Mis poemas Alt Lit (Libros del Pez Espiral, [2017] 2020) se editó hace unos meses en formato digital. Se trata de un libro de Luis Eduardo García (Guadalajara, Jalisco, 1984): ejemplo de la convivencia que existe del atrevimiento, la frescura, el rigor, la coherencia y la oscura claridad en el oxímoron que es la poesía mexicana contemporánea.
Leer al poeta tapatío es un
ejercicio distinto al que origina las entradas de este blog, donde ya hablamos de sus libros Bádminton
(2018), Una extraña seta en el jardín (2018) y 121:08
(2020). Son diferentes sus poemas por replantear la tradición como Cervantes la
novela de caballerías. Su obra, en este caso, detona la llamada Alt Lit
(Literatura Norteamericana Actual). Pese a la dificultad que parece existir
a la hora de definir esta corriente de poesía joven que no se basa más que en su experiencia
cibernética, aparentemente nimia, Luis Eduardo García caricaturiza la «moda»
ofreciendo sus poemas Alt Lit. No resulta novedosa dicha empresa para el autor
que nos ocupa, ya que suele publicar y compartir sus textos, breves, incisivos,
contundentes en las redes sociales a la vez que traza su arte poética en
diversos medios digitales.
Diego L. García, en Jámpster,
introduce algunos de los textos que integran la edición anterior, la de 2017.
Lo hace con palabras como estas: «Este Quijote de la Alt Lit que nos trae Luis
Eduardo García tiene todavía una vuelta más de tuerca: ¿hasta qué punto
seguimos disfrutando de lo banal y hasta qué punto toleramos el no disfrute de
una obra? Queremos amputar y dejar en evidencia aquello que se ha vuelto un
órgano gangrenoso, ¿o no? Qué estúpido sería caer en el moralismo de resolver
este entuerto en nombre de la heroica vanguardia prenatal».
Las fuentes de las que bebe el autor
de Mis poemas Alt Lit son compartidas con frecuencia en su cuenta de Twitter y dan una idea de la presencia
que tiene un canon alternativo, independiente, revelador en su singular poética.
La síntesis no choca, sin embargo, con la coherencia de ideas a priori
inconexas o difícilmente encuadrables en la misma página. Prueba de ello es la
también reciente publicación de Reseñas en un tweet (Grafógrafxs / Universidad Autónoma del Estado de México,
2020), donde no aparece, lógicamente, la de este libro suyo; pero podría ser
algo así: no pesa más que 1,67 MB. Deja un incómodo sabor a metal en el
vientre. Hace ruido, mientras se lee, al ritmo de la nevera que tenemos al
lado de la computadora.
El preámbulo ya es en sí un poema (contra-sobre-a
favor de la) Alt Lit:
La
siguiente es una muestra de mi producción Alt Lit. En total son cuatrocientos
veintiocho poemas, escritos todos durante el periodo de febrero a marzo de
2013. El material completo será reunido a finales de este año en el volumen
Mi abuelo es un koala estelar + Señorita Burger King (Gatitos Nazis
Editores). (9)
La
hibridez de los géneros literarios hace que en el poema funcione el texto
narrativo, cual cuento que, sin título, empieza de la siguiente manera: «Un día
me salió una verruga. / Era distinta a las demás. / Tenía ojos azules / y le
gustaba la poesía. / A veces hablábamos de Whitman / hasta el amanecer [...]» (15) para
terminar en lo más alto. Lo fantástico, de una peculiar manera, en verso o en
prosa gana verosimilitud por el lenguaje del habla, del periodismo, de las
notas que podrían compartirse en el peculiar género que es la poesía distópica,
a la manera (su frescura nos hace pensar únicamente en una referencia por la que
corre paralelo) de Julián Herbert. Capturo la página 33:
En
cada detalle se sostiene una escritura de otra época. El título, ahora sí, de uno
de los últimos poemas, como parte de «Bonus Tracks», ‒«EL POETA MÍSTICO KAROL
GODZILLA PIDE A DIOS POR SU GRAN AMIGA JOSHUA JENNIFER ESPINOZA, PERSEGUIDA POR
UN MALVADO GRUPO DE RUSOS CONSERVADORES» (47)‒ sugiere lo que ya está dando el
autor que abre, reconoce y cierra Mis poemas Alt Lit. Lo mismo publica en
el poemario un pseudocorreo electrónico sobre el comercio de enanos (en un
sentido que recuerda, en narrativa, a las novelas de Alejandro Lámbarry), que lo mismo dedica, al final, un texto para la muerte de la Alt Lit.
Si leen a Luis Eduardo García repararán
en un poeta que no se parece a lo que suele formar parte de la poesía mexicana.
Ahora bien, acaban la última página con la seguridad de que su labor, sus
intereses, sus temas sobre culturas y reflexiones imprevisibles, conjeturales,
configurarán el devenir de la poesía, ampliada al espectro virtual de las sacarinadas
emociones.
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