domingo, 7 de enero de 2018

Sergio Loo

Imagen de PLACA (Plataforma de Artistas
Chilango-Andaluces)
(¿qué significa “estar” y qué significa “bien”?)
Sergio Loo

Sergio Loo (1982-2014) fue más que un poeta irreverente que nació y murió en la ciudad de México. Sus dos últimos poemarios, Postales desde mi cabeza (UANL, 2014) y de manera póstuma Operación al cuerpo enfermo (UANL / Ediciones Acapulco, 2015), están disponibles en el Archivo de Poesía Mexa.

            El poeta y novelista forma parte de numerosos registros digitales: la revista Crítica, Las afinidades electivas / Las elecciones afectivas, Purocuento o Vice; donde también encontramos una entrevista que le hizo Jonathan Minila en 2010. En la evolución de su poética, Sergio Téllez-Pon advierte un progreso y una defensa de rasgos propios de quien experimenta con lo común:

En Sus brazos labios en mi boca rodando, Sergio depuró muchos de los frecuentes errores que cometió en el otro libro (corte arbitrario de versos que los encabalgaban mal, preposiciones o adjetivos puestos antes del sustantivo, etcétera…), pero mantuvo con gran tino uno de sus aciertos más afortunados: escribir seguidos dos posesivos o dos sustantivos, como los del título (“brazos labios”).

También en Tierra Adentro, Isabel Zapata lo homenajea destacando la corporeidad de su coherencia artística, su humor negro y, especialmente, sus dos principales virtudes: «un afán lúdico inquebrantable y un estricto –por inteligente, no por rígido– manejo del lenguaje». Por su parte, en Vallejo & Co., Maricela Guerrero señala la desescritura o las tachaduras en forma de verso oscuro que el poeta mexicano trazaba en la ciudad de papel que es Guía Roji (2012).
            Postales desde mi cabeza (2014) es el último libro que Sergio Loo publicó. En él advertimos la fragmentariedad, la elipsis, la autonomía, la instantaneidad de los recuerdos que el autor logra ofrecer, sabido del final, a quien lee esta obra que en parte se gestó durante su estancia en Barcelona gracias al FONCA-CONACyT. Este libro podría conectar, para bien, con la turismofobia que tan presente está, maldita sea, ahora mismo. Loo consigue describir un lugar a partir de las acotaciones de sus personajes. Lejos de las pautas teatrales, los paréntesis matizan un detalle. Y otro. Aparentemente inconexos, dan forma a lo expresado en prosas que le deben a la poesía su agilidad y su ritmo:

O regresar (la urbe) (ruinas
en el ruido) La disyuntiva de quedarse
atrás (adelante) para siempre
de mí (mi organismo afuera de mí)
La carne (células) (nervios) (polvo) busca
regresar
a lo que antes señalaba cuando yo decía
La distancia entra en mi carne (extranjera)
(¿dónde
está?) La distancia reconfigura mi carne que dice yo
En la distancia de mí hasta la concepción de mí
no hay carne
(sólo yo para cerrar ventanas) (25)

Pese al lamento, el dolor, el vértigo… no hay dramatismo. Escribir es fijar lo que nos inquieta. Y es que «(la distancia es un efecto visual) (tu pasado / también)» (30). Los poemas, las postales, sobre lo no dicho construyen en la cabeza de quien lee un blanco inmóvil.
Operación al cuerpo enfermo (2015) se abre en la cubierta con un ojo irredento, impasible, gris. Recuerda al que estiraba Jorge Aguilera López en Glosar rupestre (2014). Las ilustraciones de Luis Bermejillo Gamble cartografían las marcas de lo que precede a lo inerte. Diversas secciones cronológicas recogen los alrededores depresivos de una intervenida extremidad: «PARIETAL / Los doctores no entienden que no estar enfermo no implica querer estar sano» (9); «HENDIDURA DE BICHAT / Estar enfermo es ser un enfermo: unas lindas vacaciones a tu sana identidad» (13). Como en una novela o en un diario o en una relectura de los cuentos clásicos o en un tratado o en el surrealismo, los personajes (Pedro y Cecilia) articulan el dolor y el pacer. No en ese orden.

FOSA CARDIACA DEL PULMÓN IZQUIERDO

Una vez engullido comienzan las funciones biológicas. Me llena de tristeza defecarte. Que te salgas de mí, de tristeza me llena. Me llena, me colma de desdicha y ésta no la logro orinar (64).

Y no nos olvidamos de la cicatriz que no borra el relieve «en el hormiguero de su cuerpo marchito» (43) y contado en cursiva:

 
Pág. 32

La poesía es un mal de muchos con sueldo de tontos: «La muerte como un silencio conciliador. La enfermedad, una pequeña tregua» (37). El lenguaje.
Sergio Loo, honesto (¿es importante que sea homosexual y que lo plasme en su obra al estilo, pensamos, de Abigael Bohórquez?): un poeta seguro, narrador, imaginario y maltratado por el cáncer que veíamos con Daniela Camacho. Tenemos la oportunidad de leer a alguien que es mucho más que un mexicano (como Roberto Bolaño, Juan Villoro, Jordi Soler, Juan Pablo Villalobos o Jorge Valdés Díaz-Vélez) en Catalunya; es un testimonio directo del humor que hay en la poesía cuando no se está bien. Las singularísimas microhistorias plurales de Sergio Loo, me parece, no son ficciones sino focos de Tlazoltéotl en el siglo XXI.



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