Leticia Luna («En
los labios de la luna»)
Fuego azul. Poemas 1999-2014 (Índole, 2014) recoge tres lustros de poesía de
Leticia Luna (Ciudad de México, 1965), quien, de forma breve, concisa y lunar
(en tanto lunares que conforman una constelación terrestre) ilumina las
sensaciones más difíciles y en peligro de extinción.
Leticia Luna destacó en la compilación que llevó a cabo para Trilogía Poética de las Mujeres en Hispanoamérica (pícaras, místicas y rebeldes) (2004). Su poesía es
melódica en su aullido insólito. El significante y el significado de las palabras
acercan una imagen nostálgica del ser humano. Desde el erotismo social a la
crítica íntima, el oxímoron ilustra el núcleo de una llama que aún tiene mucho
que quemar.
La poeta dice en «Desde el oasis» que su sexo es un río
nocturno, una muerte sin fin «y su vulva en una orquídea/ en almíbar» (18). Como si los poemas «Perla y jade» y «Jade y perla» (24 y 25) se
reflejaran en un espejo, los versos se solapan entre hombres y mujeres, seres de un palíndromo de profunda raíz.
La tierra suministra el líquido que alimenta un fuego naturalmente fatuo. Lo
momentáneo nos hace eternos. Es por eso que al leer Fuego azul comprendemos: «La vida es una fila larga de tequilas
dobles/ y una canción ranchera bajo el brazo» (34). Lo urbano sitúa las dudas
que solo la noche es capaz de plantearnos: una rueda de la fortuna donde
cada par de versos termina en el origen de «Hora lunar (39)», en la letra A.
La tradición poética es renovada. El
poema «La luna es un grafiti sobre la ciudad» platica con Neruda desde el
presente «Sucede que me canso/ de
aullar los deseos» (42). La forma de «Fuegos artificiales» es en sí un destello
del caligrama de José Juan Tabalda:
Esbelta
rabiosa y solitaria
la
Poesía es una orquídea
que en el cenit
es-
ta-
lla
(69 [la
numeración es casual])
La vulva (como veíamos
anteriormente) y la poesía (según este último texto) encierran y reciben la
misma pasión.
Leo el poema «Habitación de la
palabra» volando desde Guadalajara a la capital «Cuando un avión cruza el cielo
de México/ y traza un vestigio de luz con su lápiz fugaz» (109). Quien siente
tal calor agradece que tenga un poema. A sí (a él, a ti o a mí) se refiere «Meditación bajo la
lluvia»: «A ti» (114). Los paréntesis
de «Caudal sonoro», dedicados a Enriqueta Ochoa sobre una esfera negra, son
música: «(que sin llamarla llaga/ que sin besarla llega)» (115). Finalmente,
Jorge Boccanera define Fuego azul de
este modo: «se ramifica en gestos de vida y muerte; una bifurcación que asume
lenguajes que van del lirismo a la jerga urbana en un discurso enriquecido por
juegos tipográficos e imágenes restallantes» (121).
En definitiva, Leticia Luna es una
poeta que recupera las voces de las mujeres nocturnas, ardientes y viajeras
que, desde la tierra, atienden a un horizonte oscuro y redondo.
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