entre el recuerdo y el olvido
Eduardo
Langagne (2014: 72)
Verdad posible (FCE, 2014) es uno de los recientes libros de Eduardo Langagne (Ciudad de México,
1952). En estos cincuenta y pico poemas breves, el ganador del Premio
Aguascalientes en 1994, conjetura el devenir de la lírica sin desatender el
poso cultural de la segunda mitad del siglo xx.
No conocía al excelente conversador
que es Langagne hasta que hace unos años lo vi en la Feria del Libro del Zócalo.
Me enganchó la cercanía de un discurso que en ningún momento desatendía las
referencias clásicas del género literario que nos ocupa. Estos días releo su obra
y me doy cuenta de la capacidad que aún tiene la lírica para mostrar sin
alardes superfluos las posibilidades de la escritura.
Verdad posible se divide en cinco
secciones: «Fotos en la portada», «Amigas misteriosas», «Árbol, hijo, libro», «Canción
del viaje» y «Oficio». Quien empezara recibiendo el Premio Literario Casa de
las Américas por su poemario Donde habita
el cangrejo (1980), en Cuba, destaca por su lucidez lúdica para explotar el
lenguaje en su mínima extensión. A Xavier Oquendo Troncoso en La Estantería, este recurso le recuerda a Ernesto Cardenal. Por su parte,
a César Benedicto Callejas, en Cisterna de Sol, le parece «honesto». Dicha coherencia se advierte en la
narración de una serie de vicisitudes, reales o no, que uno de los traductores de
Pessoa extrae de la conocida portada (Sargento Pimienta) del disco de Los
Beatles. De esta manera sitúa en México (Teotihuacan, Oaxaca o Acapulco) a
personajes que permean en la generación de los cincuenta y que, pese a la
nostalgia y, a veces, hasta la melancolía, se atisba un color para la
esperanza:
[…]
¿Y cuál es la que busca a una hija extraviada en la
frontera?
‒Si creemos que lo único que ha perdido es la juventud
estamos equivocados‒.
La muchacha que en la foto no sonreía
es la única que está sonriendo ahora (34).
La memoria que
despierta una fotografía y la complejidad de las fronteras conectan con la
poética que veíamos en Balam Rodrigo. El habla coloquial dialoga con el verso clásico que pocos
(pensamos en Fernando Fernández) se atreven a recuperar. La oralidad tiene en sus referentes,
también para México, a Violeta Parra. Las metáforas se van desplegando con una
voz que va de la primera a la tercera persona, pasando en ocasiones por la
segunda, y conectando directamente con quien lee y alcanza ese tema universal e
infinito que es el paso del tiempo en el manriqueño modo: «Y aquí vamos / al
encuentro de un mar / que es el sueño de todos» (90).
Podemos leerlo en Latin American Literature Today, Lexia, Círculo de Poesía o en su reciente No todas
las cosas: antología personal, 1980-2015 (2016). El director de la Fundación para las Letras Mexicanas ancla con rigor
y pulcritud lo que supuso la poesía mexicana y lo que puede, cada vez con más motivo,
ser.
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