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Rodrigo Flores Sánchez
Rodrigo Flores Sánchez (Ciudad de México, 1977) es autor, entre otros
poemarios, de Estimado clientes
(Bonobos, 2007), Zalagarda (Mano
Santa, 2011), Tianguis (Almadía,
2013) y, en coautoría con Dolores Dorantes, Intervenir
(Ugly Duckling Presse, 2015), cuya edición bilingüe ya comentamos el domingo
pasado. Todos estos libros están disponibles en el Archivo de Poesía Mexa.
Según la semblanza curricular que
ofrece este portal abierto de poesía mexicana, Flores Sánchez «se dedica a
corregir erratas ajenas y a engendrar las propias». Esta humilde virtud tiene
que ver con su tarea como traductor, además de que su obra haya sido llevada a
más de cinco lenguas. Asimismo, el fundador de Oráculo. Revista de poesía (2000-2009) destaca por integrar el
libro de ensayos sobre el que para muchos es el mejor poeta mexicano, según
vimos a principios de año; nos referimos a Deniz a mansalva (2008). Además de sus colaboraciones en Tierra Adentro o en Transtierros, en la red podemos encontrar poemas de Flores, desde Vallejo & Co., a Las afinidades electivas / las elecciones afectivas o las revistas Lecturas o Crítica, así como el blog Nueva Provenza, con selección de la también poeta mexicana Inti
García Santamaría.
Después de Baterías (2006), Estimado
cliente (2007) es el segundo poemario de «Rodrigo Flores Sánchez y sus
compinches». Esta marca ya nos augura un sentimiento de escritura grupal y en
relación con la música o la pintura. El lenguaje de quien confiesa ver porno o
del que reproduce la cantinela de los vendedores del metro en la ciudad más
poblada da ritmo a unas postales de la miseria humana en forma de prosa. El
autor contagia su «fascinación ante la grandeza de las cosas más sencillas»
(23). El texto empieza con un punto y la numeración es un uno en romano que se
suma a otro para dar dos y así sucesivamente, tal como hacíamos cuando éramos
niños y no entendíamos que el pasado pueda seguir en el presente. La tercera
parte del poema «esto», por ejemplo, reflexiona sobre la poesía desde la
poesía, según vimos en Artes poéticas mexicanas, a la vez que cita al
novelista español Javier Cercas o al DRAE de 1803. La desacralización de la
poesía sería el motivo de las intervenciones que con Dorantes llevará a cabo en
Intevernir. La distancia entre países
y la migración ya preocupa a quien parece que escribiera una carta de
reclamación (que no de recomendación) a quien lee y compra (si aún se diera el
caso) poesía; estimado cliente que sabe leer desde el lenguaje desarticulado: «(sin
CrEuladd sin eRPErseNtcaiÓN)» a estrofas curvas tan cuidadas por Bonobos como
la forma anemone de la contracubierta de Jorge Solís Arenazas.
Zalagarda (2011), también presente en ISSUU,
como es habitual en los trabajos de Mano Santa Ediciones que dirige Jorge
Esquinca, deja a un lado el verso estrecho de su libro anterior y se compone de
prosas breves sobre la escaramuza de quienes se pelean a galope: podríamos decir que eso es la poesía. Atiende así, suponemos, al conflicto de intereses que rodea al
oficio lírico en este país, a caballo entre EUA y América. La ambigüedad de la
rutina se deforma con humor. «Mut(ila)ción» da buena cuenta de la (d)escritura
musical:
Escucho nuevamente Drumming. No hay historia o melodía o cuadro completo. Se distingue
una textura rítmica cuyas pequeñas variaciones crean una nueva configuración.
Son las discontinuidades y las fracturas y los pliegues los que otorgan sentido
a la música (13).
Sus textos
funcionan de manera independiente, como un cuento, una minificción, pero no
pierden el hilo conductor de la abrumadora sociedad de las imágenes de la
cultura. De un monje medieval o los Naufragios
de Cabeza de Vaca a masas textuales sin puntos que tratan de cuestionar la
costumbre humana, Rodrigo Flores construye un collage de imágenes sensoriales donde sorprende el gusto entre
corchetes que venderá en la calle (¿también de influencia árabe?) de su próximo
poemario.
Tianguis
(2013) rememora la exuberancia de los mercados mexicanos que ya observaron
Bernal Díaz del Castillo o Pablo Neruda. Una «Bella epístola a manera de
presentación» da paso a las cinco partes que integran este poemario visual por
las ilustraciones y las coloridas descripciones: «Cameraman», «Testimonio
flaviano», «eSPAsMo», «Doppelgänger» y «Dos epístolas concluyentes donde se
explica el fundamento de la primera ley de la termodinámica», seguidas de «Apostillas
o la poda». Encontramos frases breves que no pierden el lirismo y lo acercan al
aforismo: «Mirar es morir» (32). Los mercados callejeros son el escenario en el
que las prosas narrativas capturan las relaciones personales y sociales. Destacan
igualmente los juegos verbales que atraen como un mensaje malintencionado (de
contenido sexual, generalmente) sobre algo nimio: «eSPAsMo». El sujeto poético
encarnado por un personaje real ya aparece en «Retórica», poema protagonizado
por el camarógrafo argentino Leonardo Henrichsen (29-34), sin embargo,
este recurso tan común en la última poesía mexicana, por influencia quizá de Francisco Hernández y semejante a lo que hará Christian Peña, ocupa la que me parece que es la parte más sólida de Tianguis: «Doppelgänger». En estas
prosas en segunda persona sobre detalles de lo que podemos encontrar en un
peculiar rastrillo de espacios y tiempos de segunda mano, el pintor flamenco Rogier
van der Weyden ocupa los textos acompañados de fotografías en una triple
relación de desdoblamiento, imagen y narración. Así termina «Caja negra»:
escucha son los sonidos de la tragedia. Torre de
control
– victormarcharly, ¿me escucha? De fondo, se escucha
la alarma de los flaps. Diosito. Easy
Denis, Easy…
Saliva Luego estática (118)
Es una forma de
trasladar el tono autobiográfico de «los cuerpos intervenidos por la muerte y
la violencia» (122). Una distancia. Una tachadura que estudiamos con Higahsi.
Su trabajo más reciente es Intervenir (2015), del que ya hablamos apropósito de Dolores Dorantes. Así pues, estamos ante un poeta formado en
Comunicación que hace gala de sus dotes para transmitir un mensaje dotado de
peculiares registros líricos, tales como el son irreverente o el trampantojo
cívico. Pese a no ser el más conocido de su generación, sus libros garantizan
disfrutar con textos ajenos a la solemnidad y a la repetición, que no
reiteración. Terminamos con su participación en el Antiguo Museo de la Poesía
Contemporánea:
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