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La podredumbre de la materia está repleta de cuerpos.
Horacio
Lozano (2013: 27)
Horacio Warpola (Atizapán de Zaragoza, Estado de México, 1982) es autor de la
escritura expandida de Lago Corea (Gobierno
del Estado de Querétaro / Herring Publishers México, 2011), Física de camaleones (Fondo Editorial de
Querétaro, 2013), METADRONES (Centro de Cultura Digital, 2015), Triste suerte de los peces voladores (DaSubstanz-GoldRain-NewHive, 2015), Gestas (Ediciones El Humo, 2015), 300 versos para la construcción de un
protocyborg orgánico (Ediciones Neutrinos - Argentina, 2016) y Badaud electrónico Antología de poesía komandroviana 1965-1985 (Mantarraya Ediciones, Hostería La Bota Cultubar y FOCCA); libros
disponibles en el Archivo de Poesía Mexa.
El poeta que vive en Querétaro
aparece en la revista El Humo, en Electrodependiente, en Cráneo de Pangea
o en El Teatro;
además, podemos seguirlo en Tumblr,
Twitter o en una web que parece que ya no funciona. Nadia Contreras lo entrevistó para Bitácora de vuelos. La experimentalidad de la escritura computacional
que veíamos con Eugenio Tisselli
logra solidez y sentido con Warpola: «El futuro ideal sería que la máquina se
revele e invente su propio lenguaje y con eso haga literatura».
Lago
Corea (2011) está editado por Gerardo Arana;
quien, según el autor, primero creyó en su obra. En poemas breves y sin título
narra un suceso extraordinario: el amor por una «presencia desconocida» (15); la
única «persona» que acompaña esta distopía. Lago Corea es el nombre que aparece
bajo una fotografía. El espacio y el tiempo se recrean mediante una aparente anamnesis.
Madrid une, pues, la experiencia del autor con un sujeto lírico que flirtea con
el yo y hasta con el tú. Sin ser un poema visual, juega con
la disposición del texto. Por ejemplo, reivindica la descapitalización poniendo
«somos del centro» en la parte inferior derecha de una página que podría marcar
la edad en la que sintió esa des-ubicación: parodia de la muerte vista a través
de una pantalla o una imagen desmarcada.
Física de camaleones (2013) viene firmado por el nombre de pila de Warpola,
Horacio Lozano. Sin embargo, como los reptiles, el yo se adapta a las fuerzas del entorno, del espacio, del cuerpo que
habitamos. Ahora sí hay títulos en los poemas, igualmente breves, autónomos, pero
con un hilo conductor que se detiene en cuatro fases: «Animales invisibles», «Física
de camaleoness»[1], «Archipiélago» y «Hertzio».
La pasividad de quienes nos rodean nos hace sentir ausentes y nos replantea la
existencia, así como la creencia en un híbrido que recupere al famoso monstruo
del lago Ness. En este libro los epígrafes dan pie a una transmigración de lo poético.
La idea del poema como isla que plantea José Emilio Pacheco y estudia Carmen Alemany arriba al
sentimiento menesteroso y suicida de Ramón Martínez Ocaranza. En prosa convergen las fuerzas del agua en contacto con
la tierra. La primera es rito de paso y engloba el todo que le dedica al ya
fallecido Gerardo Arana.
La unidad para medir las ondas conecta el espacio con el tiempo. El sujeto
lírico se enmascara, como no veíamos con Inti García Santamaría, para salir airoso de esta tarea que es la existencia.
METADRONES (2015), de la misma manera que el poemario
computacional El drama del lavaplatos
(2010) de Tisselli,
viene prologado por Vicente Luis Mora: «humaniza, o animaliza, o espectraliza estos aviones no tripulados»
(4). Los gifs de drones son de Canek Zapata; en ellos se observa la tierra
desde el cielo con «vuelos militares», «vuelos recreativos» y «vuelos circulares».
El poemario de Warpola viene ahora con el nombre de Horacio López (4). ¿Son
erratas o ambigüedades? Como leímos con Daniela Sol, distintas noticias (que al final enlazan a Google) absurdas, trágicas
y apocalípticas para el ser humano sugieren la narrativa del «superhistoriador» (a la manera de Gómez de la Serna) que cuenta lo dicho e inventa lo que pudo o
podrá ocurrir. Por ejemplo, el poema titulado «México es potencia de la industria de drones» ofrece en tres versos la parte con
que empieza el artículo homónimo de un pseudónimo que podría adoptar el poeta,
Alberto Bustillos: «Quizás esto los sorprenderá / pero se rumora que el primer
dron / voló durante la Revolución mexicana» (24). El aire es el elemento
natural que protagoniza un libro digital a punto de abrir fuego.
Triste suerte de los peces voladores (2015) repiensa una vez más la humanidad digital como
vértice fugaz y fogoso entre el cielo y la tierra y el agua. La antipoesía de
la serie de ilustraciones que componen este «poemario» niegan la lírica a
través del catálogo de la exposición homónima que podía visitarse en Querétaro
a finales de 2015. También se parodia la fe, las fronteras, el amor o los likes (no en ese orden). El colofón
presenta las formas de pago para el objeto artístico a través de la galería Da Substanz. Una publicación como esta puede pasar perfectamente por poesía
experimental.
Gestas (2015) mantiene una vez más la estructura tripartita.
En esta ocasión con «buen ladrón», «ladrones flexionados» y «mal ladrón». Al combinar
los temas de la religión y los robos parece un canto a las hazañas abstractas
que protagonizan las creencias tradicionales en oposición, de nuevo, a la
revolución digital. Lo más atractivo es que tal filosofía parte de escenas cotidianas
que se cuentan con un lenguaje coloquial. Ciertos motivos (pensamos en las
estrellas que formaban el archipiélago celeste) se recuperan en el inventario
de la cultura popular, nexo que inspira la madurez de la poesía mexicana que
consolida Karen Villeda. El sujeto lírico se desdobla de manera infinita y desemboca en
anáforas rítmicas que enriquecen la lectura en voz alta, la escritura expandida
o la performance (véase Slam Poético Queretano).
Lo onírico conecta con la transmigración de las almas de Gerardo. En la segunda
parte de Gestas se define lo que es
México desde abajo, con una profunda crítica social. Por último, «roba»
referencias literarias o musicales para reescribir, pongamos por caso, «Mi
País, Gimme tha power, Oh mi País! / (Remix
libre de ¡Mi País, Oh mi País! de Efraín Huerta y Gimme tha power de Molotov)»
(39); así como el famoso «Walking around» de Pablo Neruda en «Texting around» (44), (di)versión que también cultivaron
Efraín Huerta o Leticia Luna.
300 versos para la construcción de un protocyborg orgánico (2016) es, literalmente, una serie de versos sobre el
verso que repiensan las diversas versiones con las que conversa la poesía; a la
manera del proyecto que, veremos, lleva a cabo el mismo autor en Twitter (¿como
tuiteratura?).
La técnica es similar a la que Heriberto Yépez planteaba en su libro Por una poética antes del paleolítico y después de la propaganda. Destaca la
asociación y el progreso que va generando Warpola:
32. Este verso, en algún momento, estuvo separado.
33. Este verso posee la memoria de miles de aventuras
combinadas.
34. Este verso decidió pasar por una serie de
encarnaciones, pues así, y sólo así, puede avanzar (10).
El editor de Gus Ultramar es un artista que elige la poesía para expresar lo
que en algún momento hemos intentado pensar. Ahora nos lo dice con ingenio,
concisión, ironía, claridad, irreverencia y una constante reflexión sobre la
poesía, como arte poética,
en La_poesía_es_bot. Su obra va construyendo un ser autónomo que sostiene
una sólida y múltiple voz lírica. Síganlo. La poesía, felizmente, ha perdido su
forma. Acaba de publicar Carcass (2019), el primer poemario en Instagram Stories. Disponible también en el Centro de Cultura Digital.
[1] Así aparece en el índice el nombre
de la segunda parte; sin embargo, en el poemario acaba en una sola ese y se
pierde o deja de sugerirse el sentido monstruoso o ficcional.
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