Andrés Paniagua (Ciudad de
México, 1992) figura en el archivo de Poesía Mexa
con tres obras: Usted está aquí (Mantarraya Ediciones, 2016), Sin nada detrás
(Periferia de escribidores forasteros, 2019), [Una banda de punk llamada] Rattus
(Barnacle, Buenos Aires, 2020; Grafógrafxs, Universidad Autónoma del Estado de
México, 2021). Veamos el cruce del lirismo actual con la comunicación
interrumpida de la que es garante el autor que nos ocupa.
Si todavía el título no sirviera lo
suficiente para ubicarnos, Alejandro Tarrab introduce Usted está aquí con una singular lectura, como es
habitual en el también poeta mexicano: «La cartografía es un arte revelador,
aunque siempre insuficiente: ¿usted está aquí respecto a qué lugar en el
espacio?, ¿en qué coordenadas y bajo qué condición?» (6).
Bajo la condición del sentido que le
damos al espacio, deductivo o inductivo, según Paniagua o Perec ‒del que
también parte Tarrab‒, respectivamente, el texto, breve (que no mínimo) ocupa
los márgenes de las primeras páginas. Traza, de tal modo, como veíamos con el
soneto quevediano de Vicente Quirarte, una cartografía urbana de algunos espacios de la capital.
Para ello se vale de la cursiva, los
blancos de la página, los hilos conductores que consolidan el cierre y el
inicio de poemas contiguos. Mas, junto a los recursos formales o de disposición
visual, el espacio pasa de ser objeto a sujeto poético, fiel, real, íntimamente
conectado con la realidad de urbana de un cartel mellado como el siguiente
poema, ‒como todos los de Usted está aquí‒ sin título (18):
P lló
Cu t m c
tie s
es i n mi to
B V NI DO
Es
labor de quien lee, pues, dar con la ubicación exacta completando esos vacíos o
huecos que causa la acción humana.
La segunda de las secciones, titulada
‒ahora sí‒ «Jardín», da pie (pensamos en el poemario de Luigi Amara) a la calle Guillermo Prieto; acápite de un poema que conforman los
números de las calles que señala Tarrab en el prólogo.
Por último, la parte final lleva por
nombre «SHOEFITI»: código de las zapatillas colgantes que cuentan con los constantes
cables eléctricos que unen las esquinas (y que, pienso ahora, bien podrían retratar
de algún modo los drones de Horacio Warpola: al estilo de las fotos que incluye Paniagua, pero mejor desde el
aire y no de abajo arriba; que es, por otro lado, la visión que tenemos como
peatones). Esta vez el epígrafe es de Raúl Zurita, cuya influencia destaca en el mencionado Tarrab, Valerie Mejer, Daniel Téllez o Eva Castañeda, entre otras muchas referencias mexicanas. La cadencia clásica se
imbrica en los hechos consuetudinarios que diría que diría Antonio Machado. Antes
de terminar el libro con escenas breves de la sinécdoque pedestre que,
paradójicamente, cuelga, o con una prosa sin puntuación como el ritmo de las
aceras, destaca la descripción que emplea el sujeto abstracto e inasible: «Retahíla
huérfana en el aire: / este insistir en la condena pedestre» (39).
Seguidamente, Sin nada detrás
se compone de un poema, «Sün», dividido en secciones en las que se construye la
identidad de un sujeto poético que lo mismo toma en consideración la etimología
o la tradición que menoscaba en el arte poética con el uso de los dos puntos al
principio de versos que reflexionan sobre ellos mismos: «: los sustantivos son
los nombres de cualquier cosa» (8).
Nombrar cualquier cosa es posible en
dicha poética. Paniagua experimenta con el texto, más allá del contexto o de lo
verbal. Es decir, tan pronto como diserta (en una escritura ensayística,
híbrida [dirían]) sobre la escritura automática (nos viene Paz a la cabeza),
comparte un poema visual a la manera de Bolaño
(en la página 17):
¿No
es lo anterior una apuesta por la poesía en movimiento, por el texto que se
sostiene sin andamio o parapeto o alusión explícita a una realidad? ¿No se
trata la poesía de un mundo creado a costa de o ajeno a? El plano fijo, vertical, no permite normalmente la lectura horizontal, a ambos lados, que propone el esquema dibujado.
Otros poemas, esta vez con título,
se dan cita para terminar el recorrido o el Tránsito (a la manera de Claudina
Domingo) que concluye Sin nada detrás preguntando, no sin humor, por los
textos que se iban a llevar a un taller literario.
Finalmente, [Una banda de punk
llamada] Rattus comienza recordando a Mario Montalbetti sobre la acción de
recurrir mediante la memoria a un hecho pasado que forma el presente. La obra
que vio la luz con el equipo de Grafógrafxs
vuelve a la metalectura trazada en libros anteriores. En esta ocasión un
personaje, S., discurre en torno al hito: «Cuando la muerte de S. no puede
distinguir entre un acontecimiento / y el acontecimiento de la imagen del
acontecimiento / la arquitectura lírica chilla de avidez / [...] Es el
movimiento, el material / no los sustantivos, sino los pequeños retrasos donde
S. puede ser cualquier cosa» (10).
A través de la técnica del sampleo,
detallada en la última página, diferentes citas (especialmente, musicales)
conforman un texto en el que palpita nuevamente el recorrido urbano:
A esto me rindo:
dibujo el plano de
un lugar a partir de sus cicatrices
lo llamarán Suburbia
y es perfecto
mezcla las
palabras suburbio y utopía (13).
La
alusión a la película Suburbia, La Rebelión de los Punks va de la mano
del año 2008 en que el personaje S., diez años antes de la escritura de
Paniagua con el apoyo del Fonca, se encuentra en la ciudad; a sí mismo, quiero decir.
No por casualidad, pues, Paniagua ha
aparecido en numerosos medios nacionales e internacionales. Acérquense. Pueden
leerlo en Tierra Adentro o Círculo de Poesía.
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