Mireya
Cueto («El interlocutor»)
El arrecife y otras divagaciones ([1997] 2014) es un libro de la artista mexicana Mireya Cueto (1922-2013). Aunque seguramente no
se trate de un poemario (si seguimos las etiquetas editoriales), creemos que
presenta elementos propios de este género, como son la brevedad, el ritmo y
ciertos recursos literarios que añaden a la narración un final inesperado.
El
arrecife... vio la luz hace más de veinte años, sin embargo la UNAM lo ha
vuelto a publicar recientemente. De ahí que consideremos que puede ser una
lectura apropiada para hablar de poesía mexicana contemporánea. Mireya Cueto
cultivó el relato y el teatro. Esta frescura queda patente en textos dinámicos
como «Entrevista con Circe» (p. 31) o «El minotauro» (83). Ambos, dedicados a
Remedios Varo y a Fausto Vega, respectivamente.
El ángel de Homero Aridjis o de Vicente Quirarte es el protagonista de la
primera parte de estas divagaciones. Lo divino y lo mundano conviven en un
espacio fabuloso y cercano. Mediante una sintaxis sencilla, de no más de tres o
cuatro sintagmas, Cueto teje imágenes dependientes de un final inesperado. La
cábala desarticula las expectativas de lo que podríamos llamar minificciones
versales.
Tal como ocurría con Eusebio Ruvalcaba, la escritora crea
historias independientes que parten de un trasfondo común. De este modo, tanto
el arrecife como las divagaciones conforman un texto unitario, brillante y
transparente, que consideramos poético por las razones que comentaremos a
continuación.
En primer lugar, destaca el diálogo que mantiene con la
tradición hispánica. «La niña Isabel» rescata los versos de Lope de Vega «“Las
flores del romero,/ Niña Isabel,/ Hoy son flores azules/ Mañana serán miel”».
Así lo explicita en el epígrafe. Ya el texto abandona la prosa para recrear, mediante
rimas internas, la significación que tienen las plantas: «La Santa María para
curar a la tía./ El tomillo que le encanta al grillo» (23). La superstición
será un elemento popular que, junto al humor (cfr. 30), caracterizará las
divagaciones, llegando a buen puerto.
En cuanto a
los animales, el colibrí (cfr. 25-58) conectará con la Zoología poética que comentábamos con Lilian Álvarez.
Asimismo, junto al grillo (cfr. 49), el insecto por
excelencia de la poesía mexicana contemporánea (la hormiga) estará presente en «Semana
inglesa» (cfr. 81-82), cuyas ideas mantienen dicha estructura para describir
remedios, como vimos, en cada una de las siete jornadas.
Son
recurrentes, pues, las anáforas que inician los párrafos estróficos y
paralelísticos de «Las frutas del paraíso»: «O más bien […]/ O la tentación […]/
O culpemos» (52); así como los juegos de palabras que se advierten en «Definición»:
«Una tela de araña […] se vuelve maraña» (36). El sustantivo va creciendo con
las redes del lenguaje y del pensamiento.
Por otro
lado, la mitología griega convivirá con la actualidad urbana y doméstica (cfr.
50 y 70). El sur de Europa abrevará en Cueto desde Madrid y Cervantes. La «Fuente
de Cibeles» (cfr. 64-65) unirá las culturas mexicana y española; mientras que «Los
pies» serán «rocinantes» (cfr. 76 y 77).
En definitiva, Mireya
Cueto no es poeta, pero escribe textos que pueden leerse como poemas. La
reedición de la UNAM permite una actualización de la tradición mexicana y
universal. Igual que Quirarte, Cueto nos blinda enseres (cfr. 42) para
sobrevivir en la ciudad.
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