domingo, 24 de enero de 2021

El reino de lo no lineal


El reino de lo no lineal (Secretaría de Cultura / INBAL / ICA / FCE, 2020) es el libro con el que Elisa Díaz Castelo (Ciudad de México, 1986) se hizo con el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes. Se ensalza así la labor que lleva a cabo desde Principia (2018, recientemente publicado en España), más allá de la poesía y la ciencia, relación que existe y se supera en esta nueva obra, con la cual, me parece, logra alternar las diferentes voces líricas que la integran como lectora y traductora al tiempo que no desatiende esa compleja claridad del lenguaje menos previsible en la poesía mexicana contemporánea.




            En Bachillerato, puse uno de sus poemas. Cada estudiante tenía que comentarlo. Me llamó la atención lo siguiente: buena parte de la clase reparó en algo tan sencillo, y complejo a la vez, como es el tema de la vida y la muerte; coincidían así con el acta del jurado, integrado por Lucía Rivadeneyra, Eduardo Casar y Balam Rodrigo.

            Dos partes estructuran la obra: Vuelta e Ida. La primera, asimismo, incluye fragmentos en prosa de las posibles definiciones, intertextualidades y nexos que plantea la Vida. Con epígrafes de Juan el Apóstol, Francisco de Quevedo y Paul Celan remite precisamente a los Lázaros del primero: personas que vuelven a la vida tras la muerte. Clínicamente existe tal proceso particular, protagonista de los primeros poemas.

            En las tres escenas, especialmente en la de vida, destaca el quiebre sintáctico, el ritmo (que no anacoluto) que caracteriza a parte de la poesía mexicana (pienso en Sara Uribe, Yolanda Segura o Eva Castañeda, de quien hablamos la pasada semana). Este es un ejemplo:

 

Vida: menudo adrede recalcitrante: ver el

origen de: ver generalidades: retrospectiva

del concepto: qué no es vida: en el mar ni las

piedras ni la arena: en el bosque ni el incen-

dio ni la llama: interpretaciones: especula-

ciones: modelos híbridos: ni en el espacio:

rotación o traslación de astros aunque qui-

zá: cometas: eso: tal vez de ahí venimos: de

otra parte: lluvia roja de Kerala: somos impac-

to: meteoritos: su caída: su impronta sobre

el suelo: tal vez la vida es eso: una cicatriz: (21)

 

En una justificada caja de texto (cual «caldo primordial» (19) que centraliza el blanco, el vacío, el origen), las palabras se unen por la sonoridad que tanto atrae a la autora, por la ciencia y las relaciones semánticas (de Wikipedia, la RAE y Near-Death Experience Research Foundation, como se explicita en la Nota (p. 69), al final) que las envuelven y que se yuxtaponen en el uso de los dos puntos, más de enlace que del encabalgamiento definitivo que veíamos que cultivan Daniel Téllez o Antonio Léon.

            La segunda estancia, Ida, arranca con otros tres epígrafes; esta vez de Rosario Castellanos, Sharon Olds y Anne Carson. Ahora el sujeto poético es una mezcla, dice Elisa, de Orfeo y Ofelia: Orfelia. Cada uno de los poemas da título, con ella, a situaciones aparentemente banales o domésticas, rutinarias; sin embargo, encierran una profunda reflexión sobre la separación (también sobre el inicio y retorno, si pensamos en los rites de passage de Arnold van Gennep).

            Sirva a continuación el final, la última estrofa, del poema que cierra el libro, el ya mítico «Orfelia limpia el clóset»:

 

[...]

O tal vez sería mejor las polillas,

en la noche perenne y polvosa de los armarios,

se alimenten de él a demanda

como de leche materna

dulcemente añejada en encaje y muselina.

Para que crisálida y oruga

crezcan y de la tela, antenas,

se conviertan en lo que deben ser

y vuelen, ala con ala, se levanten.

Serán la vida no vivida

que tomó vuelo y desenvoltura.

Serán ellas descendencia. Llevarán

mi vestido de novia

por los aires, volando

más ligero que nunca,

traducido a nutrientes,

sustento, sustancia de otra vida

a la que no le pondremos nuestro nombre.

Serán lo que no fuimos.

Porque no es absurdo ni terrible

querer que los insectos

sean lo único

que sobreviva de nosotros (68).

 

La metamorfosis que opera entre la vida y la muerte a lo largo de El reino de lo no lineal se alterna hasta el punto de desembocar en la base entomológica que se alimenta de los restos de lo que fue, de la vida que se origina, después de todo, antes que nada: con la lengua del habla, de lo que provoca un nuevo sentido cuando este parecía ya cerrado o limitado.

            Son las anteriores mínimos comentarios (la mayoría, más completos, pueden leerse en Literal por Adolfo Castañón, Nueva York Poetry Review, Excélsior, La Raíz Invertida, Nexos, La Otra o en Periódico de Poesía, donde además de reflexionar sobre la ciencia, la autora ofrece, como Deniz, «Formas (guiadas) de desaparecer») de todos los que me despierta la obra de Díaz Castelo, a quien ya consideraba referencia indispensable por el rigor, el ritmo y la conjunción que logra (a la manera de su admirado Gerardo Deniz) entre términos que no intuíamos en el mismo verso (como los fragmentos de vida) y que conviven sin estridencias: al contrario, con suma claridad que asombra sin ir más lejos de temas tan universales (la vida y la muerte) a los que todavía es posible sumarle una nueva lectura.

            De todas las presentaciones que de esta obra (todavía pendiente de recibir su festejo presencial en Aguascalientes), me quedo con la que organizó la imparable Claudia Quezada en la Feria del Libro de la ciudad hidrocálida. Junto a la también poeta Isabel Zapata tuvo lugar una lectura a cuatro voces de lo más sugerente (tecnología mediante):

 

 


 

            Gracias a Elisa Díaz Castelo por facilitarme la obra en papel, en la estancia que completó hace unos meses en Santiago, donde conversamos a propósito del libro y demás temas que próximamente se publicarán en Bitácora de vuelos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario