y que todos aborrezcan el pan de cada día
porque al sudor ya le han mezclado sangre y
amargura.
Miguel Guardia (pág. 98)
Miguel Guardia Ríos (1924-1982) integra el Archivo Negro de la Poesía Mexicana (Malpaís, 2015) con El Retorno y otros poemas (1956): la voz poética, de vuelta, a los treinta y pocos años, con una claridad
y perfección rítmica acongojantes. Sin duda, Miguel Guardia es uno de los poetas
que más me han impactado.
Este alegre descubrimiento se lo
debo a Malpaís y a Jocelyn Martínez (Seminario de Investigación en Poesía Mexicana Contemporánea - UNAM), quien prologa
este libro. La especialista en Bonifaz Nuño –poeta que tiene muchos puntos en
común con Guardia, según veremos−, establece una serie de nudos entre el
contexto común de Miguel Guardia, Abigael Bohórquez, Efraín Huerta, Alí
Chumacero o Magda Montoya. La historia y la intrahistoria que introducen los poemas,
ya de por sí sinuosamente profundos, enriquece la comprensión de un texto
imprescindible. El epígrafe con que se inicia El Retorno y otros poemas forma parte de la canción popular «Amigo,
mío» y alude, según Martínez, a Magda Montona, de quien se enamoraron y a la
que dedicaron sus obras Miguel Guardia y Rubén Bonifaz Nuño (cfr. 21). El tono
conversacional de los años cincuenta en Hispanoamérica se mantiene a lo largo
de esta confesión poética, amorosa y reivindicativa. «En todo el poemario se
habla acerca de la muerte, de la degradación, el paso del tiempo, pero hay una
posibilidad de redención que se conseguirá por medio de la poesía, el amor y la
fraternidad» (30). Guardia escribe un texto que muestra su evolución vital y
literaria, de ahí la imprescindible labor de Jocelyn Martínez.
El poema «¿Cómo decirlo?» (cfr. 60)
es un ejemplo de la poética de Guardia. La realidad le influyó hasta el punto
de abandonar «los campos en primavera» por la tristeza. Dice así:
Hay demasiada soledad en todas partes
y se piensa mucho en cementerios,
en sombrías flores amontonadas,
en besos mutilados y en existencias inútiles,
en cadáveres abriéndose bajo tierra.
Yo vine aquí porque quería decir algo amable,
algo lleno de luz, o, por lo menos, de esperanza,
algo fuerte y sonoro.
Pensaba hablar de los campos en primavera,
de los ojos indescifrables de los niños,
o de héroes cayendo entre caballos y clarines.
Me hubiera gustado, ciertamente, hablar de todo eso,
pero la tristeza ha llegado a las palabras:
hay demasiados muertos (60).
El poema «¿Cómo
decirlo?» no abandona el lugar común del poeta que se compromete con su
realidad en contra del hermetismo ajeno, pero a diferencia de otros textos con
este mismo tema suena sincero, espontáneo y a la vez cuidadosamente medido. Los
héroes preocupan El Retorno de Guardia:
«Los héroes.../ (Cuando llegues a estas dos últimas palabras, los héroes,/ te ruego que las digas con
una voz cuidadosa,/ como si anunciaras a alguien la muerte de sus/ padres.)»
(43). La tristeza que inunda los «ojos indescifrables de los niños» crea una
imagen plástica: «se secaron los ríos redondos de tus ojos» (84).
La segunda parte del libro de
Malpaís, «Intermedio. Canciones» comienza observando la ciudad desde lo alto.
Destaca la voz cercana que confiesa la experiencia −o la evocación de la
experiencia− urbana y solitaria: «A veces me gusta mirar las azoteas/ de la
ciudad en que he nacido./ A veces, en la tarde, cuando las baña el sol» (63).
El poeta canta su historia, su lugar, su tiempo; aunque, como diría Gilberto Owen, no es
patriotero: «la patria es una ola de miseria y de llanto,/ un alarido abierto,
un borbotón de sangre,/ una oscura corriente sin camino» (88). La patria está
en todas partes. En todos aquellos lugares donde se quiera sentir el impulso
que la poesía provoca, debería de estar El
Retorno y otros poemas de Miguel Guardia. Junto a Bonifaz, personaliza la
poesía mexicana.
En el primer número de la Revista de la Universidad de México,
en septiembre de 1955, está disponible El
Retorno de Guardia: uno de los textos que fundamentan el Archivo Negro.
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