La canción del alba (Parentalia, 2018) es obra de Leticia Luna (Ciudad de
México, 1965). Se trata de una plaquette que renueva ese instante de la
lírica tradicional en el que amantes se separan al tiempo que apuntala algunos
de los símbolos que ofrece la poeta mexicana en los más de veinte años de trabajo,
según vimos en Fuego azul.
Carlos
Adán reseña en Bajo Palabra los diez poemas que componen la primera parte, homónima, de «La
canción del alba», y la segunda, «Del manantial secreto de la lluvia». Según
Adán La canción del alba:
es
una breve selección de textos escritos sin falsas poses, ni pretensionismos de
pirotecnia de circo, recurso muy presente en algunas poetas recientes. Son
poemas sencillos que rinden homenaje a la tradición, ahondan y celebran el amor
y la sensualidad. Están compuestos en una variante libre de esa forma métrica
casi olvidada que es la Silva: versos compuestos de heptasílabos y
endecasílabos, en este caso sin rima. La Silva, como muchos saben, es la más
moderna de las antiguas figuras de construcción, pues representa la transición
hacia el verso libre moderno.
Los poemas de la primera parte (de diez
versos) arrancan de esta famosísima ópera de Giacomo Puccini que será motivo en
ese mismo año de obras como la de Juan José Millás, Que nadie duerma (2018):
Il
principe ignoto:
Nessun
dorma! Nessun dorma!
Tu
pure, o Principessa,
Nella
tua fredda stanza
Guardi
le stelle
Che
tremano d´amore e di speranza.
Ma
il mio mistero è chiuso in me,
Il
nome mio nessun saprà!, no, no
Sulla
tua bocca lo dirò!...
All´alba
vincerò! (3)
Además del sonido, del ritmo, que se
advierte a lo largo de La canción del alba, los motivos, los temas y los
símbolos de esta quedan representados en la ilustración de Gerardo Torres. Tal
convivencia de lo oral y lo visual la demuestra, por ejemplo, el arranque del
tercer poema: «Horas y eras de voluptuosidad / asida; amaneciente, primigenia,
/ me vuelves a fundir / en ojos, pies y entumecidas manos» (7). La paronomasia
del tiempo (horas) y el espacio (eras) construyen la imagen
mental del deseo. La transformación del cuerpo de la noche al día persigue
incluso esos cánones de belleza clásicos de los que también bebe el verso, como
decía Adán, de once y siete sílabas. Es el erotismo máximo de la naturaleza en consonantes
que tienen el mismo sonido en la palabra aguda: «tu falo adquiere mi vocación
de orquídea» (8). Y esta cosmovisión, fuertemente ligada a lo vegetal, no
abandona la poética de Leticia Luna: «en un rito lunar, solar, de vida» (9),
que recuerda a esa Música solar (1984) y Música lunar (1991) de Efraín Bartolomé, poeta también ligado al bestiario, desde Ojo de jaguar
(1982). Dicho animal se rebela y revela, dice La canción del alba, «en
el códice pétreo de la piel del jaguar» (19). Son recuperaciones que debemos de
estudiar también en Elsa Cross,
autora de Jaguar (1991).
Luna,
autora de El amante y la espiga (La Cuadrilla de la Langosta, 2005), logra
un poema de amor que arde en todos los sentidos «como el furor que al alba nos
desgrana / con ebriedad de espiga» (11). En el poema que precede a los versos
citados se encuentra posiblemente el clímax; pues concentra los elementos
descritos y parece dialogar en la actualidad con Puccini:
VI
El
amor es ahora imaginado
por
un alma famélica
que
escucha con voz sacra:
tu
ópera divina
en el teatro del mundo
Tu
voz suelta su polen
y
entre mis pétalos mojados, canta
da
nacimiento al junco de la orquídea
que
silba y salva en la quietud del tallo
trina
y danza nuestra canción del alba (10)
El espacio calderoniano que se ligará con
el urbano queda desplazado en el quinto verso; y, de nuevo, la orquídea, «que
silba y salva [...] / trina y danza nuestra canción del alba». El amanecer
abandona los instintos más salvajes y agrestes para despertar «En la ciudad de
viejos terremotos» (13).
En
la segunda parte, «Del manantial secreto de la lluvia», se parte de un epígrafe
de Enriqueta Ochoa, que tan presente está en la obra y en los homenajes de Leticia
Luna: «¡Oh certeza del alba!, / hora deslumbrada en que se desborda
el misterio, / se agrupa la molécula / y la célula es. / A
imagen y semejanza del amor...» (15). La materia se forma por el contacto.
Escuché
a Leticia Luna en Puebla, en 2015, en el XV Congreso de Poesía y Poética de la
BUAP. Allí me sobrecogió su aura y su energía para hablar, entre otros
proyectos, de una antología de poemas sobre el terremoto que quedó sin
publicarse. Ahora seguimos leyéndola en la Universidad de Alicante en el
proyecto CORPYCEM.
Carmen Alemany Bay trabajó las recuperaciones precolombinas en la poesía visual de Lengüerío (2018), a raíz de Roberto López Moreno, y próximamente se publicará una entrevista al respecto.
Pueden
disfrutar de La canción del alba en El Golem, La Jornada
de Zacatecas o en las palabras de Fabián Muñoz para La Jornada
de Aguascalientes.
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