Zoología poética |
Zoología poética (UNAM, 2014) es una selección poética de Lilian Álvarez Arellano que reúne poemas y fragmentos de José Rosas Moreno, Manuel Gutiérrez Nájera,
Amado Nervo, José Juan Tablada, Bernardo Ortiz de Montellano y Jaime Torres
Bodet. Todos los textos tratan de animales y (aunque quizá sus autores no los
escribieron con este objetivo) están destinados a los niños.
Los poetas de este libro (todos
hombres, por cierto) no forman parte de la poesía mexicana contemporánea, pero
es una edición reciente que está orientada a un público desatendiendo habitualmente
como es el infantil. La selección y la presentación del libro están a cargo de Lilian Álvarez Arellano: doctora en Filosofía por la Universidad de Harvard e investigadora del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, así como editora de la colección «Xoc na» para niños y jóvenes, la cual se presentó ayer en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería.
Zoología
poética demuestra la animalización del género literario. Es un buen libro
para leerlo con nuestra prima, hijo o sobrinos un domingo en el parque, en voz
alta, comparando las ilustraciones (que coordina Mercedes Flores Reyna) con la
realidad, la naturaleza.
La mayoría de los animales de esta
muestra poética son aves, algunos textos se acercan a la adivinanza (35) y
otros al haiku (37). El poema de las gaviotas de Bernardo Ortiz de Montellano
(1899-1949) conjuga las características de estos versos de arte mayor, con rima,
léxico sencillo, imágenes plásticas, interrogantes, exclamaciones y metáforas:
Gaviota del mar, unciosa y leve,
espuma ilusionada ¿dónde irá?
alada y sola toda nieve
¿a qué región divina tornará?
Amor, lirio con alas, ave mía,
no te vayas tan pronto de mi hogar:
gaviota que en el viento se confía
¿quién la verá tornar…?
Gaviota luminosa, estrella pura,
¿a qué lejanas playas marcharás…!
Vuelve, signo de paz,
que hace falta a la noche tu blancura (45).
Otro animal básico del imaginario
poético-mexicano es el cenzontle (13). Hay algunos que aparecen varias veces: golondrinas
(16, 20), ruiseñores (14, 21, 51, 52), alondras (21, 27 y 53), abejas (19, 30),
mariposas (22, 33), canarios (28, 50) y monos (37, 47). El único texto que
reconozco creado conscientemente para los niños es «Alondra…» (27) de Amado
Nervo.
Entre los poetas antologados destaca
José Juan Tablada, el autor que más textos presenta. Por otro lado, echamos en
falta al mejor poeta mexicano, a Ramón López Velarde; aunque posiblemente su
texto dedicado a las hormigas sea demasiado complejo para un lector infantil
(el cual todos deberíamos de tener). A este insecto lo suple, sin embargo, «El
caballo del diablo» (31), una hormiga con alas.
Respecto a la literatura infantil y
juvenil cabe destacar el próximo número de la revista América Sin Nombre,
dedicado a la LIJ en Hispanoamérica. Asimismo, no podemos olvidar un clásico de
la literatura mexicana para los que se inician en la lectura y sus
posibilidades. Hablamos de las adivinanzas que recopilan María Teresa Miaja de
la Peña y Mercedes Díaz Roig (con ilustraciones de Iliana Fuentes) en Naranja dulce, limón partido. Antología de la lírica infantil mexicana.
Y más recientemente, podemos mencionar María la Monarca (Castillo, 2015): una nueva defensa ambiental del michoacano Homero Aridjis.
Este tipo de publicaciones rescatan
textos y poetas que nos dejaron hace cien años y acercan la poesía de los
animales a los niños. La investigación en poesía mexicana también debería de
seguir abordando estas lecturas.
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