Algo roto, algo quemado y algo negro (Bitácora de vuelos, 2021)
es una Antología Improbable (tal es el subtítulo) de Alma Karla Sandoval (Zacatepec,
Morelos, 1975) donde repiensa el oficio poético a favor de la comunicación que
establece el verso libre en escenas fragmentadas, notas, pistas.
La obra, como parte de la Colección
Brazos de la editorial que encabeza Nadia Contreras, es reseñada recientemente por la también poeta Hortensia Carrasco, en la revista digital homónima, Bitácora de vuelos; donde destaca algunas de las referencias que dan pie a la
escritura: «A partir de esta trilogía, dos acciones y un calificativo, podemos
acceder a un lenguaje donde encontraremos rastros de tres importantes poetas:
Idea Vilariño y Marosa di Giorgio, ambas de origen uruguayo, y el francés
Blaise Cendrars».
Algo roto, algo quemado y algo
negro se compone de tres partes que ya presenta el título: «Se rompe», «Se
incendia» y «Rojinegros»; quedando así marcado el proceso por el que una idea
(al romperse) provoca luz (con el fuego como elemento natural del yo) y
contrasta (mediante el simbolismo del color rojo, pasión mas censura) con la
oscuridad mistérica que envuelve al espacio descrito, a la manera que veíamos
la semana pasada con Nadia Escalante Andrade.
En un poema de título endecasílabo del
tipo «Poemas de las cosas que no son» se reivindica, como los de esa primera sección,
los rasgos que hacen que un poema pueda definirse de ese modo; en el sentido de
la Estrategia del poema que también publicó recientemente Bitácora de
vuelos. Un término antipoético cual cosas desde hace años (pensemos en
el coloquialismo de los sesenta) cabe ya en el texto que niega al decir, pero
no oculta; sino que aclara en ese proceso de rompe y rasga la copulativa.
Fijémonos en el arranque y el cierre del mencionado texto:
El título no rima
con el final del primer verso y la conjunción sobra,
pero es un poema
que le arde a quien lo escribe.
[...]
Al final, el poema
no debe parecer un acertijo,
es triste y eso es
todo: no puede decir más de lo que oculta (10).
En
contra del dificultismo que abordan Alejandro Palma o Alejandro Higashi, sobre Gerardo Deniz o Coral Bracho, el sujeto reflexiona sobre el mismo lenguaje dentro del poema, fuego
de quien lo saca, no como enigma o reto: paradoja del máximo significado que,
sin embargo, radica en tal empeño. Y es que ‒queda claro en «Un poema no es un
listón» (si bien no lo que es un poema pero sí lo que no)‒ «Más allá de la metáfora
hay algo tangible, / pesa: un diploma, un anillo, una cuna» (14). La
abstracción de las palabras se ase a la concreción de un estímulo que, con la
lectura, reconocemos.
De la intrahistoria personal en
primera persona, el yo discurre por conceptos escurridizos como el de patria en
un poema que también niega, «Expatria» (18). El mundo desparejo de la primera
parte detona en una crítica feminista que lleva a cabo en otros proyectos con Denisse Buendía.
En prosa destaca la acumulación
ordenada de rojos y negros separados por la pregunta retórica que oxigena las
yuxtaposiciones del poema «Síndrome de Sthendal» (26). Coherente con lo dicho
en la función metalingüística ya apuntada, mediante la enunciación cercana al
habla, se asientan imágenes, no siempre nítidas, así como complejas
disquisiciones que dicha antología arma para ofrecer la taracea caracterización
de la autora que nos ocupa.
En esta recopilación podemos
advertir las sugerentes líneas que trabaja la autora morelense y que apenas
dibujamos hace meses en este blog. Desde su colaboración con el proyecto CORPYCEM al cultivo del
arte poética, cada uno de sus textos articula un aura para el lirismo tradicionalmente
cotidiano.
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