Briceida Cuevas Cob (Tepakan Calkiní, Campeche, 1969) destaca como de una de las poetas de México más importantes tanto dentro como fuera del país. Al fundar la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas de México ofrece algunos rasgos de la riqueza cultural maya que es posible advertir en los símbolos, imágenes y relaciones con la lírica coetánea de El quejido del perro en su existencia / U yok'ol auat pek' ti kuxtal pek' ([1995] 2020).
Este poemario se publicó en 1995 por
la Casa Internacional del Escritor, Quintana Roo, y fue reeditado hace unos
meses por la editorial campechana Artificio. El
libro se abre con unas notas introductorias de Aless Segovia Haas, quien
destaca cómo «singulariza al máalix pek’ [perro común, en español],
confluyen en él/ella la metáfora, la denuncia, la cosmovisión de su pueblo. Los
artificios verbales desembocan en su imagen, las posibilidades naturales de la
lengua maya».
El primero de los nueve poemas, en
edición bilingüe (intuimos que traducidos al español por su autora), evidencia
la construcción identitaria del sujeto, femenino («Letíe / Ella»), ante la estereotipada
sumisión del todavía impuesto colonialismo. El quejido opera, siguiendo a
Segovia Haas, como denuncia (p. 10):
El desprecio que siente el ser,
entre lo humano y lo animal, según la mirada de «maakoob / de las gentes»,
sirve como hilo conductor en los textos breves, contundentes, de innegable
fuerza sonora y expresiva (en ambas lenguas); mas no se recurre a la
estridencia o al aspaviento desaforado, sino a un discurso certero y preciso
que, salvo por el hipérbaton y las imágenes, las metáforas, imita en buena
medida el habla. La tradición de la poesía social llega a la búsqueda del
civismo dentro de la diversidad.
Can, presente en poetas de la
contemporaneidad que van de Homero Aridjis a Isabel Zapata, por ejemplo: símbolo de la domesticación de la naturaleza.
Preguntas retóricas como la del poema III se dirigen a quien lee al tiempo que
evidencia la ausencia, la falta de respuesta, el paso por alto de un tema que
nos compete como es la convivencia ante el silenciamiento; no del grito, el
ladrido, sino del quejido, el lamento:
¿Baan u bela u
much ‘tal maak
ua tu xúxub ák’ab
ch’anán ichil
jujuntuloon?
¿De qué sirve una
multitud
si en cada gente
silba
la soledad? (12)
¿No
se extrae una lectura de este contexto religioso a tenor de la situación que se
encuentra la cultura maya ante la grilla muda de quienes conciben dicho pueblo
de manera individualista y prepotente? La alegoría del perro echado de la
puerta de la iglesia ilustra el paradójico encuentro que hoy aún sirve de mito.
Cada poema, en nueve estancias,
supone la historia ‒no exenta de moralejas, cual fábula, al final de cada uno
de los textos narrativos en forma de poema‒ de una perra que acaba dando a luz:
«Tu síaj mejen malix pek’oob, / u mejen pek’oob laj t’ot’oob tí ich / kaj / Parió
perritos comunes, / perritos que fueron esparcidos por todo el / pueblo» (20).
La poeta y académica
maya es clave según Georgina Mejía Amador en su tesis de maestría de la UNAM (2012), donde pone el foco en ella e Irma Pineda, o según Diana del Ángel y Mariana Ortiz en América sin Nombre (2018). Podemos leerla en el Instituto Cervantes, Estudios Literarios y de Cultura, Latin American Literatura Today, Isliada, en el
blog de Antonio Miranda o en el Mapa de Escritoras Mexicanas de Esther M. García, donde nos recuerda que Artificio Editorial acaba de liberar el libro que comentamos. Sin duda, se trata de una de las referencias que se pueden
vincular al proyecto CORPYCEM.
Gracias a la también poeta y activa
defensora de las culturas de México, Susana Bautista Cruz, amplío la mirada en el diverso panorama de la poesía
mexicana contemporánea.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario