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Maricela Guerrero
Maricela Guerrero (Ciudad de
México, 1977) es autora de algunos de los poemarios que se encuentran en el Archivo de Poesía Mexa: Se llaman nebulosas (Conaculta, 2010), El tema de la escrofularia (Editorial
Piedra Cuervo / La Esquina, 2013) y Kilimanjaro
(Mano Santa, 2011).
Podemos encontrar poemas suyos en las revistas Crítica o El Humo, así como en la Antología mundial de Fernando Sabido Sánchez. Destacan sus
colaboraciones en Letras Libres o Tierra Adentro. Mónica Maristain publica en Sin Embargo una de las pocas reseñas de la obra de Guerrero, a
quien entiende que «hable de la poesía como de la supervivencia y una bomba
para dinamitar el lenguaje». Al final de esta nota viene una entrevista. La
autora de los libros que comentaremos brevemente considera que la poesía «[p]uede
ser un artefacto para deschongar bestias desde las entrañas, podría ser un
antigripal, un antihístaminico, un sostén, una cosa viscosa y fría que tocas
por las noches cuando duermes solo y te dan ganas de chillar». Esta
heterogeneidad enriquece su fluir discursivo.
Se
llaman nebulosas (2010) se
compone de cuatro partes: «Acumulaciones», «Anamnesis», «Nebulosas con clavos»
y «Hoja de lata». La segunda de ellas, «Anamnesis», recuerda inmediatamente al
poemario homónimo con el que Clyo Mendoza debutó recientemente en la poesía. En el caso de Guerrero, la
reminiscencia la vertebra una serie yuxtapuesta de sustantivos con fuerte carga
semántica precisamente por la enumeración que les otorga la homogeneidad de la
imagen mental. Así dice la breve prosa de «Escarchas» con remitente al hijo y
ejemplo del tono surreal que va conectando las partes del poemario: «He visto
galaxias, nebulosas de clavos acechando tu cama: escarcha en las sábanas y
colibríes en picada» (49). De José Alfredo Jiménez a la Biblia el lenguaje
compone un cuadro doméstico desde distintas reflexiones. La enfermedad y la
reiteración visual y sonora ambientan esta niebla anónima que se clava cómo
cónclave calvo (66).
Kilimanjaro
(2011) está dedicado a varios poetas coetáneos entre quienes creemos distinguir
a Jorge Esquinca, Luis Alberto Arellano, Tedi López Mills, Karen Villeda y
Hernán Bravo Varela (5). Esta compacta masa verbal es el término, el fin o
la boca de una maquinaria cuyos engranajes brillan por el aceite con que fluyen
palabras hasta entrar perforando en la razón humana. Desde arriba de este
tornillo todo se ve más pequeño y mejor. Con esto queremos decir que la lectura
de Guerrero engancha con fuerza aun cuando la comprensión queda en un segundo
plano. En esta visión una vaca preside los caminos que dan aroma. Este
continente rizomático de términos y principios es el monólogo de la sociedad
contemporánea que habla de todo sin decir nada.
El
tema de la escrofularia (2013) es una edición electrónica con solo 50 ejemplares
en papel. La cubierta la diseña Amaranta Caballero. A la planta de la
escrofularia, por supuesto, le acompaña un pájaro risueño. Vemos expresiones
populares, también en otras lenguas, preguntas retóricas y hasta la influencia
de Estados Unidos perfectamente de actualidad si pensamos en el personaje
Trump. Me parece que el texto más mordaz es «Sín título, volumen I, preguntas»,
donde recoge las preguntas de una encuesta tan absurda como real. Me quedo con
la 17: «¿Cuándo fue la última vez que se bajó los pantalones» (28). Así termina
el poema que cierra el libro y nuestra lectura, «El tema de la escrofularia again»:
[...]
El hígado comprometido
es la música de lo que pasa:
histaminas:
aparecen desaparecen:
a galope con la bestia debajo de la escalera
con el columpio:
Racimos de mariposas blancas y hambrientas:
ése es nuestro compromiso:
aleteos:
catástrofe y reconstrucción (47-48).
Maricela Guerrero
ofrece un texto sólido y cercano a esa parte más interna del poema que se
preocupa por la poesía misma, que siempre es distinta, según vimos en Artes poéticas mexicanas. Las prosas remiten a un universo tan personal que,
por ello, confrontan la dimensión social.
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