domingo, 3 de enero de 2021

Briceida Cuevas Cob

 

Briceida Cuevas Cob (Tepakan Calkiní, Campeche, 1969) destaca como de una de las poetas de México más importantes tanto dentro como fuera del país. Al fundar la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas de México ofrece algunos rasgos de la riqueza cultural maya que es posible advertir en los símbolos, imágenes y relaciones con la lírica coetánea de El quejido del perro en su existencia / U yok'ol auat pek' ti kuxtal pek' ([1995] 2020).



            Este poemario se publicó en 1995 por la Casa Internacional del Escritor, Quintana Roo, y fue reeditado hace unos meses por la editorial campechana Artificio. El libro se abre con unas notas introductorias de Aless Segovia Haas, quien destaca cómo «singulariza al máalix pek’ [perro común, en español], confluyen en él/ella la metáfora, la denuncia, la cosmovisión de su pueblo. Los artificios verbales desembocan en su imagen, las posibilidades naturales de la lengua maya».

            El primero de los nueve poemas, en edición bilingüe (intuimos que traducidos al español por su autora), evidencia la construcción identitaria del sujeto, femenino («Letíe / Ella»), ante la estereotipada sumisión del todavía impuesto colonialismo. El quejido opera, siguiendo a Segovia Haas, como denuncia (p. 10):

 

 


 

            El desprecio que siente el ser, entre lo humano y lo animal, según la mirada de «maakoob / de las gentes», sirve como hilo conductor en los textos breves, contundentes, de innegable fuerza sonora y expresiva (en ambas lenguas); mas no se recurre a la estridencia o al aspaviento desaforado, sino a un discurso certero y preciso que, salvo por el hipérbaton y las imágenes, las metáforas, imita en buena medida el habla. La tradición de la poesía social llega a la búsqueda del civismo dentro de la diversidad.

            Can, presente en poetas de la contemporaneidad que van de Homero Aridjis a Isabel Zapata, por ejemplo: símbolo de la domesticación de la naturaleza. Preguntas retóricas como la del poema III se dirigen a quien lee al tiempo que evidencia la ausencia, la falta de respuesta, el paso por alto de un tema que nos compete como es la convivencia ante el silenciamiento; no del grito, el ladrido, sino del quejido, el lamento:

 

¿Baan u bela u much ‘tal maak

ua tu xúxub ák’ab ch’anán ichil

jujuntuloon?

 

¿De qué sirve una multitud

si en cada gente silba

la soledad? (12)

 

¿No se extrae una lectura de este contexto religioso a tenor de la situación que se encuentra la cultura maya ante la grilla muda de quienes conciben dicho pueblo de manera individualista y prepotente? La alegoría del perro echado de la puerta de la iglesia ilustra el paradójico encuentro que hoy aún sirve de mito.

            Cada poema, en nueve estancias, supone la historia ‒no exenta de moralejas, cual fábula, al final de cada uno de los textos narrativos en forma de poema‒ de una perra que acaba dando a luz: «Tu síaj mejen malix pek’oob, / u mejen pek’oob laj t’ot’oob tí ich / kaj / Parió perritos comunes, / perritos que fueron esparcidos por todo el / pueblo» (20).




            La poeta y académica maya es clave según Georgina Mejía Amador en su tesis de maestría de la UNAM (2012), donde pone el foco en ella e Irma Pineda, o según Diana del Ángel y Mariana Ortiz en América sin Nombre (2018). Podemos leerla en el Instituto Cervantes, Estudios Literarios y de Cultura, Latin American Literatura Today, Isliada, en el blog de Antonio Miranda o en el Mapa de Escritoras Mexicanas de Esther M. García, donde nos recuerda que Artificio Editorial acaba de liberar el libro que comentamos. Sin duda, se trata de una de las referencias que se pueden vincular al proyecto CORPYCEM.

            Gracias a la también poeta y activa defensora de las culturas de México, Susana Bautista Cruz, amplío la mirada en el diverso panorama de la poesía mexicana contemporánea.

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