Un péndulo en el ocaso (Calygramma, 2013) fue escrito por Sirac Calvo Mejía (Ciudad de México, 1980) y expresa la preocupación por el paso
del tiempo a través de poemas breves, en verso y en prosa, que hablan de la
muerte, de la religión, de lo doméstico. Las hormigas simbolizan, me parece, su
poética.
En cuatro partes (una sin título,
«Casa cuarteada (hacia el ocaso)», «La jaula vacía» y «Sin un primer contacto»)
el escritor y profesor de literatura es capaz de proponer una mixtura de las
formas y los tópicos clásicos con las preocupaciones del tercer milenio, que
casi son las del segundo. Así dice «Décima elegía»:
A veces me dan ganas de llorar,
Pero las suple el mar
José
Gorostiza
Pobre de mí, ya borracho,
es de sal mi pensamiento.
Frente al mar, aún sediento,
me deja un adiós muchacho.
Frente a tanta agua, macho,
el ojo muerto; el mar
en mis ganas de llorar.
Hora de soplar ceniza,
pero mientras cicatriza
al desierto, a remar (13).
La complejidad se
expresa con precisión, en un lenguaje natural, basado en octosílabos que fluyen
con imágenes plásticas. En el diálogo que establece con el autor de Muerte sin fin (1939) convergen también
la tristeza y el humor; atreviéndose con éxito a rimar «muchacho» con el
vocativo coloquial que se queja (podríamos pensar) por la falta de agua. Este
recurso de la lírica colinda en ocasiones con asonancias «En esta casa»: «[…]
No sé usted padre / pero yo me siento desamparado / por aquel flácido dedo
divino, / no sé usted, que lo veo ahí tendido» (20); o en «Cigarro»: «[…] ahora
padre, eres un segundo / de cualquier péndulo en el mundo» (22). Sirac Calvo
Mejía desacraliza los temas y las formas en un mismo prisma: el de la muerte;
en concreto la del padre, «Francisco Calvo Enríquez» (17). Continúa así la
desazón de Algo sobre la muerte del
mayor Sabines (1973) mediante escenas fragmentarias que componen una
narración y un homenaje. En este sentido, las referencias no olvidan el pasado
mítico y los símbolos que conforman la identidad mexicana, a la manera de Roberto López Moreno y su Morada del colibrí. Poemurales ([2004] 2015): «los colibríes vuelan / para llevarte
a tu última morada» (21). La reencarnación se produce en la cosificación de lo
cotidiano y en la personificación de lo doméstico: «El reloj de arena gotea
para todos, / la pluma del escritor gotea, / la cafetera en la cocina, / la
nariz de la viuda gotea, / la muerte en la gotera del baño» (31). Los relojes
de Dalí se curvan al tiempo que la écfrasis da vida a los cuadros de Frida
(51). Se establece así una dimensión cívica que combina, como decíamos, el
humor con la tragedia; continuando el tránsito de la melancolía a la rebeldía que
Ana Chouciño estudia a propósito de Efraín Huerta, Jaime Sabines o Jaime Labastida. Dice Calvo Mejía:
«[…] veo el cielo / y me consuela saber que estoy triste / y estiro el cuerpo
como un gato en plena sombra» (61).
Sin embargo, desde la entomología,
es la alegoría mirmecológica la que más me llama la atención en la poesía
mexicana contemporánea. Aunque Un péndulo
en el ocaso no la explota, sí la reproduce desde distintos tonos. Entre
jaulas y cicatrices de la tierra, ahí están las hormigas: «Y desenterrarlas. /
El caracol rebasa el límite de velocidad, / las flores tardan en marchitarse, /
y las hormigas avanzan, / cavando túneles subterráneos» (29). El cliché de la
tragicomedia se plasma en los blancos a
priori silentes: «Nada es más silencioso / que un brazo flácido en el
cuello. / La sala de espera de un hospital. / El panteón. / Los pasos de las
hormigas. / Un velorio. / Uvas en un velorio» (32). Ellas mandan: «Nadie le
quita las hormigas que se llevan sus palabras» (38). Son sujeto y objeto: «en
la manera de observar a las hormigas» (44); espacio que discurre: «Hormigueros
de tierra, caminos para viajar» (46). Este compendio moroso busca, en un
futuro, una lectura que las interprete. Que las cuente y las reúna cual reloj
de arena que se mueve de izquierda a derecha, y viceversa (73); como la historia de
la literatura. Dicha simbología
refrenda, a la manera visual de Leticia Luna, la labor del poeta mexicano en un contexto en el que seres gregarios y
grises entran y salen y se quedan.
Podemos
ver al autor de Un péndulo en el ocaso
con Miguel Aguilar Carrillo, quien fue entrevistado a propósito de la extraordinaria editorial
queretana por Juan José Flores Nava en El Presente.
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