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Parábola
del desconocido (2012) está formado por veinte poemas breves en prosa que
exploran la sintaxis entre los cuatro elementos naturales que orientaron a
Octavio Paz para presentar Poesía en
movimiento hace cincuenta años. Poetas de fuego (como Rubén Bonifaz Nuño) o
agua (como José Emilio Pacheco) legan ahora los infinitos puntos cardinales de
Jorge Fernández Granados. La hibridez está en el aire con los pies en la
tierra. Las imágenes precisas funcionan cuando se asocian con las demás partes,
intrahistorias que en el blanco de la página dan lugar a la conjetura. La
familia se rememora yuxtapuesta, con cursivas que devienen incompletas. Nombres
propios desconocen su naturaleza. Aves separan, inician y retornan en las
cuatro estaciones. Suena algo distinto con los mismos términos. No me preguntes cómo pasa el tiempo en
este fuego de pobres:
A paso de armadillo socava mis recuerdos, piezas sin
correspondencia que corren cual hormigas antes de llover. Marca el paso de las
palabras impedidas por su mirar relámpago (15).
El origen es un
fragmento al que se acerca la poesía por testimonio, causa y efecto. La
enseñanza es pertenencia, pero el relato no es fingido: es rural y es
desaparecido. Es traductora del francés de cuentos infantiles.
Wintu
(2017) se publica un lustro después y también tiene que ver con la fauna, las
pérdidas y la invención aparentemente fuera de los canales mediáticos. La
tipología de un delfín o el escritor israelí Yehuda Amichai se entrecruzan en
la narración por entregas sin más destinatario que el ser (sustantivo) creado:
una tribu del norte de California. Un poema en verso libre lleva el título del
libro y puede leerse como una crítica del poder y del capital:
[…]
Nada es suyo.
Si un cazador pierde la suerte, no dice
“soy incapaz de matar venados”, dice
“el venado no quiere, no muere
para mí”.
Como tú, como ese cazador
al que le falta suerte,
miro al animal que escapa ileso del disparo.
[…] (7)
La lengua del
pueblo representa la geografía en una época en la que el reiterado tópico de la
ciudad luperquiana nos amamanta y nos devora. El tono sosegado y racional se
rompe con razón por la ira que exclama en el último poema: «El nombre de una desaparecida no debe
pronunciarse quedito. Hay que buscar la boca de quien la tragó y reventarla»
(23). Una forma de hacerlo es enfrentándonos En las púas de un teclado (2018) de la conterránea Camila Krauss.
Los distintos tiempos del personaje,
del sujeto poético y de la autora confluyen en voces que se intercalan el espacio
y construyen un reducto para el resto. Pensamos entonces en su poemario Erigir una fortaleza (2013), reseñado por Julieta Gamboa en Casa del Tiempo.
Dicha apuesta es coherente con la crítica que la poeta y traductora ofrece, por
ejemplo, en Vallejo & Co. a propósito de lo que se viene haciendo en Perú.
La veracruzana describe el conflicto que a diario
se vive en las pequeñas cosas, en la intrahistoria de la dimensión cívica, a la
manera de Coral Bracho en Marfa, Texas (2015). Y para ello se vale de una
enunciación que propone e innova desde las múltiples aristas de la realidad en
contacto con la ficción. Así, su poemario Una violencia sencilla (Instituto Literario de Veracruz, Sedeculta, 2017) mereció
el Premio Nacional de Poesía Experimental «Raúl Renán» 2015; como lo muestra Eva Castañeda en Latin American Literature Today.
Lorena Huitrón construye un discurso
directo y sincero para unir los cabos sueltos de la tradición y del contexto.
Leerla es entender las posibilidades que contra lo previsible o lo no mirado
aún tiene la lírica. Podemos hacerlo también en la revista La Otra, Letras Libres,
El Periódico de las Señoras, Círculo de Poesía o Literal Magazine.
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