domingo, 18 de diciembre de 2016

Fernando Fernández

Fotografía de Martirene Alcantara en
Poetas Siglo XXI - Antología mundial
Yo digo aquel posado en aquel alto ciclamor en otoñía
(Fernández, 2010: 44)

una de las labores de la poesía consiste en dar vida nueva a las palabras y las expresiones a las que el desgaste ha dejado sin valor.
(Fernández, 2014: 142)

Fernando Fernández (Ciudad de México, 1964) es un poeta que narra y enseña a leer y a escribir. A continuación veremos por qué es un referente en la poesía mexicana contemporánea y comentaremos dos de sus libros: su reciente poemario Palinodia del rojo (Aldus, 2010) y su «entrevista autobiográfica» Contra la fotografía de paisaje (Magenta/ Conaculta, 2014).
            Quien lee o escribe cambia su forma de llevar a cabo tan necesarias artes después de dar con Fernando Fernández. Su currículum, esta vez sí, es su retrato. Fundó y dirigió las revistas Milenio y Viceversa. Ha sido Director del Programa Nacional de Tierra Adentro y Director General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Es maestro en la Escuela Mexicana de Escritores y edita la revista en línea Quodlibet, de la Academia de Música del Palacio de Minería. Todas las semanas (los lunes, normalmente, a las 15 h. de México, 22 h. de España) conduce el programa «A pie de página» sobre novedades editoriales en una estación del Instituto Mexicano de la Radio. Cuida su blog Siglo en la brisa. Pese a su talento y sus responsabilidades, se ofrece a tomar un café con un desconocido que dice querer estudiar la poesía mexicana. Quizá su principal mérito haya sido situar a Gerardo Deniz cada vez en más mesas y bibliotecas. Prueba de ello es De marras. Prosa reunida (FCE, 2016).
            En Palinodia del rojo conjuga el ritmo y el verso clásico con la destreza para contar lo gris de la existencia. Y le da otro color. El poema que da título al libro (cfr. 45) se refiere a quien decide que le gusta más el vestido negro que el rojo de su pareja. El poeta se decanta por una nueva forma. Envuelve y logra embellecer las palabras que usamos y también las que no. El INBA presenta esta obra con las palabras del propio autor:

En Palinodia del rojo se plasma la experiencia poética como una sorpresa al filo de la cotidianidad y al reunir poemas escritos en un periodo de once años, esta obra de Fernando Fernández se puede enmarcar como un libro «de poemas con matiz de anecdotario, de autobiografía y con un elemento narrativo constante», como apunta el propio autor en entrevista.

Notimex también da cuenta de este poemario: «es una colección de 17 poemas, con decasílabos y octosílabos, en la que da a conocer sus vivencias, experiencias que ha pasado con su familia, con extraños, mujeres y animales, de manera divertida». La mejor reseña es de Eduardo Casar en Letras Libres:

La poesía de Fernando Fernández se parece mucho a la personalidad de su autor: no es muy larga; es muy amable, incluso ceremoniosa; delgada, clara y contundente; tiene un claro olfato (o nariz evidente) para detectar detalles inauditos; es nerviosa, pero no nerviosa angustiada sino nerviosa alegre, siempre con un dejo de buen humor; pero no es bonachona: es incisiva. Y es muy inteligente.

Casar hace hincapié en la narración, la cotidianidad, la adjetivación de Fernández; en su estilo barroco, en la influencia de Deniz, pero también de López Velarde o del Siglo de Oro. Cada texto de Fernández merece leerse en voz alta, como hace el autor en este video del Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia:



La historia personal o conjetural de un encuentro en un ambiente tan cercano y común (en la vida que no en la poesía) como es el de un supermercado conforma la expresión de un poeta que ensalza cada tiempo y cada espacio al nivel de la realidad poética. El poema «Boda en Jaén» es, a la vez, un cantiga de amor, de amigo y de escarnio. ¿Cómo sonaría ahora un verso de la tradición galaico-portuguesa? Así empieza: «Mi novia con su novio/ a una boda a Jaén./ ¡Y yo a Lisboa!». El inicio cautivo («Mi novia») pierde el amor a favor del humor de las tres palabras que le siguen («con su novio»). Los distintos y distantes topónimos confirman la sátira y conectan con el género literario de la Edad Media, ensalzando otras virtudes de la lírica. Si intentamos (sin éxito, obviamente) diseccionar los versos de Fernández como él haría con los de Deniz (según veremos más adelante) hallamos un cuidado formal exquisito que resulta en una expresión aparentemente espontánea: «gárrulo más que el mismo pájaro,/ canoro más que el propio canario» (8). El simétrico paralelismo hace coincidir sustantivos («gárrulo»-«pájaro»; «canoro»-«canario») en forma y tonicidad. Veamos la primera octavilla de «La muñeca rusa»:

Si nos vemos cualquier tarde,
fruto el azar en sazón,
si en el caso viejo aprisa
donde se abisma Feijoo,
si en la Calle Mon despacio
o el autobús de Gijón,
¡si nos vemos no me digas
ni con los ojos que no! (23)

La narración, el ritmo, el dominio léxico, la rima en los versos pares y las referencias españolas hacen de Fernando Fernández un seguidor de Gerardo Deniz.

            Contra la fotografía de paisaje explica lo complejo a partir de detalles que se tocan hasta formar una memoria literaria. El paisanaje explica, pues, su poética; que bebe de los personajes que se suceden en estos ensayos o prosas en torno a la literatura: Borges, Italo Calvino, Julio Verne, Claudio Isaac, Claudia Canales, Federico Álvarez, Felipe Teixidor, Salvador Elizondo, Fernando Vallejo, Eduardo Lizalde, Roberto Bolaño, Gerardo Deniz o el propio Eduardo Casar.
            Alejandro Badillo publicó hace unos meses en Mula Blanca una reseña de los ensayos de Fernández. Así concluye Badillo: «En cada capítulo de Contra la fotografía de paisaje late el gozo del encuentro con las letras, el placer de la literatura y el sutil mecanismo del ensayo que nos muestra todo un mundo en vistazos que rinden homenaje a la buena escritura». La historia que nos cuenta el poeta atrae a la vez que enseña. Ya sea con los versos que le engancharon a Deniz («Allí alquilaban ropas insólitas, fraques y futraques,/ atruendos de odalisca suripanta, de margrave», cfr. 36-37), de Neruda («el grito gris del ave de la costa», cfr. 78-79), de Lizalde («llameante llaga locamente folklórica», cfr. 141) o con los errores de habla en Los detectives salvajes (cfr. 93-99), que explican la importancia de la revista Algarabía (cfr. 101); la literatura explica a la literatura. Realmente leemos de otra manera tras Fernández. Los títulos de sus textos bien resumen su poética o extraen (como hace Contra la fotografía de paisaje) partes que por su particularidad trascienden lo general: «la felicidad ocurre casi siempre en el olvido».
            Fernando Fernández nos recuerda la importancia de plasmar la memoria pasada y creativa en la poesía que permea en todo lo que hizo y hace.

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