martes, 13 de octubre de 2015

Narciso, el masoquista

El 23 de septiembre de 2015 en el Café-Bar Las Hormigas (casa del poeta de México, Ramón López Velarde), Evodio Escalante, Leda Rendón y el autor, Armando Alanís, presentaron Narciso, el masoquista (Cuadrivio, 2015): minificciones que situamos entre la estrecha brecha que une la poesía del aforismo y la narrativa breve. 

            Armando Alanís (Saltillo, 1956) es autor de las novelas Alma sin dueño, La vitrina mágica y Las lágrimas del Centauro y de los relatos y minificciones La mirada de las vacas y Fosa común. Además, es profesor en la UACM, imparte talleres literarios y publica cada sábado en el suplemento Laberinto su espacio “Alfileres” en el diario Milenio.
            Narciso, el masoquista es presentado del siguiente modo: “No se gustaba, pero no podía dejar de mirarse al espejo”. Eso parece hacer Armando Alanís en este libro. A nosotros sí nos gusta. La dificultad de crear un mundo autónomo en pocas líneas o palabras se consigue en la mayoría de estas “ficciones súbitas” que buscan huir del lugar común y plasmar una realidad que no siempre se cumple, pero que es posible.
            La “Entrevista al boxeador retirado” roza el chiste: “−¿Cuál fue su rival más duro?/ −Mi exmujer” (14); más aún con la dedicatoria a Isaí Moreno. La ficción es parte de la realidad (si es que esta existe), y “Breve historia de amor entre escritores” lo narra poéticamente con dedicatoria a Ana Clavel: “Fue más cuento que novela” (15).
            El genio de Mario Benedetti sobrepasa las “Fobias” del mexicano. “Su amor no era sencillo”, del uruguayo, es un ejemplo de lo que persiguen y consiguen muchas veces los aforismos de Alanís: “Los detuvieron por atentado al pudor. Y nadie les creyó cuando el hombre y la mujer trataron de explicarse. En realidad, su amor no era sencillo. Él padecía claustrofobia, y ella, agorafobia. Era sólo por eso que fornicaban en los umbrales”.
            Si lees “Enigma en el metro” de regreso a casa, en el metro, una presencia intangible te acompaña: “El metro, repleto de gente, llegó vacío a la siguiente estación. Se desconoce hasta ahora el paradero de los pasajeros” (21). La nostalgia viene con “Dirección Garibaldi”.
Presentación de Narciso, el masoquista
            “El hombre invisible” vive en las veinte últimas páginas de Narciso, el masoquista. Si una editorial te dedica una cuartilla entera para catorce palabras, confía en ti: “El hombre invisible y la mujer invisible se enamoraron. Fue un amor nunca visto” (51).

            Alanís se mira en un espejo que nos refleja. Narciso narra la poesía del instante.

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