domingo, 13 de noviembre de 2016

Teoría de las pérdidas

Hay libros que no leerás
Jesús Ramón Ibarra (pág. 66)

(Gracias, Álex, por este libro
y otras muchas cosas)

Teoría de las pérdidas (FCE, 2015) es la obra con la que Jesús Ramón Ibarra (Culiacán, Sinaloa, 1965) ganó el Premio de Poesía Bellas Artes Aguascalientes 2015: una razón del dolor para la poesía.

            Como dice Jorge Fernández Granados (miembro del jurado que le otorgó el premio, junto a María Rivera y María Baranda), es un texto al que se le nota la vida y la sangre. Diego José lo reseña en su artículo «Exigencias al servicio del lenguaje» de Milenio y destaca el dominio técnico para crear imágenes sobre una narrativa que se sostiene en la mayor parte del poemario. Pese a las referencias personales o biográficas, creo que existe un lenguaje universal que puede conectar con quienes leen.
            Dividido en tres partes, Teoría de las pérdidas trata la ausencia. «La niebla del Almirante» ambienta la sirena que se aleja. Este personaje añorado recibe el nombre de «La que canta». En segundo lugar, «Fábula del hambre» busca completar el vacío del estómago en esta travesía solitaria que parece ser la vida y la poesía. Por último, «Voluntad del polvo» vuelve a incidir en la despedida (cercana a la epístola) de Álvaro y Jaime (a quienes dedica su memoria).
            Sus textos breves giran en torno a un lugar común sin ocuparlo demasiado. No es un lamento, sino una reflexión más o menos cabal:

La que canta
               rompe la palabra
B    o    n    d    a    d
mientras su cuerpo
               desnudo
desprende
               el venado
de un fulgor (23).

La tercera persona crea unos personajes tipo que observan y describen lo tangible y lo abstracto del sentimiento humano:

El Almirante escribe la palabra ven y piensa
               en un ave agorera,
               en una flecha cáustica, en el indoloro dardo
               de una invocación (34).

Hay frases efectistas para citar como «El dolor no toma la forma del cuerpo/ que lo contiene» (56). Estos versos iniciales nos atraen a una dimensión que, poco a poco, se difumina y se pierde en la práctica. Se alude a lo social para reformular una poética o simplemente para justificar otra ausencia: «¿Dónde quedaron la revuelta, los manifiestos,/ los poemas derramados/ en la mesa del café como sal o sangre?» (59). La vida se descompone y va desapareciendo, pero con ánimo dulce, como cantaron Quevedo o Gabriela Turner. Así lo hace Ibarra: «Polvo somos/ en el lenguaje de las ánimas,/ en la desazón de sus ritos» (64). Al final del libro encontramos el poema que da título al libro, «Teoría de las pérdidas» (65-68), cuyos últimos versos responden al anonimato efímero del arte: «una palabra sola como barco en la nada/ o cosas como ésta que no tienen nombre» (68). Teoría de las pérdidas no debería de haber recibido el premio si tenemos en cuenta el único requisito formal de la convocatoria (60 cuartillas con letra Times New Roman de tamaño 12), ya que si descontamos la nota del jurado y demás cortesías, no alcanza el mínimo.  
            Jesús Ramón Ibarra aparece en «Los 100 peores poemas mexicanos» de Círculo de Poesía. Más allá de lo polémico que pueda resultar un listado de este tipo, lo recogemos para mostrar los contrastes que un poema, un poemario o un poeta pueden tener en México. Para algunos, el Premio Aguascalientes es el mejor reconocimiento ahora mismo; para otros es un problema, como ocurre con otros galardones.


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