domingo, 18 de julio de 2021

Algo roto, algo quemado y algo negro

 

Algo roto, algo quemado y algo negro (Bitácora de vuelos, 2021) es una Antología Improbable (tal es el subtítulo) de Alma Karla Sandoval (Zacatepec, Morelos, 1975) donde repiensa el oficio poético a favor de la comunicación que establece el verso libre en escenas fragmentadas, notas, pistas.





            La obra, como parte de la Colección Brazos de la editorial que encabeza Nadia Contreras, es reseñada recientemente por la también poeta Hortensia Carrasco, en la revista digital homónima, Bitácora de vuelos; donde destaca algunas de las referencias que dan pie a la escritura: «A partir de esta trilogía, dos acciones y un calificativo, podemos acceder a un lenguaje donde encontraremos rastros de tres importantes poetas: Idea Vilariño y Marosa di Giorgio, ambas de origen uruguayo, y el francés Blaise Cendrars».

            Algo roto, algo quemado y algo negro se compone de tres partes que ya presenta el título: «Se rompe», «Se incendia» y «Rojinegros»; quedando así marcado el proceso por el que una idea (al romperse) provoca luz (con el fuego como elemento natural del yo) y contrasta (mediante el simbolismo del color rojo, pasión mas censura) con la oscuridad mistérica que envuelve al espacio descrito, a la manera que veíamos la semana pasada con Nadia Escalante Andrade.

            En un poema de título endecasílabo del tipo «Poemas de las cosas que no son» se reivindica, como los de esa primera sección, los rasgos que hacen que un poema pueda definirse de ese modo; en el sentido de la Estrategia del poema que también publicó recientemente Bitácora de vuelos. Un término antipoético cual cosas desde hace años (pensemos en el coloquialismo de los sesenta) cabe ya en el texto que niega al decir, pero no oculta; sino que aclara en ese proceso de rompe y rasga la copulativa. Fijémonos en el arranque y el cierre del mencionado texto:

 

El título no rima con el final del primer verso y la conjunción sobra,

pero es un poema que le arde a quien lo escribe.

[...]

Al final, el poema no debe parecer un acertijo,

es triste y eso es todo: no puede decir más de lo que oculta (10).

 

En contra del dificultismo que abordan Alejandro Palma o Alejandro Higashi, sobre Gerardo Deniz o Coral Bracho, el sujeto reflexiona sobre el mismo lenguaje dentro del poema, fuego de quien lo saca, no como enigma o reto: paradoja del máximo significado que, sin embargo, radica en tal empeño. Y es que ‒queda claro en «Un poema no es un listón» (si bien no lo que es un poema pero sí lo que no)‒ «Más allá de la metáfora hay algo tangible, / pesa: un diploma, un anillo, una cuna» (14). La abstracción de las palabras se ase a la concreción de un estímulo que, con la lectura, reconocemos.

            De la intrahistoria personal en primera persona, el yo discurre por conceptos escurridizos como el de patria en un poema que también niega, «Expatria» (18). El mundo desparejo de la primera parte detona en una crítica feminista que lleva a cabo en otros proyectos con Denisse Buendía.

            En prosa destaca la acumulación ordenada de rojos y negros separados por la pregunta retórica que oxigena las yuxtaposiciones del poema «Síndrome de Sthendal» (26). Coherente con lo dicho en la función metalingüística ya apuntada, mediante la enunciación cercana al habla, se asientan imágenes, no siempre nítidas, así como complejas disquisiciones que dicha antología arma para ofrecer la taracea caracterización de la autora que nos ocupa.

            En esta recopilación podemos advertir las sugerentes líneas que trabaja la autora morelense y que apenas dibujamos hace meses en este blog. Desde su colaboración con el proyecto CORPYCEM al cultivo del arte poética, cada uno de sus textos articula un aura para el lirismo tradicionalmente cotidiano.




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