Un
rosario de huesos (Fondo Editorial de la Universidad Autónoma
de Querétaro, 2020) es el reciente poemario de Jorge Humberto Chávez (Ciudad
Juárez, Chihuahua, 1959): un canto del dolor más reciente que vive México, como
una muestra de la vigencia de la poesía social en esa dimensión que estudiamos
a propósito de una defensa de la habitabilidad y del cuestionamiento de lo
inefable.
Otro Premio Aguascalientes, como es Elisa Díaz Castelo, mostró el reconocimiento que se le da a la muerte en la lírica
reciente de México. Desde el Libro centroamericano de los muertos (2018), de Balam Rodrigo, gana enteros,
sin dramatismos, la ausencia de vida desde distintos puntos de vista, incluso
geográficos. En esta ocasión la frontera norte contrapone la ficción con la crónica, el
discurso periodístico tras secuestros y desapariciones, a la manera de Balacera
(2015) de Armando Alanís Pulido o En las púas de un teclado (2018) de Camila Krauss; hasta recientes libros
como Decir otro lugar (2020) de Eva Castañeda o el todavía inédito poemario de Adriana Tafoya (de los que hablaremos próximamente).
En julio, Xalbador García reseñó
Un rosario de huesos en Nagari Magazine, de donde extraigo una cita que puede invitarnos a leer el
reciente trabajo de Jorge Humberto Chávez: «El epígrafe de Benjamín Netanyahu,
primer ministro de Israel, frente a lo que fue el campo de concentración de
Auschwitz-Birkenau: “…el profeta vio huesos levantándose del suelo,
creciéndoles carne y volviendo a vivir de nuevo”, sirve tanto de advertencia como
de guía. Las palabras del político, tomadas de Ezequiel, apuntalan la propuesta
de Jorge Humberto Chávez, que se nutre de todas las geografías discursivas, de
todos los rincones vitales, de todos los silencios para dar cuenta de la
bienaventuranza de la vida que está avecindada a la muerte».
Por su parte, hace solo unos días, compartió
una nota en Siglo
Nuevo Alfredo Castro, quien concluye lo siguiente: «logra traducir el
lenguaje calavérico y subversivo del esqueleto. Se trata de un libro mortal en
el que el ritmo y las imágenes son bienvenidos gracias a la cercanía que el
poema tiene con el interior de uno mismo».
Los veinticinco poemas que integran el rosario, en su sentido religioso y natural, pues el poema resulta, al cabo, una rosa, florece de la muerte, de la ida, del vacío, de la desaparición, ya sea de un río o de un cuerpo, carnoso. Entiendo Un rosario de huesos, no como un pleonasmo de osario, sino como la implantación de una marca registrada, la muerte, que nos antecede (®) y que ya «ha sido aprobad[a] en su territorio». El poeta no solo compone una oración, fragmentaria, ritual, sino también un subgénero como el epigramático, en el poema titulado precisamente así, «Epigrama»:
Nació en una
colina frente a la estrella luminosa de texas amó y fue amado cantó y la
canción lo envolvió con su manto sus hijos lo proveyeron de fruto y alegrías
fue y vino y hoy sus huesos pensativos se enfrentan a la disolución (12)
Los
huesos son de distintas formas, pero siguen ese hilo conductor que es la
reflexión vital y literaria, cual arte poética, del yo lírico que se asienta
sobre enclaves específicos, cercanos al tono autobiográfico y al peso de la
violencia en el país.
No falta el humor, sin embargo, de
manera explícita en «La poesía vs la prosa». Se logra de este modo que la
tragedia conviva con la comedia, el tono burlón que contrasta aún más con
referencias, epígrafes, de Homero a Luis Alberto Arellano (como homenaje) pasando por José Emilio Pacheco (cuyo Premio Aguascalientes en 1969 también supuso un cambio
en su poética). Las cursivas y los extensos versos, ligados a la prosa, y al diálogo,
en ocasiones, híbrido, desembocan en una obra límpida, clara, prístina; sobre un
tema tan oscuro.
El perro como animal, la piedra como símbolo (al estilo de su cercana María Auxiliadora Álvarez), ciudades como La Habana o un «Poema nuevo», ya de los últimos, a favor de la fisión que ejercen las fronteras y, cómo no, los huesos en el símil del cuerpo, la escritura y la distancia. Estos son algunos de los versos que recuperan la sonoridad, el habla en la poesía desde el estridentismo y la neovanguardia en el sujeto poético: «contra mí ante mí conmigo / fatal irremediable constante/mente / palabras que en mi cabeza zzzzzzzzumban trrrrrrrrizan crashhhhhhhan» (35).
Podemos encontrar parte de Un
rosario de huesos en la revista La Otra o en La Razón. En este sentido, en la 19ª Feria Internacional del Libro Los
Mochis 2020, presentó su libro con Jesús Ramón Ibarra y Laura Elena González.
La sesión quedó grabada en Facebook.
Estamos ante un autor que arma el ritual
con la muerte en palabras, en poemas breves, precisos, erosionados por el oficio.
El Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes en 2013, de cuyo libro hablamos
en este blog, Te diría que fuéramos al río Bravo a llorar pero debes saber que ya no hay río ni llanto, sigue proponiendo una poética consecuente con su tradición; es
decir, además de desarrollar una línea que traza desde hace ya años, genera nuevas perspectivas para el estudio de la poesía mexicana, esta vez, a través de
un excelente trabajo editorial de la Universidad Autónoma de Querétaro.
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