Imagen de Poetas Siglo XXI |
Ismael Velázquez Juárez
Ismael Velázquez Juárez (Ciudad
de México, 1960) es un poeta visual, integra las artes plásticas en sus textos.
Salvo Arte de beber (Cal y Arena,
2010) y Where Do We Go From Here
(bongobooks, 2014), el resto de sus poemarios están disponibles en el Archivo de Poesía Mexa: Producto Interno
Bruto (Editorial Foc, 2012), Lugares
y no lugares para caer muerto en Richard Brautigan (Herring Publishers,
2014), Bulldozer (Palacio de la
fatalidad, 2014), Sea un arma (Centro
de Cultura Digital, 2014) y Esto no
significa nada (Palacio de la fatalidad, 2015).
A diferencia de lo que podríamos
pensar por la escasa presencia que tiene el poeta en las antologías o cánones
institucionales, Velázquez ocupa decenas de referencias digitales. Recogemos
solo algunas: la muestra visual de la revista cultural Ventana Latina; algunos de sus poemas en la revista de poesía Celofán,
en El humo,
Crítica,
Vozed
o Jámpster;
tres artefactos verbales (que conjugan imagen y un breve título al respecto) en
Zona No Verbal; una breve entrevista seguida de algunos textos en Letrina
o Terraplén, una serie
de Collages en Mexico
City Lit o en Boekvisual; así
como en su blog.
Más allá de recoger y difundir su obra, pocos les dedican unas palabras.
Destaca Avril Blanco en el trabajo que publica en Bitácora de vuelos y Tierra Adentro, donde viene una completa entrevista de respuestas cortas y
directas. Dice Blanco: «La poesía de Ismael Velázquez combina la parquedad de
la extensión; también a veces roja como un trozo de carne cruda». Esta carne
cruda cuesta de digerir, pero es el rico manjar que nos da energía después de
un tiempo masticando lo mismo.
Producto
Interno Bruto (2012) es un libro de poemas-objeto. Se divide en tres
partes: «Palomas y dinamita», «Oxidaciones» y «Combustibles», con nueve, diez y
quince poemas para cada una de las imágenes que introducen la tríada. En primer
lugar, una pistola acompaña escenas domésticas que explican la poética de
Velázquez, tal como se ve en la cubierta del libro, obra del autor y de Sandra
García. Seguidamente, las imágenes sugieren el abandono involuntario de un
pasado: «un desvalijado taxi envejece / en el patio de la casa» (19). Por
último, un clavo sostiene un pequeño paquete de fósforos cuyas cabezas son
nucas humanas. ¿Un retrato de la indiferencia como engranaje de la sociedad?
Lugares
y no lugares para caer muerto en Richard Brautigan (2014) se compone de
treinta y siete poemas y un epílogo de Ricardo Castillo, para quien «el humor
negro, escondidizo por naturaleza, asoma puntual y oportuno en el libro con su
media sonrisa de ironía y paradoja» (54). El libro, esta vez sin imágenes (al
menos convencionales), está dedicado al escritor estadounidense de la Generación
Beat que se pegó un tiro en la cabeza (de nuevo aparece la pistola, generando
así una especie de poesía negra), tal como se explica en la nota que abre el
poemario; con fechas erróneas, por cierto, ya que si «murió un viernes 14 de
Septiembre de 1984» (9) y su «cuerpo fue encontrado 11 días más tarde» (9), no concuerda
con lo que dice su biografía y el poema XI: «el 25 de octubre de 1984 /
encontraron mi cuerpo muerto» (23). Así pues, Velázquez describe el suicidio de
Brautigan (1935-1984) y los más de cuarenta días que tardaron en encontrarlo
con una fuerte carga pesimista y crítica con la sociedad de consumo y la pereza
comprometedora. Lo hace en boca del muerto, desde el otro lado, ya sin su
mítico sombrero, en primera persona, a través de las conjeturas (lugares y no
lugares) que acompañan a los afectos
personales del cuerpo frío. Es un irónico canto a la caducidad de lo sagrado.
Recrea la infancia del estadounidense para justificar en algún caso la suya
propia, su poética de lo a priori
insignificante. Existe un equilibrio entre la continuidad de las
banalizaciones, que están reforzadas formalmente por la ausencia de puntos y
mayúsculas. La reflexión y la brevedad de sus textos podrían acercarlo al
género aforístico que conformarían su libro Arte
de beber (Cal y Arena, 2010):
XXII
no es que los muertos
estén siempre
en reposo
es sólo que ignoramos
sus actividades (2014: 34)
La chispa de
algunos comentarios se torna algo repetitiva y previsible, quizá contagiados
por la decadencia. Sin embargo, es difícil lograr el estilo claro y jugoso de
este poeta peculiar, consiguiendo un relato cinematográfico, cuyas imágenes
verbales analiza el ya mencionado Ricardo Castillo.
Bulldozer
(Palacio de la fatalidad, 2014) es un libro lleno de poemas que son objeto o imágenes
poéticas cuyo contenido (texto y fotografía), en relación, genera un significado
alterno. Se divide en tres apartados: «I. accidentes para matar el tiempo», «II.
cada cosa sin su lugar» y «III. la realidad no existe». Destaco un poema objeto de
esta tercera y última parte: los dieciocho timbres de la «POETERÍA», donde
viven la «POERCA», el «POEXENETA» o la «POERDIDA». Así lo muestra este video:
Las reflexiones
sobre los objetos se distribuyen en la superficie de estas imágenes donde caben
versos en español, inglés, francés o portugués que recuerdan a los caligramas
de la vanguardia. La lectura en la pantalla nos mete en esa atmósfera
irreverente donde la frase «“LIFE IS AN IMPORTANT THING !”» (11) va empequeñeciéndose
y se aleja como una distopía de la obra que edita Paraíso perdido (Palacio de
la fatalidad).
Sea
un arma. Manual de autoayuda contra sí mismo (2014) es el cuarto libro que
publica en 2014. La imagen de un hombre, de espaldas, en plano americano, con
las manos atrás, sin llegar a verse más que las mangas largas de una camisa o
chaqueta blanca, fina y arrugada en cualquier caso, se repite el mismo número
de veces que días tardaron en hallar muerto a Richard Brautigan: 41. Encima de
este antirretrato en el que podríamos estar cualquiera vienen frases breves que
se sirven del paréntesis para conseguir la plurisignificación y la precisión
léxico-visual de Velázquez. El prólogo es del también poeta mexicano Roberto
Cruz Arzabal, quien critica las piezas de un libro que parodia los manuales
de autoayuda con preguntas inútiles en forma de meme, destacando finalmente «la
sonrisa amarga del moralista fuera de foco, del comentarista ácido de una
realidad en la que la autoayuda es un maquillaje mal aplicado» (9). De nuevo la
lectura en la versión digital sostiene con éxito la imagen fija variando solo
el texto. Esta ventaja (junto a la ausencia de índice o paginación) nos hace
suponer que el autor lo escribió pensando que la mayor parte de las lecturas de
su obra se llevarían a cabo en un canal distinto al del papel convencional. Hay una
frase o artefacto o poema visual u objeto o pieza −como queramos llamar a los
textos/imagen de Velázquez− que, me parece, define su poética apocalíptica y
cínica: «DEJE DE TENER ESPERANZA / MEJOR / TENGA GRACIA» (20). Aunque prima la
función fática, la agudeza verbal no está exenta de la expresiva y de la
referencial. La continuidad del eje narrativo vuelve a terminar con el mismo
verbo que cerraba Bulldozer: «Espere»
(58); y ahora en Sea un arma: «[...] Siga esperando» (52), junto a la última
imagen, la misma que las otras cuarenta, pero ahora sin texto. Póngalo usted,
aunque con las manos cruzadas, detrás, no podrá hacer nada.
Esto
no significa nada (2015) continúa la línea pesimista que personalmente
tanto me divierte. Los caballos, que venimos de los monos, las cerillas, los
cuchillos o la absurda existencia concluyen de forma circular la poética de un
artista visual que cierra así el poema que da título a este libro: «[...] de
acuerdo al plan / todo se cae / a pedazos / no significa nada / no importa / no
termina» (28). Habla de la ciencia y de las verdades, aunque estas no existen,
según defiende el autor en lo que escribe y lo que dice. El hecho mismo de
reconocer socráticamente la insignificancia de la poesía le otorga con razón
unas expectativas que cumple con creces. Un descubrimiento, este Ismael
Velázquez; pese a la muerte. Y gracias a la red:
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