánchez Prado publica en Confabulario una exhaustiva y atenta reseña sobre este compendio de poemarios periféricos,
elogiando una vez más dicho trabajo y reflexionando sobre las poetas que no
aparecen en el Archivo:
La crítica que ya se le ha hecho pública y
repetidamente a la serie es la ausencia de poetas mujeres. Esta ausencia es
escandalosa e inaceptable no por el argumento de «cuotas de género», término
facilón y abaratado usado no por quienes reconocen la persistencia del
problema, sino aducido por aquellos que quisieran vivir en la ficción de que la
desigualdad de género no existe o no importa cuando se les confronta con el
ninguneo de las mujeres. El escándalo surge en este caso porque el género es
una de las estrategias de marginación históricas del canon literario y la falta
de acceso de las escritoras a la infraestructura editorial y al reconocimiento
de la crítica y los lectores han dejado en el camino a muchas extraordinarias
poetas (Aurora Reyes, Alaíde Foppa, Concha Urquiza, entre otras) que
pertenecerían con tanto o mayor mérito al Archivo
negro. Existe una deuda enorme de la crítica y de la edición respecto a la
valoración de las poetas mujeres del siglo XIX y XX (y en una de esas hasta del
XXI), y el Archivo negro perdió
lamentablemente la oportunidad de ser parte de la solución y no del problema.
Siendo justos, hay que decir también que los editores ya han reconocido
públicamente este error en varias de las presentaciones que han hecho y
prometen que en la siguiente iteración aparecerán mujeres en la colección. Como
lectores debemos estar atentos que así sea.
En cualquier
caso, parece que el SIPMC y Malpaís ya preparan un segundo tomo de este
proyecto que sí incluiría a las poetas necesarias para entender el género
literario en México.
(De izq. a dcha.) Israel Ramírez, Iván Cruz y Jocelyn Martínez presentan el Archivo en la UNAM |
Javier Raya parte de las acepciones
de «archivo» para estructurar su lectura del ANPM en Pijama Surf. Armando González Torres escribe «El
canon de los raros» en Letras Libres.
Incide en la idea del Sudd con la que Pedro Serrano y Carlos López Beltrán introducían
su antología 359 Delicados...,
es decir, recuerda las corrientes subterráneas y alternas al canon. González
Torres apunta cuatro virtudes del Archivo Negro:
Se trata de una suerte de contra-canon de la poesía
mexicana, que se caracteriza por la magnitud y seriedad de su proyecto. Son
varios los rasgos que distinguen la colección: primero, el hecho de que se haya
optado por editar libros completos (y no, por ejemplo, libros antológicos o una
antología general), lo que permite una apreciación más precisa del peso y
calidad individual de los autores en lugar de subsumirlos en un discurso
unificador; segundo, que el rescate no se limite a una época o corriente y
mezcle generaciones y perfiles; tercero, que cada libro venga prologado por un
crítico joven, lo que le brinda un carácter dialógico y actual y, finalmente,
el formato amigable y bajo costo de la colección que propicia un ciclo de vida
y difusión más prometedor.
Carlos Acuña habla en Emeequis de fantasmas y de humor. Y lo hace en relación al Archivo. Asimismo, recuerda el trabajo de Cruz Osorio en NoFM Radio.
Por otro lado, Alejandro Saldívar destaca en Proceso la
comunión u oposición de estos poetas a Paz, demostrando que el Premio Nobel es
omnipresente: «El Archivo Negro de la Poesía Mexicana tiene muchas
posibilidades de lectura interpretativa, como un testimonio de una generación
que no se atrevió a elogiar a poetas y editores a cambio de publicar poemas. La
colección nos da una segunda oportunidad para repensar el siglo XX de la poesía
mexicana». Saldívar incluye algunos fragmentos del Archivo. La redacción de Aristegui Noticias recuerda que «comprende la obra de dos autores que nacieron en el extranjero,
pero que radicaron en México: “Poema nuevo” (1955), de Alfredo Cardona Peña
(Costa Rica, 1917-1955) y “Radio. Poema inalámbrico en trece mensajes” (1924),
de Luis Quintanilla del Valle, “Kyn Taniya” (Francia, 1900-1980)». Por su parte,
Santiago Robles ilustra en su web el trabajo del SIPMC mediante imágenes de las cubiertas,
contracubiertas, ilustraciones o partes de la edición crítica. En junio de 2016 Argentina Barrientos recogió en Vanguardia las palabras que por esos días Cruz Osorio compartía al respecto en el Foro
Universitario: «Quisimos hacer libros de formatos distintos, que siguieran una
línea similar pero no iguales, por eso usamos diversas técnicas artesanales
como el grabado. Se trata de no hacer Coca Cola de la poesía, son libros
personalizados que cobijan al autor». Las fantásticas ilustraciones de Santiago Robles y Santiago Solís personalizan pues este trabajo poético-editorial. El Archivo Negro se puede
conseguir en la propia editorial o, por ejemplo, en las Librerías Profética o Péndulo.
Cada domingo comentaremos en este
blog un poemario con un objetivo: saber por qué dichos autores o estudios son
fundamentales para entender la poesía mexicana contemporánea. Uno de los editores de Malpaís, Iván Cruz Osorio, nos facilitó una entrevista sobre el Archivo Negro de la Poesía Mexicana, la poesía social o las ediciones al margen. Tales confesiones las acaba de publicar Bitácora de vuelos.
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