domingo, 10 de octubre de 2021

Gusanos de la memoria antológicos

 

Por Susana Bautista Cruz (aún no está en Elem; trataremos de leerla pronto en este blog) me enteré de Gusanos de la memoria: proyecto cultural y editorial de la región de La Montaña, Guerrero; que, con la coordinación de Martín Tonalmeyotl, ofrece de manera abierta y digitalizada cuatro antologías que comentaremos a continuación: Lenguas madre, Flor de siete pétalos, Originaria y Verbo raíz.

 

 

Lenguas madre. Antología poética. 23 lenguas mexicanas (Secretaría de Cultura / La Maquinucha Ediciones / Amigos del Iago y del CFMAB A. C. / s. a.) arranca con unas palabras de Boaventura Sousa Santos en torno a las raíces que sostienen tales recopilaciones:

 

Es esta diversidad la que se celebra en el presente libro, la inmensa diversidad cultural y lingüística de los poetas y las poetas indígenas que componen México en el momento en que éste busca reencontrarse con la riqueza de su pasado y de su presente cultural a fin de poder afirmar su derecho al futuro. Es el México que busca sus raíces más profundas para fundar en ellas nuevas y más ricas opciones de vida cultural social y política. Y estas raíces anidan en las muchas lenguas que habitan las montañas y los valles, las calles y las casas de este gran país (1).

 




El vínculo con el proyecto CORPYCEM se establece, además, en poetas como Briceida Cuevas Cob (Tepakán, Calkiní, Campeche, 1969), Claudia Guerra (Santa María Xadani, Oaxaca, 1981), Elvis Guerra (Juchitán, Oaxaca, 1993), Nadia López (Caballo Rucio, Santa María Yucuhiti, Tlaxiaco, Oaxaca, 1992), Enriqueta Lunez (Cabecera municipal de Chamula, 1981), Irma Pineda (Juchitán, Oaxaca, 1974) y Natalia Toledo (Juchitán, Oaxaca, 1967) ‒descuella, tristemente, todavía, el desigual número de escritoras: un tercio‒; los cuales forman parte de un corpus de veitintrés nombres (que no 23 lenguas, pues algunas se repiten como el Diidxazá. Zapoteco peninsular o el Maya peninsular), entre los que también se encuentran: Domingo Alejandro Luciano (Mazateupa, Nacajuca, Tabasco, 1978), Mardonio Carballo (Chicontepec, Veracruz, 1974), Isaac Carrillo (Peto, Yucatán, 1983), Víctor de la Cruz Pérez (Juchitán, Oaxaca, 1948), Juan Gregorio Regino (San Miguel Soyaltepec, Oaxaca, 1952), Fausto Guadarrama López (San Felipe del Progreso, Estado de México, 1964), Juventino Gutiérrez Gómez (Santa María Tlahuitoltepec, Oaxaca, 1985), Juan Hernández Ramírez (Colatlán, Ixhuatlán de Madero, Veracruz, 1951), Pergentino José Ruiz (San Agustín Loxicha, 1983), Hubert Matiúwàa (Silacayota, Guerrero, 1986; el que más presencia tiene en Gusanos de la memoria), Zulvia América Orozco Martínez (San Mateo del Mar, Oaxaca, 1983), Manuel Sainos (Ixtepec, Puebla, 1972), Mikeas Sánchez (Ajway, Chapultenango, Chiapas, 1980), Martín Tonalmeyotl (Chilapa de Álvarez, Guerrero, 1983), Wildernain Villegas Carrillo (Mérida, Yucatán, 1981) y Víctor Terán (Juchitán, Oaxaca, 1958).

Destaca de Lenguas madre la oriundez y la lengua que se detalla al principio de cada poema, ‒como ocurrirá en el resto de antologías‒ primero en lengua originaria y luego en castellano (intuimos que con la traducción del propio autor o autora). Dichas muestras hacen lo que Enrique González Martínez con el modernismo. Así lo expresa Mardonio Carballo a propósito del símbolo que resulta el colibrí, en su poema «Xij toponili huitzitzilin i kechcuayo / Tuércele el cuello al colibrí» (6-7), en náhuatl:

 

Xij toponili huitzitzilin i kechcuayo

Ya iejeijtzin ki pia i ijuio

Ya ki pia tlauel uejueyak i huitzo

Xij malakacho huitzitzilin i kechkuayo

Ya iejietzin mijtotia, ejekatl ki amati ken patlani uan axtlen ki chiuilia.

Ax ki kuezouilia ejekatl. Mo tlazojtlan.

Xij kopinili huitzitzilin i kechkuayo

Pampa ya ax mo neneki

Ken ze yoltokpilxochime ueli mo ketza pan ichpokame i chichiual

Ken ze yoltokpilxochime ki nekiz mo ketzas pan mo ziua i chichiual

Xij toponili huitzitzilin i kechcuayo

Pampa keman tiaz ti tekititi ya mo tlaxipeuas

Mo tlagalchiuas uan ki piaz zeyok huitzitzilin kan tlajko i tlakayotl uan ki nekiz ki kalakiz i tetlchan, mo tetlchan.

Yaka xij kaki tlen ni mitz ijlijtok.

X i j m a l a k a c h o h u i t z i t z i l i n i k e c h k u a y o.

 

Tuércele el cuello al colibrí

Él tiene bello plumaje

Él tiene demasiado largo su pico

Retuércele el cuello al colibrí

Él baila hermoso, le ama el viento, no le hace nada.

No le preocupa el viento. Se aman.

Záfale el cuello al colibrí.

Porque no se hace del rogar

Como una flor viviente se puede parar en las chichis de las mujeres

Como una flor viviente quiere pararse en la chichi de tu mujer

Tuércele el cuello al colibrí

Porque cuando te vayas al trabajo

Se quitará las plumas y se hará hombre

Y tendrá un colibrí pequeñito entre las piernas que sin plumas estará deseoso de encontrar una cueva. Tu cueva.

Por eso escucha mi consejo.

T u é r c e l e e l c u e l l o a l c o l i b r í

 

Cada lengua madre (entre las que se dan cita, por orden de aparición, las quince y no las veintitrés que adelantaba el título: Yokot’an. Chontal, Náhuatl, Maya peninsular, Diidxazá. Zapoteco del Istmo, Énná. Mazateco, Jñatio. Mazahua, AyÜÜk. Mixe de Tlahuitoltepec, Di’stè. Zapoteco de la Sierra Sur, Ñuu savi. Mixteco bajo, Bast’i k’op. Tzotzil, Mè´phàà. Tlapaneco, OmbeayiiÜds. Huave de San Mateo del Mar, Tutunaku. Totonaco, Ore. Zoque de Chiapas y Náhuatl de Guerrero) conforma esta antología que, como los otros tres que veremos, pueden leerse y descargarse de manera gratuita.

 

 


 

Flor de siete pétalos. Espina florida de siete poetas mexicanas (Colectivo Espejo Somos, 2019) cuenta con el diseño de Sabrina Molinari Tato, la compilación del ya mencionado Martín Tonalmeyotl y el cuidado de la edición de Denise Cazés. Nos detenemos en estos datos debido al trabajo que supone este tipo de publicaciones y a lo difícil que resulta dar con tales referencias. Mayores resultan las y los poetas, si se comparan con Lenguas madre, que forman parte de esta recopilación.

Esta vez el orden no es alfabético; parece casual, azaroso, aunque se privilegia la juventud, a la manera de Poesía en movimiento: Araceli Tecolapa (Zitlala, Guerrero, 1991), Mikeas Sánchez (ya presente en el libro anterior), Cruz Alejandra Lucas Juárez (Tuxtla, Zapotitlán de Méndez, Puebla, 1997), Adriana López (Ocosiongo, Chiapa[s]), Celerina Sánchez (San Juan Mixtepec, Santiago Juxtlahuca, Oaxaca), Ruperta Bautista Vázquez (San Cristóbal de Las Casas, Chiapas) e Irma Pineda (ya presente en el libro anterior).

Las lenguas sí son siete, respectivamente: náhuatl de Guerrero, zoque de Chiapas, totonaco de Puebla, tseltal de Chiapas, mixteco ce Oaxaca, tsotsil de Chiapas y zapoteco de Oaxaca.

Jugando con la cábala, también son siete los poemas de cada poeta, de ahí el título. Aunque no se insiste esta vez en el año de nacimiento (apenas a las dos poetas más conocidas acompaña dicho dato: Sánchez y Pineda; junto a Tecolapa y Lucas) sí se presenta una breve semblanza de cada una.

De Tecolapa nos quedamos el recuerdo de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa y, por otro lado, con el simbolismo que tiene la serpiente en el sujeto poético femenino, animal estudiado por Víctor Toledo.

De Sánchez irradia el chamanismo de los ancestros, sin perder por ello el sentido del humor que lo caracteriza en esta selección. La mencionada comicidad está muy cerca de la crítica (y por ello recuerda a Matiúwàa) a comentarios como el que cierra la primera estrofa de su poema «Saspalankis’yunestam jätyambatzi mäja kupkup’omoram / Los hijos de Saspalanki lloramos en la gran ciudad» (44-45): «¿jinare’ tza’ajkuy mesa’ peka’asa mij’ tzumamas’ñyesebä? / ¿Acaso no es vergüenza vestir como tu abuela?». Es posible abordar a Sánchez, creo, desde una perspectiva ecocrítica en contra de un tema poco común en la poesía mexicana como es el de la comida basura y demás prácticas neocolonialistas.

De Lucas queda la reivindicación de la tierra, de los orígenes, de la cultura que tan bien traslada en breves poemas, cuyo sujeto poético establece una conexión directa con quien lee mediante estimulantes recursos propios de la función apelativa en lenguas generalmente potentes en su oralidad. Lo logra mediante oraciones mucho más precisas y claras que estas.

De López, que tradujo al maya tseltal el poemario de Rosario Castellanos, El rescate el mundo, aflora con alguna espina todavía aguda (de ahí, quizá, el nombre que acompaña a la página de créditos: «zona de rebeldes»), tomo nota sin duda del poema «Jts’unbal / Mi linaje» (74-77): por la genealogía que traza desde la flora y la fauna propias del contexto que une pasado con presente se liga a la poética de Irma Pineda o Rosa Maqueda.

De Celerina Sánchez resalta lo telúrico, dispuesto en versos precisos y sangrados, cuyo ritmo en ambas lenguas se vale de la libertad formal que dan pie a las imágenes descritas. A causa de la fuerza que se le da a cada palabra, espaciada, cala el sentido en el eco de los poemas recogidos.

De Bautista, resuena la transformación humana en los cuatro elementos naturales (con fuerza, en el viento y el agua de lluvia). La cultura originaria se facilita en diversas alusiones que complementan las notas a pie de página, que ya incluía en este mismo fin aclaratorio Lucas.

De Pineda, por último, queda la impronta de los desaparecidos en boca de madres que ya abría (en el orden de la antología, no cronológico) Tecolapa. Asimismo, vinculado al tema de la violenca, trata la migración: reflejo del paso que se da entre las culturas de la geografía mexicana y que la administración dificulta. Sirva de ejemplo el poema que cierra (para abrirla más) Flor de siete pétalos, «Gunaa nadxibalú / Amazonas» (136 / 137):

 

Lade gundaa baaza’

ne gaca’ bacheeza niidxi

rilaa ladi gunaa nadxibalú

Ra ridaagu neza di’

zaca ni maca huayaca ma xadxi:

Zaruugu ti chu xiidxi

ti ganda guinaaze guiiba’

ne saru’ casi rizá gunaa ridxelasaa

cuyubi quiñentaa ni cadindené

lu ca neza ni nuu

lade guiibabiaani’ ne gusina

 

Entre disparar la flecha

o ser manantial de leche

el cuerpo de la amazona se divide

En este cruce de caminos

la solución es la de antaño:

mutilar un seno

para sostener el arco

y continuar la vida de guerrera

tratando de ganar todas las batallas

que se libran en los caminos

entre la computadora y la cocina

 

 


 

            La actualidad del mito refuerza Originaria. Antología de once mujeres poetas en lenguas indígenas (Alternativa Ediciones / Secretaría de Cultura, 2019). Ahora, las once poetas (pues lo mejor de la lírica mexicana lo están haciendo ellas, desde hace años, ya es un hecho) son seleccionadas por Ateri Miyawatl y Celeste Jaime: Mikeas Sánchez, Rubí Tsanda Huerta, Nadia López García, Elizabeth Pérez Tzintzún, Celerina Sánchez Santiago, Emilia Buitimea Yocupicio, Alejandra Lucas Juárez, Enriqueta Lunez, Rosa Maqueda Vicente, Zara Monrroy e Irma Pineda (cinco, ya mencionadas). El cuidado editorial es de Raúl Eduardo González; y las cartografías, de Jahzeel Aguilera Lara. Esta resulta la mejor muestra, por su claridad y rigor en la reciente selección. Pueden acercarse a ella también en ADN Cultura.

            Dos presentaciones preceden a los poemas: de Ateri Miyawatl y de Yasnaya Elena Aguila Gil. En primer lugar: «Contempla la participación de ocho idiomas / culturas: p’urhepecha, tzotzil, yoreme, ayuujk, zapoteco, tu’un savi, zoque, comccac, binnizá y tutunakú» (18); en segudo: «Lenguas sin estado. Lenguas de naciones que no crearon estados. Es una condición histórica y no poética la que reúne la voz de las mujeres que escriben en esta antología, en una diversidad de lenguas indígenas» (27).

            En primer lugar, Sánchez horada el capitalismo y prácticas ya apuntadas en anteriores textos suyos. He aquí un ejemplo, cuya traducción al español remite al país estadounidense (y no únicamente americano), un verso del poema «Te’ kojama wiruba’ jana tzame’is wyejkuy’omo / El alma retorna al grito del silencio» (38-39): «te’ pänis’tam myejxajpa jujpyajubä käajk / la gente USA zapatos apretados».

            Seguidamente, Rubí Tsanda Huerta (Santo Tomás, Chilchota, Michoacán, 1986) continúa con la configuración de las costumbres familiares en contacto con la imposición de las creencias. La aculturación motiva poemas como los que tratan el ciclo de la vida que trae la muerte o la noche insomne, a propósito de lo intangible, lo onírico: una cosmovisión que parte de lo cotidiano, lo doméstico.

            Por su parte, Nadia López García, como hace notar Miguel Ángel Gómez recientemente, reconstruye el pasado precolombino con los antepasados (especialmente, las abuelas) como nexo. Su poema «Tiricia / Tiricia» (62-63) recuerda, además, a la película de Jorge Pérez Solano, La Tirisia (2014).

            En cuanto a Elizabeth Pérez Tzintzún (Zipiajo, Coeneo, Michoacán, 1979), son habituales los lazos que netamente se imbrican de la tierra y sus frutos a las tradiciones; es decir, el elote o el acto de tejer como alegoría de la configuración de la identidad por la que pregunta en primera persona el yo lírico en concisas interrogaciones retóricas que suman ritmo a las series poéticas aquí reunidas.

            Por otro lado, Celerina Sánchez Santiago recoge la voz de sus ancestras, en el sentido que señálabamos con Pérez Tzintzún, a la vez que reivindica la palabra, el lenguaje, las diversas manifestaciones culturales que la actualidad amenaza con relegar.

            El caso de Emilia Buitimea Yocupicio (Bacapaco, Huatabampo, Sonora, 1982) sorprende por el modo en que hace convivir el texto dirigido al público infantil, al que se ha dedicado, y la voz fabulística, nuevamente, de animales como los pájaros tan llenos de connotaciones en la recuperación precolombina. Su repertorio contrasta, sin embargo, con el tono elegíaco dedicado al padre ausente en textos que mantienen en lengua yoreme y en castellano la rima asonante.

            Otra vez queda patente de Alejandra Lucas Juárez el paso de la vida a la muerte más allá de lo copóreo. La sociedad del tercer milenio queda dibujada en el choque que para la mayoría provocan las culturas originarias, por culpa en buena medida de prácticas capitalistas contra las que apuntaba Sánchez. Ahora, la poblana hace lo propio contra las bebidas procesadas en «‘Un Kachikin / Pueblo viento» (114-115).

            Finalmente, Enriqueta Lunez cultiva el poema narrativo en una estructura que consolidan los paralelismos y el cierre circular, a modo de cuento, de plegaria, de oración. Con fuerza mantiene el lazo que une lo humano a la tierra.

            Dicho nexo es explotado por Rosa Maqueda Vicente (Ixmiquilpan, Hidalgo, 1971: bailan las fechas de su nacimiento). Sin duda, una de las poetas que con más atrevimiento plasman la tradición en el compromiso que mantiene a la poesía originaria contemporánea, al menos hasta que se la considere, sin etiquetas, como parte de la mexicana, sin más. A tal fin se dirige la autora hñähñu. Esta es una muestra de la vida que reconstruye en el Valle del Mezquital, el poema «Sànthe / Sànthe» (134-135):

 

Ha ya t’ uí n’e ya ’yongaxithi

bi japi ya beé

ya thâhi degä ya hñä

ja ha ra thet’í

ha ra ’beé

n’e ra ’beé

ya thähi thexi

hoki ya mbo’ní

n’e ya ndäpo

rä pefi nthok e

ja ndunthi ya te

ya hñä

ya jat’i ko mfädi.

 

Entre bastidores y carrizos

despliegan sus telares

hilos invisibles de lenguaje

vertientes en el huso

del telar

en telar

hilos de ixcle

fitomorfos

y zoomorfos

entretejen

exacta geometría

en esencia finita adherida

ecos en polifonía

de saberes ancestrales.

 

            El ritmo y la sonoridad de Maqueda siguen en Zara Monrroy (Socaaix, Punta Chueca, Sonora, 1991). La poeta comcaac forma parte de la ecopoesía con textos como el titulado «Somos todo» (146). El hecho de escribir, pues, el oficio poético, restaura la vida y la mantiene por escrito; en sintonía también con la oralidad de las lenguas en las que empiezan escribiendo.

            Finalmente, Irma Pineda vuelve a cerrar una muestra a favor de la regeneración de la vida, de lo abstracto y no tanto de los objetos físicos que acaban limitando nuestra existencia. La selección poética hilvana la fe, la familia y la unión con la naturaleza en una reivindicación que consolidan las cartografías de los idiomas, explicados a continuación de los poemas, con las semblanzas de las ilustradoras que conforman una bellísima edición, incluso en formato digital.

 

 


 

            Verbo Raíz. Poesía Originaria de Oaxaca (Colectivo Editorial Pez en el Árbol, Servicios Universitarios y Redes de Conocimientos en Oaxaca (Surco A.C.) y el Centro Universitario Xhidza, 2017), con la coordinación de Nallely Guadalupe Tello Méndez y Oliver Fröhling, representa una de las comunidades más ricas en lo que a la poesía mexicana se refiere. Tras la xilografía de Daniela Ram (próxima al trabajo, nuevamente, que acompaña a Maqueda) en siete lenguas (Di´stè, Didxazá, Tú ún Savi, Ayuujk, Ditsa xhtee, Ayöök, Ombeayiüts) discurren las siguientes referencias (también, se antojan, de orden casual), doce: Ángel Aristarco Alonso (Santo Domingo de Morelos, 1992), Héctor Pineda Santiago (Héctor Yodo, Heroica Ciudad de Juchitán de Zaragoza, 1977), Alicia Guzmán Ortiz (San Miguel del Progreso, Tlaxiaco, 1976), Víctor Fuentes (Unión Hidalgo, 1964), Juventino Gutiérrez Gómez (ya citado), Elizabeth Alejandra Castillo Martínez (San Juan Guelavía, Tlacolula, 1966), Florencio Antonio Girón (Asunción Ixtaltepec, 1974), Olga Hernández (Anyukojm (Totontepec), 1962), Héctor Pineda Sánchez (Héctor Lii, Santa María Xadani, 2001), Saúl Gijón Cepeda (San Mateo del Mar, 1992), Claudia Guerra Castillo (Santa María Xadani, 1981) y Fernando Valdivieso Magariño (Juchitán de Zaragoza, 1996). Sin querer limitarlo a CORPYCEM, realmente sugieren cada vez más las poetas, por lo general, pese a ser únicamente cuatro aquí (como es habitual, un tercio).

            En pos de la oralidad, destaca esta opción: «Para escuchar los distintos ritmos, tonalidades, presencias vocales incluimos códigos QR que, al ser escaneados con el teléfono y teniendo internet, permitirán escuchar a el/la autor(a) leyendo de viva voz sus poemas» (9).

            Concluimos con un poema de Claudia Guerra Castillo, «Ba´du´ ñaa / La niña del campo» (120-121):

 

Biniisé’ sica beeu gulegasi

cuzaani’ lu telayu.

Ne ti ladxidó’naguudxi’sica xiaa,

guendaruxidxi quichi’ sica xuba’.

Biine’ dxiiña’ lu layu xhiee ladi

ne gudahue´ xho’naxi xandié, guituxtia, zee ne sapandú.

Biliibi ti doo ziña ndaane’

ni bisiga’de’ bixhozebiida’naa, ne guichaique gucani ziuula’

ne ziuula’ sica ti xcú ni zirooba’ ne cuca’yuru guidxilayu.

 

Crecí como la luna que nace

y resplandece en el alba.

Con un corazón puro como el algodón,

sonrisas de maíz.

Trabajé sobre la piel desnuda de la tierra,

me vestí de aromas

a sandia, melón, elote y sapandú.

Mi cinturón fue siempre el mecate de palma

que el abuelo me obsequió y mi cabellera era larga

tan larga como el tallo que fue creciendo en el arado tiempo.

 

            La muestra recogida en estas líneas ejemplifica el rico panorama que apuntaron Diana del Ángel y Mariana Ortiz en el número 23 de América sin Nombre; a favor de la idea originaria y no tanto de la indígena. No obstante, como ya hemos comentado en alguna ocasión, también con la excelente labor que lleva a cabo Martín Tonalmeyotl, en todas las antologías abordadas se echa en falta la cita de los libros (si es que ya se han publicado) en los que es posible hallar los poemas antologados. Ello permitiría darle continuidad a la lectura.

            Para terminar, en relación con el proyecto creciente Gusanos de la memoria, ‒y en el sentido contrario al de Araceli Tecolapa, en la segunda antología comentada‒ menciono el final del poema de Víctor de la Cruz Pérez, cuyo título es el último verso, presente en el primero de los libros citados:

 

Ni bedané diidxa’ biropa,

bedaguuti stiidxanu ne laanu,

bedaguxhatañee binni xquídxinu,

sícasi ñácanu bicuti’

biaba lu yaga, nexhe’ layú.

Tu laanu, ¿tu lanu?

 

Quien trajo la segunda lengua

vino a matarnos junto a nuestra palabra,

vino a pisotear a la gente del pueblo

como si fuéramos gusanos

caídos del árbol, tirados en la tierra.

¿Quiénes somos, cuál es nuestro nombre? (13-14)

 

            Gracias de nuevo a la también poeta Susana Bautista Cruz me doy cuenta del rico panorama que se abre en la poesía mexicana, en lenguas originarias. De la escritora de origen mazahua, entre otras referencias, escriben quienes colaboran en este espacio próximo a la filosofía, a la radio y a dinámicas como el trueque: lo cual alienta el seguir compartiendo lecturas. De no ser por ellas, apenas nos habríamos quedado con cuatro o cinco nombre que ya conocíamos. El resto, novedad.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario