domingo, 28 de agosto de 2016

Carlos Isla, Maquinaciones

La poesía se escribe sola
y se lee ella misma
Si la incredulidad persiste
consulte a su analista.
Carlos Isla (pág. 54)

Carlos Alberto Isla de la Maza (1945-1986) integra el Archivo Negro de la Poesía Mexicana (Malpaís, 2015) con Maquinaciones (1975): el funcionamiento de la realidad del lenguaje desde la estética inquieta. 

            Manuel Iris (Seminario de Investigación en Poesía Mexicana Contemporánea) introduce el poemario con «Noticia de un libro insular: Maquinaciones»: un texto previo y pertinente para armar el engranaje de la poesía mexicana. Para el poeta y crítico Manuel Iris, «este libro [...] busca comunicarse con su lector como si hablara con él, de igual a igual, no desde un conocimiento superior o más profundo» (10). Seguidamente, Iris compara el ninguneo que sufrió Isla con el que tuvieron que hacer frente estridentistas e infrarrealistas. Uno de los aspectos más llamativos es el final de Maquinaciones, donde el poeta nos ilustra el proceso para doblar/ leer varias veces un papel/ poema e imaginar/ ver la figura: «un gesto que se puede ampliar hacia la literatura en general, y como gesto es valioso más allá de nuestra valoración» (19).
            Adolfo Castañón fue de los pocos que reseñó el poemario que comentamos. Lo hizo en diciembre de 1975, en la Revista de la Universidad de México. Entonces, su crítica −como la mayoría de esta minoría− no fue buena: «descubre el lenguaje. Pero no pasa de ahí». Ahora bien, ¿no es descubrir el lenguaje ya un logro y el principal fin del inicio poético? Por otro lado, el 13 de diciembre de 1986, meses después de que falleciera el autor de Maquinaciones, Miguel Ángel Flores publicó en Proceso una «Aproximación a la poesía de Carlos Isla», en la cual confiesa que «tenemos la impresión de que el poeta lanza golpes contra sombras que se empeña en confundir con cuerpos». ¿No es esa la virtud de don Quijote? Más recientemente, el 24 de mayo de 2012, Hiriam Barrios escribió en el blog de Cuadrivio un estudio al respecto de Isla y Maquinaciones. Barrios alude a Paz para definir a Isla: «Es una poética sin riesgos, cimentada en exploraciones textuales y visuales que en mucho recuerda la poesía de Paz en libros como Blanco o Posdata». Sorprende lo alejados de Paz que se encuentran los textos recogidos en el Archivo Negro y la frecuencia con la que aparece el Premio Nobel en sus estudios críticos.
            En Maquinaciones encontramos breves juegos con un final en el que las piezas, a priori anecdóticas o disímiles, encajan. Ahora bien, más allá de estos poemas de treinta o cuarenta versos, la gracia de Isla, en mi opinión, mantiene mucho mejor el ingenio que lo caracteriza en las series de dos o tres versos. Por ejemplo, en «Polaroid» (cfr. 32-34) o «Testimonios» (cfr. 52-54) hay especies de haikus que retratan lo que vemos, respectivamente, desde y en nuestra experiencia. Esto es:

El instante
es sólo esta arquitectura
del lenguaje (34)

Otra de las estructuras estróficas que explotan las posibilidades de la poesía es la del diálogo (des)conectado. La segunda parte de «Notas para un horóscopo» reúne preguntas existenciales con lo que podrían ser fragmentos de prensa (o bien, si doblamos los versos, una irónica causa-consecuencia de quien escribe y de quien lee): «−¿Qué escribes?/ Hoy murió a los ochenta años/ −Nada/ Ganó el premio Nobel en el treinta y ocho» (40). Por otro lado, en «Nocturno involuntario» encontramos poemas encabezados por horas, tal como posteriormente hace, entre otras, Rocío Cerón (según comentamos en este blog). Dichos versos ubicados en el tiempo, también nos dan pistas del espacio a través de la intertextualidad con el clásico de A. Machado («hoy es siempre todavía»): «No puedo escribir más/ todavía no es mañana» (45). La ausencia de puntuación permite varias interpretaciones. ¿El poema no puede escribir más la oración «todavía no es mañana» porque se han explotado los modos de decir lo mismo de otro modo? ¿No puede escribir debido a su desubicación, su marginalidad entre el presente y el futuro? ¿No puede escribir «más»? Dichas reflexiones breves y punzantes pueden profundizar en la poética de Isla y en la del México reciente. La cábala suma vértices o archipiélagos. El poema «Números» podría servir para enseñar a contar: «el ocho/ dícese de contar con las manos y sobran deDos» (47). El lector elige las lecturas y usos de Maquinaciones, poemario que concluye con un desacralización de la maravilla del libro-objeto: «Self Service» (cfr. 56-57); «el poema que nadie ha escrito», según la lectura que mencionábamos anteriormente de Hiriam Barrios.
            Hace cuarenta años, cuando Maquinaciones vio la luz, todavía existía una experimentación expresiva entre la poesía y la imagen o los dibujos: el libro objeto; es decir, texto y figuras hacían de manual de instrucciones. Si seguimos los doce pasos ilustrados con los que Isla termina su poemario, nos saldrá una figura de papel. Hay una página para este propósito de Origami (cfr. 18-19): he ahí la prueba de que la poesía existe, tenemos una bisagra entre las distintas ramificaciones formales de la poesía mexicana.

            Carlos Isla y su libro Maquinaciones son parte merecida de la colección Archivo Negro de la Poesía Mexicana. Mediante poemas breves, el veracruzano logra fijar su poética con ideas precisas, limpias y pulidas hasta quedar en el básico significante de un inagotable significado. Ahora, «Si la incredulidad persiste/ consulte a su analista». En Letras Libres aparecen otros poemas de Carlos Isla. El prólogo que Manuel Iris hizo para Maquinaciones, del Archivo Negro de la Poesía Mexicana, se encuentra disponible en Carruaje de pájaros.

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