sábado, 7 de mayo de 2016

Voz Viva de México: El mar que nos vendieron en la infancia

Puede abandonarnos el poema.
Nunca la poesía.
Vicente Quirarte, «Abandonado»


Vicente Quirarte (Ciudad de México, 1954) forma ya parte de esa colección sonora que lleva a cabo la Universidad Nacional Autónoma de México en «Voz Viva de México». El mar que nos vendieron en la infancia (Poemas) (2015) reúne la voz del autor recitando algunos de sus textos más antologados y otros casi inaccesibles.
            La cubierta, de Vicente Rojo, muestra las astillas del lápiz, el naufragio que precede a la creación, el desastre placentero de la expresión humana. Alejandro González firma las palabras preliminares.

Aquí los lectores podrán sentir a Quirarte en sus diversas encarnaciones: como lírico, como paisajista, como filósofo, como amante, como el gran poeta elegíaco contemporáneo que es (con ese estremecedor poema que es “Zarabanda con perros amarillos”, hombreado con las Coplas de Jorge Manrique y el intenso “Algo sobre la muerte del Mayor Sabines”), visitante de los bajos fondos de ciudades diversas –París, Nueva York…− pero siempre finalmente cubiertas por la omnipresencia de la Ciudad de México, su infierno y su paraíso a la vez (19).

Este elogio del callejero que es Quirarte lo sitúa como uno de los mejores representantes de la herencia, tradición y renovación de la poesía y de México (valga la redundancia).
            «El mar que nos vendieron en la infancia» es el verso que abre Zarabanda con perros amarillos (2002), su poemario más profundo, dedicado a la muerte de su hermano Ignacio. El tono, sin embargo, no es de lamento; sino de la sanación que la sal produce al zambullirnos de golpe en el agua helada de la vida.
            Reyes Martínez Torrijos define en la Jornada de la UNAM este reciente trabajo del poeta:«Un corazón literario que siendo citadino contrasta la naturaleza, a partir de la memoria heredada de un mundo cuya reseña es una trepidación y la forma de eternizar a la estirpe».



            El amor, las calles, los detalles domésticos, el erotismo, la filosofía mundana y el arte poética, entre el cielo y la tierra, caracterizan la obra de Quirarte. Entre sus poemas, melódicos, breves y profundos, destacan, en mi opinión: «Jaboncito de hotel» (cfr. 27), por su tacto; la prosa precisa de «La muchacha de al lado» (cfr. 39) y, por supuesto, el combate diario con el pasado de «Razones del samurai», título de su poesía reunida en 2000, también por la UNAM.
            Estos tres textos resumen la delicadeza sintáctica con la que el poeta asocia las cosas y las casas. Aunque el amor prima en la poesía y en su poesía, aquí grabada, existe un trasfondo más extenso que es la dimensión social, la descripción de un espacio que navegamos secos de sangre y de rocío. «País llamado infancia» cierra el libro-CD:

Tiempo donde la memoria nos alcanza.
De la piel tersa y dura,
del aliento de vidrio
y el animal intacto.
País llamado infancia.
Compás que dura poco pero marca
con hierro indeleble a su creatura (79).

Con Voz Viva de México, Quirarte queda marcado «con hierro indeleble», como otros nombres que conforman esta constelación degenarada: Carlos Pellicer, Efraín Huerta, Marco Antonio Campos, Gonzalo Celorio o Jorge Fernández Granados. Seguimos extrañando entonces a las poetas.

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