sábado, 12 de marzo de 2016

El arrecife y otras divagaciones

incluso el adjetivo maravilloso es un engorro, un trapo usado, no debí usarlo, eso es, usarlo.

Mireya Cueto («El interlocutor»)

El arrecife y otras divagaciones ([1997] 2014) es un libro de la artista mexicana Mireya Cueto (1922-2013). Aunque seguramente no se trate de un poemario (si seguimos las etiquetas editoriales), creemos que presenta elementos propios de este género, como son la brevedad, el ritmo y ciertos recursos literarios que añaden a la narración un final inesperado.
El arrecife... vio la luz hace más de veinte años, sin embargo la UNAM lo ha vuelto a publicar recientemente. De ahí que consideremos que puede ser una lectura apropiada para hablar de poesía mexicana contemporánea. Mireya Cueto cultivó el relato y el teatro. Esta frescura queda patente en textos dinámicos como «Entrevista con Circe» (p. 31) o «El minotauro» (83). Ambos, dedicados a Remedios Varo y a Fausto Vega, respectivamente.
            El ángel de Homero Aridjis o de Vicente Quirarte es el protagonista de la primera parte de estas divagaciones. Lo divino y lo mundano conviven en un espacio fabuloso y cercano. Mediante una sintaxis sencilla, de no más de tres o cuatro sintagmas, Cueto teje imágenes dependientes de un final inesperado. La cábala desarticula las expectativas de lo que podríamos llamar minificciones versales.
            Tal como ocurría con Eusebio Ruvalcaba, la escritora crea historias independientes que parten de un trasfondo común. De este modo, tanto el arrecife como las divagaciones conforman un texto unitario, brillante y transparente, que consideramos poético por las razones que comentaremos a continuación.
            En primer lugar, destaca el diálogo que mantiene con la tradición hispánica. «La niña Isabel» rescata los versos de Lope de Vega «“Las flores del romero,/ Niña Isabel,/ Hoy son flores azules/ Mañana serán miel”». Así lo explicita en el epígrafe. Ya el texto abandona la prosa para recrear, mediante rimas internas, la significación que tienen las plantas: «La Santa María para curar a la tía./ El tomillo que le encanta al grillo» (23). La superstición será un elemento popular que, junto al humor (cfr. 30), caracterizará las divagaciones, llegando a buen puerto.
En cuanto a los animales, el colibrí (cfr. 25-58) conectará con la Zoología poética que comentábamos con Lilian Álvarez.
            Asimismo, junto al grillo (cfr. 49), el insecto por excelencia de la poesía mexicana contemporánea (la hormiga) estará presente en «Semana inglesa» (cfr. 81-82), cuyas ideas mantienen dicha estructura para describir remedios, como vimos, en cada una de las siete jornadas.
Son recurrentes, pues, las anáforas que inician los párrafos estróficos y paralelísticos de «Las frutas del paraíso»: «O más bien […]/ O la tentación […]/ O culpemos» (52); así como los juegos de palabras que se advierten en «Definición»: «Una tela de araña […] se vuelve maraña» (36). El sustantivo va creciendo con las redes del lenguaje y del pensamiento.
Por otro lado, la mitología griega convivirá con la actualidad urbana y doméstica (cfr. 50 y 70). El sur de Europa abrevará en Cueto desde Madrid y Cervantes. La «Fuente de Cibeles» (cfr. 64-65) unirá las culturas mexicana y española; mientras que «Los pies» serán «rocinantes» (cfr. 76 y 77).
En definitiva, Mireya Cueto no es poeta, pero escribe textos que pueden leerse como poemas. La reedición de la UNAM permite una actualización de la tradición mexicana y universal. Igual que Quirarte, Cueto nos blinda enseres (cfr. 42) para sobrevivir en la ciudad.

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