Poeminas para Adelina (Bitácora de
vuelos, 2020) es el libro de poesía para las y los más jóvenes que publica Ethel Krauze (Ciudad de México,
1954) con ilustraciones de la propia Adelina. El amor de una madre por su hija
se desarrolla en este libro con imágenes sugerentes y singulares que pueden
despertar el interés de quienes se forman para dar clase en las primeras etapas
educativas.
La autora presenta los textos que
dedica a su hija afirmando que se trata de «un libro que cuenta la historia de
un descubrimiento: la infancia es un poema que todo lo cuenta» (1).
La narración, además, se vale de un
recurso básico para la literatura infantil: la repetición de vocales,
especialmente, o vocales y consonantes tras la sílaba tónica a final del verso;
todos ellos, breves. Esta es la primera de las veintiocho poeminas: «Una
poemina / es una mina de oro / escondida en la rima» (4).
Una vez conocemos al personaje, como
vimos con Kyra Galván, sabemos por la voz narrativa en tercera persona que Adelina indica
a cada animal qué ha de comerse. Lo hace mediante versos en arte menor ‒por lo
general, heptasílabos‒ aprovechando, como adelantábamos, la rima. El siguiente
es un ejemplo que focaliza un insecto habitual en la poesía mexicana
contemporánea como símbolo de ser gregario, anónimo y gris que llena de color,
en este caso, una fruta característica del país con más hispanohablantes: «Le
dijo a la hormiga / que se comiera / una lima» (10).
Dicha serie, hacia la mitad del
libro, da paso a poeminas no tan breves que articulan el crecimiento de
Adelina. Destacan en tal punto las escenas domésticas que comparten madre e
hija. Ahora se expresan en voz de la primera, en plural. De tal modo inicia el
poema 18: «Nos queremos haciendo la tarea / amaneciendo nos queremos / nos
queremos llorando en el regaño / jugando nos queremos» (26). Ya en arte mayor,
con el clásico endecasílabo, el paralelismo se refuerza con el verbo principal
(«nos queremos»); combinado con el gerundio que acentúa la rima interna («haciendo»,
«amaneciendo», «llorando», «jugando»). Cual cuatro estaciones se suceden los
hábitos a una edad temprana.
Las emociones expresadas en mayor
medida, sin abandonar la musicalidad de la narración compuesta en breves
imágenes que alimentan las coloridas ilustraciones, van de la felicidad al
miedo pasando por la sorpresa. Se hace notar esta última en la que podríamos
considerar tercera y última parte de Poeminas
para Adelina: la que viene integrada por preguntas retóricas de una
enunciante que se dirige a la niña que va creciendo. Recogemos a continuación
el poema 19, completo, que gana complejidad a partir de la relación con
expresiones populares y demás símbolos apuntados en poeminas previas:
¿Jugamos a las sirenas,
qué
tal a las escondidas?
¿Al helado de hule espuma
que hace trampa
en
la garganta?
¿Jugamos a los gusanos
de
los dedos
recorriéndonos el cuerpo?
¿Jugamos a las medusas
con bufandas de colores,
o que eran bonitas trenzas
cada una tras la oreja?
¿Jugamos a los olores
con
perfumes de las flores?
¿A qué jugamos, chiquita?
A la una, a la luna,
a las dos, a la tos,
a las tres, ¡va de nuez!
(28)
Junto al vocativo
que encabeza la última estrofa, es posible repasar en jóvenes estudiantes la
sintaxis con el grupo preposicional que se sangra para remarcar, seguramente,
la idea secundaria que complementa el núcleo de cada cuestión.
Finalmente, Poeminas para Adelina se cierra con la descripción de experiencias
personales que definen la alegría de una persona cada vez más independiente, a
la cual recuerda con admiración quien la dio a luz.
Acérquense a la Colección Brazos de Bitácora de vuelos ediciones, con la que cerramos el año pasado. Pueden hacerlo también
a través de un adelanto de Ethel Krauze en la revista Anestesia.
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