la elocuencia exquisita del girarse,
el nunca de la nuca
Luigi Amara
Nu)n(ca
(Sexto Piso, 2015) es el poema que Luigi Amara (Ciudad de México, 1971) le
dedica a la fotografía Mujer de espaldas (ca. 1862) de Onésipe Aguado. Una reflexión
de la intrahistoria de un No deja de ser negación cuando se afirman tantas
posibilidades. Esta obra ganó el Premio
Internacional Manuel Acuña de Poesía en Lengua Española 2014.
Nu)n(ca
juega con el lenguaje de las palabras, los gestos y los silencios. Este poema desarrolla
la observación que Juan Gelman inicia en su poema «Gotán», tal como rescata
Luigi Amara: «Esa mujer se parecía a la palabra nunca,/ desde la nuca le subía
un encanto particular/ una especie de olvido donde guardar los ojos» (76).
¿Cómo un poema puede dibujar el
cuello, deslizarse en distintas direcciones y tratar de atraparlo, sin
conseguirlo? Desde la pausa. Nu)n(ca es un canto al
silencio de una imagen. Mediante este poemario, el pintor que en su día decidió
elegir la nuca de su modelo queda retratado.
¿Cuál es la historia del paréntesis? Dicho recurso tipográfico es un mecanismo reciente para fomentar las
plurisignificaciones, que el texto o una palabra posibilitan. La poesía
contemporánea (entre las que destaca la mexicana) presenta tal opción. Amara lo
hace ya desde el título, cambiando el orden de apertura y cierre parentética,
de modo que sus curvas cóncavas representan el cuello. La letra ene, asimismo,
marca el final del cabello y el inicio de la nuca. Algo nunca visto.
Cada texto es breve, narra, pero
sobre todo sugiere. Amara
retoma la tradición. Parte de ella, sin partirla, expandiéndola: «(en los
abismos de posposiciones,/ en los acantilados de arrepentimiento,/ con un pie
menos firme/ que el de Caspar David Friedrich/ ante los mares de niebla)» (34).
El cabello sugiere un camino al soltarse. Así lo propone el poeta mexicano:
Mujer de espaldas |
Me gusta imaginar el momento
en que desata su cabello;
cómo se desanuda lentamente
la promesa,
cómo extiende sus alas inadvertidas
de murciélago,
limo nocturno, tósigo
que escurre entre los líquidos
del sueño,
R
a
p
u
n
z
e
l (56).
Amara es un
fotógrafo de la poesía. Capta la metáfora de lo que, a priori, alcanzó ya su
más alto grado de sensualidad. Cambia las formas y conecta sentidos, se desenmascara.
Hay pechos que atraen más de espaldas: «muy cerca de saltar/ de su antifaz»
(63). Esta parte del cuerpo nos guía: «Un torso de pezones bizcos/ que ha
desplazado al rostro» (70). La pasión supera la ficción.
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