Hace unos meses,
gracias al curso sobre LIJ que organizó la Universidad de Alicante con Amigos del libro,
me di cuenta de que el Berrinche de Moctezuma (Ekaré, 2022) recibía el Premio Fundación Cuatrogatos 2023. Enseguida lo pedí a la biblioteca. En el marco del
proyecto CORPYCEM,
por la recuperación de numerosos motivos precolombinos, por el humor y por la
constante y precisa lírica que integra el texto en relación con la imagen se
debe llevar al aula.
Justo en el aula
surgió una pregunta sobre el libro ilustrado y el álbum ilustrado. Sin duda, en
mi opinión, estamos ante lo primero debido a que la obra no se entiende sin el
texto, de Nuria Gómez Benet (Ciudad de
México, 1959). No obstante, la trama se articula de manera coherente y con la
fuerza plástica de la cultura originaria que encarna en sus ilustraciones Santiago Solís Montes de Oca (Ciudad de México, 1982). Incluso, como parteaguas de
la obra, en el centro de la misma, se dejan unas páginas sin texto cruciales
para el desarrollo de los hechos. En ellas se oxigena lo narrado, se da espacio
a que suceda, como elipsis, lo que esperamos al leer y poner fin a El berrinche de Moctezuma. Sin embargo,
insisto en la preminencia del texto; de ahí que lo comentemos como libro de poesía.
Durante las veces que leí el libro,
con mi hijo, reparé en la dinámica que llevó a cabo sobre tal obra la
referencia fundamental para la LIJ que es Adolfo Córdova. A través de Mónica Ruiz llegué a muestras como esta, sobre la viveza de aplicarlo de manera
didáctica, como el más claro ejemplo de docere
delcetare.
En su perfil de Instagram (@cordovadolfo) se da
cuenta de la experiencia de lectura. Y en su ya mítico blog, Linternas y bosques, encontramos
las reseña que Adolfo Córdova publica de este libro; de la cual destacamos el
rigor, en dinamismo y la pertinencia de los detalles en los que se fija el
mexicano, como es la serpiente que ilustra la cubierta. Dice así Córdova:
Con su cuerpo largo de soga, la serpiente aprieta
(como se ve literalmente desde la portada) las transiciones dramáticas entre
las escenas. Su carácter, estresado y diligente, me recordó al de un dibujo
animado. Como soy de la misma generación que Santiago Solís no pude evitar ver
a Zazú, el mayordomo en «El Rey León», y también a otra serpiente de compañía
inolvidable: la muy letrada Crictor de Tomi Ungerer (Harper Trophy, 1931).
El vasto
intertexto motiva numerosas relaciones entre tiempos y espacios. Este poema fue
publicado también por Leticia Jiménez hace
unos veinte años, en la colección infantil de poesía Verdehalago. Lo sabemos
por la mencionada reseña, que nos lleva al texto de Gómez Benet.
La cantidad de referencias germina
un riquísimo texto pese a su brevedad. La historia se puede resumir en un par
de líneas: el emperador mexica está enfadado y el pueblo busca la solución en
el chocolate. Algo que sigue pasándonos como sociedad siglos después.
En versos de ocho sílabas se oye el
ritmo de los tambores, de la preparación del cacao, de la sangre de Moctezuma. Con
rimas consonantes y, sobre todo, asonantes, para nada forzadas, conviven en la
misma página símbolos como el caracol o enclaves como el Templo del sol con
expresiones tan atractivas para el alumnado como “¿Qué mosquito le ha picado?”.
Para conocer la cultura originaria,
un glosario, al final, detalla el significado del tambor teponaxtle o teponaztli,
el tlatoani o gobernante que tiene la
palabra y el término que sin duda forma parte del día a día: chocolate, del náhuatl xocolátl. Los turnos de palabra, los
deseos y el control de la ira serán tratados más adelante en un trabajo sobre
poesía y conflicto en México; pues, a pesar del humor que impregna El berrinche de Moctezuma, no deja de
reflejarse el enfado de quien tiene el poder. La pregunta entonces es obligada:
¿a qué se debe el berrinche de Moctezuma?
Eso puede dar para otra historia.
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