domingo, 16 de enero de 2022

Testudina descubre el horizonte

 

Testudina descubre el horizonte (Bitácora de vuelos, 2021) es el libro de poesía que acaba de publicar Margarita Aguilar Urbán (Atizapán de Zaragoza, Estado de México, 1955) con ilustraciones de Ana Gudiño Aguilar. En línea con la LIJ a la que nos dedicamos este año, se vincula a la perspectiva ecocrítica por la reivindicación del cuidado del medio, especialmente del marino, en el marco de los ODS.




            Como vimos con Kyra Galván, un punto se anota enseguida la editorial electrónica al incluir un resumen de la obra en la parte inicial de la misma. Del mismo modo que hace unas semanas, considero importante leer a las y los más pequeños el texto, mientras disfrutamos de las imágenes que la acompañan, sin necesidad de reparar en tal sinopsis. Así, a posteriori, tendremos oportunidad de valorar la interpretación que son capaces de extraer quienes escuchan o, por extensión, quienes leen o se forman en Didáctica.

            Siguiendo la técnica de Ethel Krauze a propósito de sus Poeminas para Adelaina, a continuación, aún en el pórtico, se ofrece una definición de Testudines: «Orden de reptiles conocidos comúnmente como “tortugas”» (6). Ahora bien, a diferencia de Krauze, el de Aguilar no es un neologismo sino una alusión específica a la denominación científica que recibe el animal que protagoniza Testudina descubre el horizonte; título que ya narra la acción del perseguido reptil que difícilmente suele llegar con vida a la parte en la que el mar limita con el cielo.

            Si Krauze le dedicaba el libro a su hija, Aguilar se vale de las ilustraciones de la suya. Lejos de aprovechar la cercanía, tal vínculo afianza el vínculo metapoético de quien tiene como profesión la de expresar con imágenes lo que lee y en algún momento escuchó.

            Los dieciséis poemas, breves, se basan en la rima de la que ya hemos hablado en títulos anteriores como recurso con el que se aproxima a la sonoridad que tanto atrae a quienes se adentran en los primeros estadios de la literatura. En contra de la rima consonante, a veces forzada, de la que se suele abusar en la poesía infantil, en Aguilar, de manera natural, lejos de un recurso forzado, en la mayoría de las composiciones gana fuerza semántica la rima asonante en los versos pares; por ejemplo, en el poema inicial (titulados, todos ellos, con el primer verso):

 

El horizonte en el mar

es una línea lejana

donde juntan sus azules

el firmamento y el agua.

 

Es una víbora larga

que se arrastra en la distancia,

un lugar que contemplamos

con un poco de nostalgia,

 

un renglón interminable

en la tarde silenciosa

donde el mar escribe “ven”

con las ves de las gaviotas (7).

 

El lugar común que suele resultar la línea del horizonte que no siempre se distingue en el mar aviva el uso de la metáfora con otros animales como es, también reptil, la víbora. En este punto se lanza ya, de manera implícita, la agresividad a la que hará frente Testudina. La bravura de la escena, cual símbolo romántico, detonará las peripecias de la protagonista hasta la moraleja final que es posible extraer: la vida de las tortugas recién nacidas no es fácil; trata de evitar los obstáculos que el humano, entre demás seres, les causa.

            En este punto, como vimos con Maram, el mar posee un lenguaje. Código ancestral, originario, en el marco de CORPYCEM: «viene de tiempos lejanos» (12). La ficción infantil, maravillosa, fantástica, no le resta verosimilitud a pareados que dibujan los mensajes o alertas de la naturaleza: «Si dice “dulce muchacha”, / ellas escuchan: “¡cumbancha!”» (12). La aliteración representa el sonido de la fuerza del agua salada que arriba al mexicanismo y cubanismo que entendemos como reunión a la que asiste gente para divertirse airadamente moviéndose al ritmo de la música.

            Mediante el uso de la segunda persona, además de dirigirse al mar en la o el que ha de sobrevivir Testudina, conecta directamente con quien lee, cual función apelativa: «Mar que dejaste a las olas / bailar su danza animada, no impidas hoy que la madre / llegue valiente a la playa» (14).

            Del verso de arte mayor, sobre todo con endecasílabos, a las adivinanzas que funcionan independientes sin perder el hilo narrativo de lo que comenzó siendo un relato, la obra fluye y afianza con maestría un tema ecocrítico que no siempre conseguimos trasladar a quienes aprenden a comprender la realidad desde la literatura.

            Junto al vínculo que tal publicación genera con otras materias propias de los ámbitos sociolingüísticos o científicos, como la Biología o la Geografía e Historia, las Matemáticas articulan el paso del tiempo que pasa Testudina para salir del huevo y llegar al mar contando los días del mencionado proceso. Se trata, pues, de un fino ejercicio del tradicional docere delectare.

            A mitad de la obra, con formato de titular en el noticiario que popularmente exclama quienes habitan el lugar, «“¡Hoy rompió el cascarón Testudina!”» (29). Amén de las cálidas ilustraciones, vemos a la tortuga desplazarse por los versos sangrados pentasilábicamente:

 

Sus aletitas

                en la carrera

son rehiletes

                sobre la arena (37).

 

Al final, como imaginábamos, Testudina descubre el horizonte y reparamos en que la obra de Margarita Aguilar Urbán se ha convertido en una canción de cuna: por el tono, musical, y el mensaje, que al anochecer (45-46) invita a creer en la importancia de cuidar cualquier detalle que impida a otras especies su espacio.

            Sería interesante trazar un estudio que incursione detenidamente en obras como esta, de la que apenas destacamos ahora algunos rasgos con el objetivo de delinear algunos rasgos que desarrollar tanto en el aula como futuras publicaciones desde la Universidad de Alicante.

 

 


 

            Sigamos, pues, atentamente la colección dirigida al público infantil que dispone el catálogo editorial de Bitácora de vuelos, el cual, todo él, se puede adquirir sin problema en formato electrónico desde cualquier parte del mundo.

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