domingo, 2 de mayo de 2021

Puntiagudos

 

Esta semana las redes no distinguieron a los niños de sus perfiles adultos. Quiero decir que se conmemoró en México la edad a la que se dirige el libro Puntiagudos (Secretaría de Cultura y Turismo del Gobierno del Estado de México, 2020), de Luis Eduardo García (Guadalajara, 1984), con ilustraciones de Rocío Solís Cuevas: sobre los vértices que nos encontramos a lo largo de la vida, sobre el dolor, sobre la importancia.




            El poeta tapatío mereció por dicha obra el premio único de poesía infantil en el tercer Certamen Internacional de Literatura Infantil y Juvenil FOEM, convocado por el Gobierno del Estado de México, a través del Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal, en 2018; con un jurado integrado por María García Esperón, Ninah Basich y Luigi Amara.

            Además del humor, la distopía, la ecocrítica y la unión de elementos aparentemente inconexos, existe una preocupación por definir lo que es un texto poético; algo que el autor ya mostró con la Estrategia del poema (2020) de Armando Salgado y Octavio Gallardo. En esta ocasión, la obra arranca con un tigre (pensemos en William Blake) que acecha la cabeza de un cómodo lector, quien descansa junto a un busto de otra época, en el puntilloso y colorido trabajo de Rocío Solís Cuevas.

 

 


 

            Ese personaje protagoniza el relato en prosa, a modo de cuento, que inaugura las escenas al tiempo que justifica el título, Puntiagudos, desde las primeras líneas: «Hace más de cien años, en un castillo en Italia, un señor con bigote escribió que todo lo bello es peligroso» (9). En ese sentido se suceden especies de animales (como «un rape abisal» o «Masticahuesos») que pueden ser bellas y objetos no romos o afilados que pueden no cumplir con lo que históricamente nos han hecho entender que es la belleza.

            He ahí el principal logro, me parece, del trabajo de García y Solís: ofrecer la poesía a todo el público sin pulir o lijar las aristas de esta, pues en ese punto, el que pincha, se halla el significado de lo que no solemos comprender o, directamente, leer por exceso de barniz.

            El ejemplo más bello se da en el breve poema cactus, tipo haikú (algo más extenso), pues la imaginación simbólica de la cactácea con el molusco contrasta con la flor con la que comparte color: «Incluso ese pulpo verde y seco / todo cubierto de agujas / un día tendrá una flor en la cabeza» (12).

            Las especies marinas continúan en estas páginas. Con la simpatía y la ternura de los trazos se resuelve el horror que las suele envolver. Algo similar puede extenderse a las personas que escriben en el encierro o que temen una infección en el oído. En el fondo, dichas lecturas permiten trabajar el tema del castigo, la higiene o el concepto de «Okupa», poema de la pág. 16.

            La fantasía (tan escasa y difícilmente tratada en la lírica) hace que un pez globo pueda acercarse al sol o que una adivinanza nos lleve a la piña como el más dulce fruto puntiagudo. «Eso mismo hace la poesía»:

 

El pico de un pájaro carpintero

perfora la corteza de los árboles

para extraer termitas

larvas de hormiga

y otras maravillas

que hasta entonces

permanecían ocultas (23).

 

Distinguimos seres puntiagudos por naturaleza o contra la naturaleza. Las trampas, tras esta poética entomológica que socava las palabras de la realidad «y otras maravillas» cobran voz en un divertido sujeto poético que lleva a cuestionar la relación del ser humano con el medio. En cambio, el resto de seres vivos, como «Hunson Abadeer» (29), convive con el entorno sin daños, convirtiendo las puntas en llanas; ya que, en ocasiones, «las cosas son más lindas / cuando están fuera de tu alcance» (32). ¿Por qué no buscamos una virtud en lo que se achata como un defecto? Si «Las cosas que no alcanzan I» abre Puntiagudos, «Las cosas que no alcanzan II» lo cierra: porque, eh, rizo, «los corazones con púas / también laten» (43).

            Luis Eduardo García (de quien ya hemos hablado varias veces en este blog) siempre ofrece algo singular, que no deja de dialogar con las tradiciones que reconoce. Pueden leerlo y descargarlo en la página del Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal.

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