Ayer se habló de Maricela Guerrero (Ciudad de México, 1977) y de Elisa Díaz Castelo (Ciudad de México, 1986) en el Seminario de Investigación en Poesía Mexicana Contemporánea: dos de las poetas que de manera más singular arman la red de referencias con otras artes, desde el punto de vista ecocrítico y científico, respectivamente; entre otras líneas que comentamos a continuación.
En medio de la celebración del «Curso
de apreciación de la poesía mexicana: 12 poetas mexicanos en el marco del homenaje
nacional a Dolores Castro» del CCH Colegio de Ciencias y Humanidades, el grupo de trabajo dialoga en torno a los libros El sueño
de toda célula (Antílope, 2018), de Guerrero, y Principia (Fondo
Editorial Tierra Adentro, 2018) y El reino de lo no lineal (Secretaría de Cultura / INBAL / ICA / FCE, 2020), de Castelo.
Guerrero mereció en su reciente
publicación el Premio Clemencia Isaura 2018. Un par de años antes de la pandemia, el
inicio nos hace pensar en el control que perdemos con el medio: «Todos los organismos
están compuestos de células, menos los virus» (13). Son estas las palabras que
arrancan con la Maestra Olmedo; primera parte (de las tres siguientes: «Reino plantae»,
«Lobo: lecciones de cuidado» y «Reino linguae») de un libro que recuerda
a ese famoso inicio del poema que Antonio Machado dedica «A un olmo seco».
Seguidamente, una palabra conecta directamente con lo que hará Castelo: la
reflexión sobre el lenguaje y la poesía desde las mismas posibilidades de las
lenguas vernáculas y de las disposiciones poéticas: «La maestra Olmedo nos puso
en contacto con palabras como Linneo, mitocondria, clorofila» (17). De tal modo
aparece en Principia, del mismo año, en el poema «Oda a los ancestros»: «Hablo
de la simbiosis parasitaria / de eucariotas y procariotas, / de la incipiente
mitocondria» (26). Son dos tonos similares con ramificaciones que se cruzan en
algunos momentos de las publicaciones recientes.
Asimismo, como lo hace notar Mariana Ortiz, las albercas vacías (nombre también de la colección a la que pertenece
el libro) también están presentes; al igual que vimos con Isabel Zapata. El origen,
desde el punto de vista de la física, a la manera de Principio de incertidumbre (Era, 2007) de Jorge Fernández Granados, según Jocelyn Martínez o Jorge Aguilera López, permite unir hechos, datos, lenguas o genealogías
aparentemente alejadas, inconexas. Son estas algunas ideas que se originan de
ensayistas como las ya mencionadas y que ofrecen líneas de lectura para el
poema en prosa que también comparten Guerrero y Castelo.
Por lo que respecta a Principia y El
reino de lo no lineal ‒Premio Nacional Alonso Vidal 2016 que otorga el
Instituto Municipal de Cultura y Arte de Hermosillo, Sonora y Premio Bellas
Artes de Poesía Aguascalientes 2020, respectivamente‒, el universo o reino animal
está próximo al de Guerrero. Ahora bien, Castelo cultiva una sintaxis más
cercana al ritmo que ya mostraba Guerrero desde su ópera prima Desde las
ramas una guacamaya (2006). Es decir, las dos primeras obras de Castelo (ya
está disponible la tercera, Proyecto Manhattan; precisamente, en Antílope, 2021), imbrican temas que plantea
Guerrero desde sus inicios con algunas propuestas sugerentes y frescas que
abonan temas clásicos, actualizados ahora, como son la vida y la muerte.
Si consideramos que Gerardo Deniz es una de las referencias de las que bebe Castelo, debemos fijarnos
en el poema que la autora incluye al final de Principia: «Sobre la luz
que no vemos y otras formas de desaparecer» (79-81); y, luego, también a la
manera de Deniz, podemos leer su reciente «visita guiada» en Periódico de Poesía.
De lo convexo a lo cóncavo leemos a Guerrero
y Castelo. La primera parte de lo doméstico, lo más cercano, para crear un
universo de referencias que van uniéndose de la mano de expresiones que versiona
y modifica para tejer un continuum; mientras que la segunda observa el
universo, por ejemplo, lo externo, hasta focalizar en cada poema,
independiente, como satélite, lo más cercano. Son sentidos, me parece, pues,
inversos.
La poesía mexicana contemporánea, pues, viene representada por la sintaxis quebrada, el habla metafísica; la complejidad de la naturaleza, la intrahistoria de las relaciones; en definitiva: por la difícil coloquialidad del yo con el exterior, y viceversa, de Guerrero (presente en el proyecto CORPYCEM) y Castelo.
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