Alma Karla
Sandoval (Zacatepec, Morelos, 1975) y Denisse Buendía
(Cuernavaca, Morelos, 1979) son escritoras estrechamente ligadas al movimiento
feminista que tanta fuerza está logrando en México. En este sentido comentamos
dos de sus recientes publicaciones, a cuatro manos, que vieron la luz en la editorial
Infinita a finales de 2019: Vocabularia y Feministario. Ambos
trabajos, con ilustraciones de Idalia Candelas (y también Mafer Rejón, en el
segundo título) y diseño editorial de Daniel Zetina, fueron subsidiados por el Instituto
de la Mujer para el Estado de Morelos.
Si Elisa Díaz Castelo se decanta por
el término femenino que nos da origen en su ópera prima, Principia,
las autora morelenses establecen una lengua que reivindica un género tan
velado y maltratado históricamente a la hora de comunicarnos. Se traza así un
inventario, un diccionario, un léxico; a la manera de Karen Villeda en Tesauro
o Isabel Zapata en Las
noches son así.
El compromiso y la cercanía de
Denisse Buendía con lo que tradicionalmente conocemos como poesía social, tal
como vimos en la muestra que coordinó en Aquí
se las llevan. Poemas desde la resistencia. Antología de mujeres poetas de
Morelos (Lengua del Diablo Editorial, 2018),
evoluciona ahora hasta dar un nuevo sentido a los vocablos que hemos venido
usando, pues la realidad ha cambiado. Son diferentes las cosas a las que
se refiere el significante, podría decir Foucault.
Vocabularia se compone de
unos ciento cincuenta términos ligados al movimiento a favor de la «igualdad de
derechos de la mujer y el hombre» (así define feminismo la RAE). Las autoras,
Sandoval y Buendía, respectivamente, presentan el deseo por renombrar: «Vocablos
propios porque el feminismo también es un lenguaje como casi toda práctica que
no logra deshacerse de un argot compuesto de pliegues, sinónimos, antónimos; de
sujetas que performan y de esas travesuras identitarias surgen nuevos
términos» (7); y «frente a las múltiples formas de expresar la violencia
femenicida, lugar, en cada territorio de lo humano, siguen haciendo falta
definiciones para nómbralas y que sea visibles, para identificarlas y erradicarlas»
(8-9).
A pesar de estar escrito a cuatro
manos, Vocabularia es un ejercicio que atiende a múltiples generaciones.
Ejemplifica la sororidad; al tiempo que da un nuevo sentido al movimiento, más
allá de la academia, a pie de calle de un país en el que están matándolas. Así
concluye la definición que le dan al feminismo: «proceso orgánico y evolutivo,
a la fecha puede sostenerse que no existe un único feminismo, sino que hay
tantos feminismos como mujeres en el mundo» (44).
A ello se refiere Aída Hernández Castillo
en Los
Cínicos: «rompen con los estilos literarios de
los feminismos académicos y los vuelven cercanos en su rebeldía, inspiradores
en sus transgresiones y retadores en sus utopías». Sandoval y Buendía
desarrollan el movimiento que en la poesía trajeron a México autoras como
Mariana Navarro en el siglo xviii
o, en el xx, Alaíde Foppa.
La crítica, el ensayo, no está
exento de humor e ironía ante palabras que logran decir lo máximo con lo
mínimo. Es el caso del «coñocimiento» (ya existente en 2016). Algunas de las
entradas (pienso en «Ecofeminismo», 34) cuentan, en lugar de con su rigurosa y
original acepción, con una ilustración de las artistas mencionadas anteriormente.
A partir de la complejidad de dicha
etiqueta, Sandoval y Buendía estructuran en Feministario los diferentes
tipos de feminismo; los cuales se organizan a partir de los cuatro elementos
naturales. Remiten, por tanto, al origen, a la existencia; a la reconstrucción
del mundo que, quizá, en América comenzó sufriendo parte de la violencia con el
colonialismo.
A la paleontología le faltaba un
diccionario de este tipo, que siga el modelo de los bestiarios, tan presentes
en la lírica actual con Maricela
Guerrero o Xitlalitl
Rodríguez Mendoza, por ejemplo. Para nombrar los
feminismos, en esta ocasión, el ensayo se dilata y dialoga con otras
referencias desde el mismo texto, para el cual las definiciones anteriores
fueron básicas; igual que para seguir leyendo poesía.
A propósito de las lenguas
originarias, de manera indirecta el feminismo defiende la vida en comunidades
ajenas a la capitalización que aún sufre la cultura. Por ello, es esta «una de
las grandes aportaciones del feminismo decolonial: darnos mapa, enseñar a
nombrar la tierra, entender que interpretamos el mundo mirando nuestro entorno
y lo que ocurre entre la gente que lo habita» (53).
Los dos libros, como decimos,
resultan básicos para aproximarnos a la poesía
mexicana contemporánea, la cual cada vez presenta de manera
explícita las vertientes del feminismo. Ambas publicaciones se enriquecen al
final con sendas series de referencias que nos permitirán seguir avanzando
allende el significado básico y superficial de los estereotipos, el neocolonialismo,
el heteropatriarcado y los micromachismos.
Estamos ante autoras que evidencian
el significado que puede tener pensar el feminismo desde la literatura: no
desde, pero sí hacia el poema breve, el aforismo, el continuum del poema
extenso, la fragmentariedad del discurso y la filosofía del lenguaje, ahora, en
México. Pienso en la labor feminista que llevan a cabo Diana
del Ángel (desde la Ciudad de México), Claudia Sandoval (en
Hidalgo) o Ale Gómez (en Puebla), entre otras, y admiro entonces la posibilidad
de unir energías a favor de un movimiento común. Este glosario lo permite. Próximamente,
seguiremos leyendo y reescribiendo con Alma Karla Sandoval y su presencia en el
proyecto CORPYCEM.
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