Después de
descubrir Tamaulipas en la narrativa de La
cantimplora dorada y de entender la historia de la evolución del ser humano
(que no del hombre) con Los orígenes del
hombre (el genérico no alcanza, diría Millás), llegamos al libro de poesía
infantil Lotería de Metepec (FOEM, 2017), de Flor Cecilia Reyes Cruz (Oaxaca, 1964), con ilustraciones de las habituales Irma
Bastida Herrera y Rocío Solís Cuevas.
La autora de Machincuepa
nos lleva en esta ocasión al Pueblo Mágico de Metepec (Estado de México) a
través de la lotería: un juego típico mexicano que colinda con raíces europeas
y africanas a la vez que explota el contenido visual con los registros orales,
constructores estos de imágenes que explotan Bastida y Solís. Lo explica en el
prólogo el también poeta mexicano Alfonso Sánchez Arteche (Ciudad de México, 1952).
Tales palabras
preliminares, infrecuentes en la LIJ, nos ofrecen como docentes una base sobre
la que trabajar la poesía desde la tradición oral y los temas prehispánicos de
cara a nuestra identidad como sociedad (CORPYCEM).
Comenzamos con “La Tlanchana”, mitad
mujer, mitad serpiente acuática (con el simbolismo de la serpiente en la poesía mexicana recordemos el trabajo de Víctor Toledo). Su nombre viene de tres
voces del náhuatl: atl, agua; tonan, madre; chane, ser o espíritu mágico. Y tres son los versos del haiku que
integra este libro de Reyes Cruz:
Tlanchana reina
hechicera que en agua
su sueño incendia
Como si fueran los
cartones de este juego que en España asociaríamos enseguida al bingo, la imagen
va en la otra cara o página (también de la edición digital). Sirve de
adivinanza o de paso previo el texto al de la ilustración. Se asocia en
cualquier caso un motivo con otro. Se aprende la historia, el mito. Y se
respeta formalmente la archicultivada estructura en cinco, siete y cinco
sílabas. Esta vez, incluso, con rima. Como sucedía con Luna del alba, continuamos con el astro y sus sentidos, semas.
La sintaxis se arma mediante un
verbo copulativo que permite trabajar el atributo que nace de tales seres, como
Xinantécatl (hombre desnudo), el Nevado de Toluca. Se vincula la educación
literaria con otras disciplinas, de cara a la ecocrítica desde la Agenda 2030
(ODS). El volcán para la Geografía o el cerro encierra “la matlatzinca historia
/ de una derrota” (p. 20). El orden de los breves poemas parte de elementos
naturales que configuran esta realidad de base mítica o fantástica, entre la
Historia y la Literatura. Cada concepto, como la luna, en su simbolismo, viene
definido primero por una metáfora, una comparación, una figura retórica,
lenguaje entre líneas (3) en cualquier caso, y posteriormente, la imagen, el
dibujo, la plasticidad. Estamos ante un sugerente ejercicio de lectoescritura,
tanto para el paso de Infantil a Primaria como por la abstracción, la
inferencia de Primaria a Secundaria.
Por ejemplo, el corazón de un hogar
se debe al fuego, para la cocina, la gastronomía, el Tlecuil (36). No se
esconde el nombre. Da título al poema y está presente en uno de los tres
versos; de manera que también se puede invertir el orden y mostrar la imagen
para asociar el término en la Memoria a Largo Plazo.
Antes de Las crónicas del taco en Netflix Lotería de
Metepec ya establecía una poética, pongamos por caso, de “El Tlacoyo” (50).
Trabajamos el tipo de texto, incluso de ámbito periodístico, desde la lírica,
por la síntesis y la descripción del platillo que nos representa como cultura.
Y en cuanto a los animales,
habituales en la LIJ, tiene su espacio uno en peligro de extinción a la vez que
viral, más allá de México: el ajolote (76). ¿Cómo es posible que una alumna de
Primaria, de Alicante, tenga sin duda como su animal preferido este simbólico
(véase, si no Pangeas) ser? ¿De qué manera
llega, se universaliza? Mediante este libro podemos abrir tales interrogantes y
corroborar lo que sabemos y lo que imaginamos al respecto.
Si en otras ocasiones hemos
detectado una dieta poco saludable como protagonista de dulces suculentos mas
perniciosos, mediante El cuaderno de las
sensaciones, sin ir más lejos, aquí se privilegia la comida natural, las
frutas que conforman una riquísima gastronomía como la mexicana. Sirva de
muestra “El Tejocote” (94).
En definitiva, todo lo dicho hasta
aquí, desde el estudio del haiku en la poesía infantil mexicana y su relación
con la imagen mítica de la idiosincrasia popular de tradición oral se puede
llevar al aula desde múltiples perspectivas. Depende, una vez más, de la
selección de poemas que se haga, pues trabajar los cincuenta y tres haikus que
componen este libro daría para más de una sesión. La elección de FOEM que
aprovechamos en este blog garantiza un canon diverso.
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