Hospital de Cardiología (El Tucán de Virginia, 2006) es el ya no tan reciente poemario de Pedro Guzmán (Ciudad de México, 1973); sin embargo, de la revista de El poeta y su trabajo (2000), acaba de publicarse en el archivo de Poesía Mexa para poner en el candelero el tema de la asepsia del ser en la poesía y otros recursos del autor que mereció por tal obra el Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada 2007.
Para José Luis Bobadilla, en el Periódico de Poesía de la UNAM, este singular trabajo bebe de la tradición
estadounidense hasta destacar «su articulación en apariencia sencilla, por sus
modos directos, es decir, su sintaxis regular, sus imágenes inmediatas, su
lenguaje coloquial».
Por los espacios que envuelven a la
enfermedad y a la muerte, dicha obra podría dialogar con Memorias de
hospital ([1983] 2018), de Margarita Paz Paredes, Se llaman nebulosas (2010), de Maricela Guerrero, o los últimos poemarios de Vicente Quirarte, La miel de los felices (2016) y Bisturí de cuatro filos
(2020).
La crónica se combina con el aforismo. La
historicidad, la arquitectura y los símbolos de una ciudad con aires (polutos)
de hospital desembocan en algunos remansos de este poema largo: «Hospital es
sed de ser» (71). En un amago de palíndromo surge la cuestión heideggeriana. La
existencia es el principal fin de dicho espacio.
A la manera de José Gorostiza en Muerte
sin fin, Pedro Guzmán ofrece un sujeto poético que ‒al tiempo que indaga en
la escritura y su fusión en cuanto al fondo y la forma, del vaso, la página o
el continente en la que fluye, inmóvil‒ termina dando coherencia a la suma de
las ideas presentadas.
Otras referencias más explícitas como,
entre otras, Heráclito, Tao, Louis Kahn, Guillermo Fernández o Xipe Totec (en
ese orden) construyen el devenir del texto, hecho hospital para la malatía del
siglo xxi (dedicado a Isabel,
entre noviembre de 1999 y febrero de 2000), el contacto estrecho, ensimismado:
George
Oppen escribía
a
la sombra de Lu Chi
en
forma y fondo (90).
[...]
La
forma del secreto es el misterio revelado,
es
orgánica, eres tú mismo (95).
No resulta entonces Hospital de
Cardiología ni una crónica ni un monólogo, sino un ensayo en poemas breves
que son pasillos, estancias, escenas del lugar donde más personas nacen y mueren.
En definitiva, Pedro Guzmán logra
darle la razón a la poesía visceral; es decir, acompasa la sístole y la
diástole al lenguaje con el que pensamos, a menos pulsaciones, pero durante más
tiempo. Con la limpidez del verso construye un espacio, el Hospital de
Cardiología de la ciudad en la que nació, que es en sí una poética:
electrocardiograma, holter y catéter que llegan al núcleo sin necesidad
de operar como antaño, cuando todo estaba abierto y la poesía encriptada no
comulgaba con el habla.
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