sábado, 15 de abril de 2023

Adivina quién soy

Siguiendo con la Biblioteca digital Fondo Editorial del Estado de México (FOEM), en la colección Lectores Niños y Jóvenes, llegamos al libro Adivina quién soy (FOEM, [2010] 2021), de Becky Rubinstein (Ciudad de México, 1948), con ilustraciones de Irma Bastida Herrera. Más de diez años después de su primera edición, las adivinanzas se valen de la lírica para acercarnos a Infantil o Primaria.

 

 


 

La presente publicación es el premio otorgado a Becky Rubinstein, por el Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal, como una de las ganadoras de la segunda Convocatoria para Publicación de Obra, llevada a término en 2009.

 

 


 

La metaficción hace que desde el principio se anuncie lo que ha ocurrido con este libro, dibujado asimismo en manos del intrépido protagonista, una especie de tlacuache (del tipo que poetizarían Diana Garza Islas y Sergio Ernesto Ríos). Como los demás, se ha escapado de estas páginas y será quien lee la persona capaz de ubicar a tales seres, a partir de sus ingeniosas definiciones.

La brevedad, como veíamos la semana pasada en Luna del alba a propósito del haiku, consolida el fogonozo que despierta el interés del público infantil. Veamos las primeras adivinanzas:

 

 


 

El trabajo de Rubinstein (más para Primaria que para Infantil) se complementa con claridad gracias al de Bastida Herrera (más para Infantil que para Primaria, aunque tal delimitación resulta absurda; ya que ambas artes conviven en cualquier aula según la situación de aprendizaje diseñada). El texto de la primera fluye por la sintaxis y, sobre todo, el ritmo; a pesar de términos algo complejos (como “refulgente”) para las edades tempranas. No obstante, de tal modo se trabaja el léxico más allá del vocabulario básico (los colores, por ejemplo).

Como sucedía con la ya mencionada Luna del alba, en una página se organizan dos poemas con vínculos del tipo del color “verde” (tan presente, a la manera de símbolo, en Lorca, pongamos por caso). Los animales, entonces, se describen con base en colores y demás acciones (que podrían caber también en la tríada del haiku).

La primera adivinanza (“Verde y cabezona, / de ojitos saltones, / de salto campeona / en agua y en tierra.”) resulta una frase, sin verbo. Se detalla en orden renacentista, de arriba abajo, su aspecto (destacando la cabeza que vemos con la silueta ilustrada), los “ojitos saltones” (en un oxímoron morfológico si tenemos en cuenta el diminutivo y el aumentativo, respectivamente), sobresalientes, en cualquier caso; la acción que le lleva a merecer el título de “campeona” (que rima con el adjetivo que cierra el primer verso); y, por último, una caracterización de sus posibilidades tanto en la superficie terrestre como en el medio acuático, de la mano de un símbolo para la poesía mexicana como es la galvanización quirartiana entre el cielo y la tierra (Alemany, 2015).

Como decíamos, si no se halla la respuesta con la lectura oral, el alumnado puede echar mano de la cuidada edición y encajar, imaginar, el animal descrito en la silueta dibujada. Más difícil resulta la siguiente, al menos en un aula española, alejada de especies propias de América como el Quetzal: “Soy ave preciosa, / colorada y verde, / y también moneda / al sol refulgente”.

La presencia del verbo ser al inicio facilita la comprensión ontológica, heideggeriana, de un ave cuando menos llena de sentido (identitario, propio de la cultura originaria, en el marco del proyecto CORPYCEM). Esa mediación por parte de quien cuenta la breve historia del ser que vuela se encuentra en los dos últimos versos con una metáfora que permite la explicación de tal concepto (paciano, si se quiere; crematístico): moneda que se intercambia y brilla cual mito de Ícaro.

En esta ocasión la rima no es consonante, como en la primera, si no asonante; y en lugar de los versos impares (1-3) se da en los pares (2-4). La síntesis depurada de los poemas de Rubinstein, con los trazos de Bastida Herrera, abre un catálogo de po(e)sibilidades didácticas. La educación literaria se estrecha, además, con una dimensión política, con los ODS, a favor de las diversas especies, por un lado, algunas en peligro de extinción; y, por otro, de variedades propias de otras geografías o tiempos, en contacto con demás disciplinas. Todas ellas permiten trabajarse desde la lírica. Cual libro docente, por último, se halla la respuesta a cada una de estas adivinanzas al final.

Destacan por todo lo dicho en estas líneas, de los cuarenta y seis presentes, guiados por los términos azules que marcan los núcleos de cada adivinanza, los siguientes animales por su relación con el mito y el pasado prehispánico, por la reivindicación identitaria (también escritural) y las líneas de trabajo que se abren para (re)conocer la cultura, la geografía, la historia, la biología (como parte de la disciplina que compone el equipo lexicográfico del reciente diccionario de mexicanismos, por ejemplo): Quetzal, Coyote, Cenzontle, Tlacuache, Guajolote, Zopilote, Xoloescuintle, Ajolote y Teporingo.


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